Antonio Lao
Director de Diario de Almería
A poco que alguien o algo 
despunte en esta tierra nuestra surge una legión de zapadores con la intención, 
inequívoca, de arrasar y certificar la defunción de la propuesta. 
Lamentablemente no somos capaces de felicitar y alegrarnos por el triunfo de 
nuestros paisanos, de nuestros vecinos, de nuestros amigos y sí, como digo, de 
minar, zancadillear y criticar aquello que con tino, trabajo y coherencia sale 
adelante y triunfa ante los ojos de los demás. 
Ayer se clausuraba en 
Vélez Blanco el XII Festival de Música Renacentista y Barroca. Un evento 
de categoría nacional, al que el historiador Fernando Martínez ha logrado 
impulsar como un referente en su género. La semana, preñada de conciertos y 
jalonada de conferencias, supone un halo de aire fresco, de credibilidad, de 
coherencia, de constancia y de fe ciega en el buen hacer. Pues a pesar de eso, 
una panda de indocumentados, catetos de medio pelo y mediocres envidiosos, se 
han dedicado en las últimas semanas a tratar de echar tierra sobre un evento 
inmaculado, un proyecto joven y en alza, que con la constancia del que conoce lo 
que hace, ha logrado situarlo entre lo más granado del verano provincial, 
regional y nacional. 
Somos, tristemente, una tierra de cainitas. Una 
tierra en la que el éxito del vecino no es el nuestro, sino una muestra de 
decadencia y simplicidad. Una actitud pacata y de estrechez de miras. 
Pero no es el único caso. Almería se caracteriza en muchas de sus 
actuaciones, por tratar de de minar el campo de proyectos que han sido seña de 
identidad para esta provincia. Sin ir más lejos ahí están las Jornadas de 
Teatro del Siglo de Oro, torpedeadas por aquellos que un día se lustraron 
con su nombre y luego las devoraron como Zeus a sus hijos; los cursos de verano 
de la Universidad Complutense en Almería -cuando esta tierra no tenía 
universidad-, zancadilleados cuando aquí venían escritores de la talla de 
MarioVargas Llosa; presidentes de gobierno de medio mundo o 
premios Nobel de enorme prestigio; el equipo ciclista Costa de 
Almería o el propio equipo de fútbol, al que unos cuantos un año si y otro 
también tratan de desacreditar, cuando Alfonso García ha sido el único 
que le ha echado reaños suficientes para exponer y jugarse su dinero con tal de 
que la ciudad tenga fútbol. 
Pues a pesar de eso, luego somos tan 
tremendistas que lloramos de forma desconsolada cuando las cosas desaparecen. 
Incluso, hacemos de plañideras falsas, en un duelo al que nosotros hemos 
contribuido de forma descarada con trabas, quejas y críticas propias de la 
incultura y de la escasa capacidad de mirar más allá de lo que tenemos frente a 
nuestras narices.


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