Juan Carlos Blanco
Director de El Correo de Andalucía
Mercedes Alaya no deja indiferente a los mortales que habitamos la tierra. O se 
la idolatra con una devoción rayana en el fanatismo o se la detesta con rabia. 
Es lo que hay. Y esta semana, lo hemos podido comprobar con toda su crudeza y 
extremos tras conocerse el auto en el que imputa a casi una veintena de altos 
cargos de la Junta en la instrucción que investiga el caso de los ERE 
irregulares.
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| Mercedes Alaya | 
Las filias y las fobias están torpedeando cualquier intento de aproximarse al 
juicio de esta instrucción con ecuanimidad. Se tira más de argumentarios que de 
argumentos y terminamos por pensar que esto más que un proceso judicial es una 
batalla política que se dirime en un juzgado de instrucción. Y no es así, aunque 
a veces lo pueda parecer. Tanto quienes defienden los autos de la jueza Alaya 
como quienes los ponen en tela de juicio tienen una parte sustancial de razón en 
lo que sostienen. Pero no hay verdades absolutas o rotundas.
Como cualquiera que se haya asomado a los pormenores de esta investigación, 
soy de los que cada día me asombro aún más con la impunidad con la que un grupo 
de pícaros y trincones pudo montar una máquina tan engrasada para desviar, según 
recoge la investigación de la Guardia Civil, más de 150 millones de euros de 
fondos públicos de la Junta de Andalucía.
Repasemos: esta maquinaria se habilitó por una combinación letal de tres 
factores: 1. Se montó un sistema de transferencias de financiación que relajó 
los controles de fiscalización de ayudas por valor de más de 700 millones 
destinadas a los expedientes de regulación de empleo de las empresas en crisis. 
2. No se tuvieron en cuenta las advertencias que se fueron haciendo 
repetidamente desde el cuerpo de interventores de la Junta Y 3. Hubo un grupo de 
exsindicalistas, empresarios, aseguradoras, bufetes y consultoras que, en 
connivencia con algunos altos cargos de la Administración, aprovecharon estos 
agujeros en los controles de seguridad para saquear los fondos públicos como si 
se tratara de una horda de vikingos al asalto del botín.
En esta tesitura, y a tenor de los datos recabados, a nadie le puede 
sorprender que se impute a algunos altos cargos del Gobierno por los delitos 
presuntamente cometidos. Hay responsabilidades penales y políticas muy graves y 
aún queda depurarlas. Ahora bien, el que considere de puro sentido común que se 
termine imputando a algunos cargos de la Administración no quita para que 
detecten datos chocantes en el último auto de la jueza de los ERE.
Ahí van. 1. Cuesta entender que se impute a esa veintena de altos cargos y, 
sin embargo, no se aclare qué delitos se les imputan; 2. Extraña también que se 
les impute a todos por cumplir con una ley que fue aprobada en su día por el 
Parlamento andaluz; 3. Es cuestionable que vaya a por todos los altos cargos con 
alguna relación con los hechos investigados, entre ellos la exconsejera y 
ministra Magdalena Álvarez, y se deje atrás a los aforados (el primero y más 
relevante, evidentemente, el hombre que relevó en Hacienda a Álvarez: José 
Antonio Griñán) y, cuarto y último, no deja de escamar ni la coincidencia con 
procesos electorales de trascendencia ni esa tendencia de la jueza a utilizar un 
tono editorializante y como de novela de misterio en cada uno de sus autos.
Decía Alaya en su último auto que había llegado el momento de dar un “salto 
cualitativo” en el caso. No lo dudo, pero abundaría más. Lo que ha llegado es el 
momento de darle el empujón definitivo y terminar de una vez con una instrucción 
que se encamina a los tres años.
A mi juicio, no se puede hablar en ningún modo de persecución o de causa 
general contra Chaves o Griñán, pero sí que se puede afirmar con rotundidad que 
algunos de los autos de la jueza de los ERE terminan por hacerle un flaco favor 
a la propia magistrada, pues extienden esas sospechas de una supuesta 
parcialidad y dan munición a quienes observan en ella un empecinamiento casi 
obsesivo en apuntar, y disparar judicialmente, a las más altas instancias del 
gobierno andaluz.


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