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El comando reactivo de Almería


Antonio Felipe Rubio
Periodista

⏩ Principio de Acción/Reacción: si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), éste reacciona contra aquél con otra fuerza de igual valor y dirección, pero en sentido contrario (reacción). Este principio físico es una constante en nuestras vidas. Lo comprobamos cuando jugamos al billar y, también, cuando indicamos a nuestro hijo que haga tal cosa y hace lo contrario; si bien es cierto que este último caso no obedece a procesos dinámicos, más bien es patrimonio de una no escrita constante universal. 

Acción-reacción /Javier Cano)

En Almería existe el Principio de Acción/Reacción con una profusión desmedida, ya que existen elementos con una gran carga potencial en reserva permanente para desatarla ante cualquier estímulo que ofrezca actuar en sentido contrario. Estos personajes están encogidos y fruncidos (física y emocionalmente) esperando saltar como un muelle o resorte. Pero no siempre funcionan ante el estímulo con la misma determinación. Depende de la naturaleza de la fuerza incidente (rojo/azul; izquierda/derecha…). Si la fuerza incidente es agradable a su ideología permanecen estables e inmutables como un menhir ante una brisa. 
Cualquier cosa que se haya pretendido hacer en Almería -aun objetivamente beneficiosa-  ha contado con una ostensible oposición
Cualquier cosa que se haya pretendido hacer en Almería -aun objetivamente beneficiosa-  ha contado con una ostensible oposición que, una vez comprobados los efectos positivos del cambio, son incapaces de reconocerlo y, acto seguido, se rearman para el siguiente envite reaccionario. 

El necesario cambio de solería del Paseo de Almería era una clamorosa demanda de los almerienses ante una superficie untuosa que ofrecía un curso gratuito de patinaje o en su defecto una prótesis de cadera. Fue tan virulenta la confrontación que, dicen, pudo costarle la alcaldía a Juan Megino ante la gran cantidad de fatalidades que acaecerían con la aplicación de baldosas de granito, sobre las que adujeron propiedades nigrománticas. 

Otro clamoroso caso de acción/reacción se vivió con la peatonalización de Reyes Católicos y adyacentes: provocaría la desertificación comercial, empobrecimiento de la zona y caos del tráfico. Posteriormente, se comprobó la bondad de la medida y la revalorización inmobiliaria, así como un mejor ordenamiento y ornato del conjunto. 

Sobre la posible llegada de El Corte Inglés se intentaron -y se consiguieron- todo tipo de trampas con la inestimable ayuda de la Junta del PSOE y las autoridades locales socialistas que llegaron a utilizar el argumento como chantaje para alcanzar un acuerdo en la alcaldía (reunión en un restaurante de Antequera). Conclusión: Almería se quedó sin El Corte Inglés, y ahora se reduce la oferta en Hipercor de El Ejido.

Dentro de las, ahora plausibles, medidas para el fomento de la capital como centro de exposiciones y congresos se pretendió erigir un edificio singular en un lugar emblemático (delta del Andarax) y para ello se intentó contratar los servicios del prestigioso estudio de arquitectura de Norman Foster. Cuando todo estaba a punto, el PSOE de Almería fabuló sobre “intereses oscuros” entre Norman Foster y el yerno de Aznar. Extremo que se demostró falso. Conclusión: Foster no quiso volver a hablar de Almería, y jamás se intentó retomar el proyecto al llegar la crisis.
El “Toblerone”, un monstruoso silo de mineral inserto en una de las zonas de mayor proyección en la capital, era un lugar inútil y olvidado que alcanzó inusitado protagonismo cuando se acordó su demolición
El “Toblerone”, un monstruoso silo de mineral inserto en una de las zonas de mayor proyección en la capital, era un lugar inútil y olvidado que alcanzó inusitado protagonismo cuando se acordó su demolición para una ambiciosa operación urbanística. Enseguida aparecieron numerosas opciones para usos “culturales”, opciones jamás atisbadas mientras el “Toblerone” cumplía con su noble función: nido de ratas y herrumbre.

El principio físico de la acción/reacción se centra en Plaza Vieja. Los ficus que ensucian, oscurecen, estorban y deterioran concretamente en ese espacio (deseables en otra ubicación) ahora se convierten en objetivo para estos comandos que jamás repararon en los mismos árboles que fueron arrancados en Obispo Orberá por el Ayuntamiento del PSOE, ¿acaso entonces no existía conciencia proteccionista? Ahora, aducen como argumento “antidemocrático” el rechazo de las alegaciones presentadas. Si ese es un argumento antidemocrático, qué será que la Junta del PSOE de Sevilla no haya atendido ninguna, insisto, ni una enmienda o propuesta del PP durante 38 años de gobierno progresista tan sensible y decidido a atender las demandas ciudadanas.

Nostalgia garrapatera

Pablo Requena
Periodista

Si me pongo en la piel de un niño almeriense (un niño de clase media que tiene la suerte de no dar clases en las barracas de la Junta y cuyos padres conservan sus empleos a pesar de la política laboral rajoyesca) llego a una conclusión: Almería está perdiendo diversión a raudales para los más pequeños. Otra cosa distinta es el cambio en la forma de divertirse de los niños de hoy en día, que mayoritariamente parecen preferir tirarse la tarde encerrados entre cuatro paredes con la playstation o el twitter. Pero, suponiendo que el zagal al que me refiero sea de la vieja escuela y disfrute jugando en cualquier sitio menos en su casa, muchos convendrán conmigo en que, ciertamente, los jóvenes almerienses ya no podrán deleitarse nunca más saltando desde el cajón, denominado por la burocracia del lugar como ‘cable francés’.

Cable Inglés
Nunca jugarse la vida fue tan divertido. Allí mismo, en el cajón, la vida sentaba cátedra sobre quiénes eran dignos y valientes, y quienes unos cobardicas; los que saltaban y los que no lo hacían. Claro que, si no había bemoles a saltar desde tan alta y oxidada plataforma (algo que no era sino una muestra de inteligente sentido común), siempre tenías la ocasión de redimirte adentrándote, desde el mismo cable francés, por un oscuro túnel subterráneo, asediado por el polvo rojizo del mineral de Alquife que tanto daño hizo en su día a esta ciudad; un túnel que daba a parar a las vías del tren, justo frente al Toblerone, y del que no era nada sencillo escapar.

El cajón, la cueva de Conan o el mismo Toblerone han sido lo más parecido a un parque de atracciones que Almería ha ofrecido nunca a sus churumbeles. Que ya es triste. Casi tanto como aquellos rumores malintencionados sobre inminentes llegadas de eurodisneys o eurovegas de turno. Ya nada queda de ninguna, ni de las que existieron realmente ni de las que lo hicieron sólo en nuestras ilusiones. Ni siquiera queda mucho ya de la vega de Acá. ¿La vega de Acá era divertida para un niño? La vega era una jodida selva amazónica para los pequeños tuaregs almerienses que cazábamos sapos, culebras, ratas, gatos, periquitos e incluso puercoespines. Hoy sólo encontraríamos algo similar en monumentos como El cortijo del fraile, la Alcazaba o la estación de ferrocarril antigua.

Abandono la piel del niño contemporáneo para regresar a la mía de cavernícola del siglo pasado, y veo que en uno o dos años (o en tres o cuatro: en Almería nunca se sabe) se abrirá al público la esperada ‘ciudad de los niños’, que va a costar más de once millones de euros y que aspira a convertirse en referente en toda Andalucía. Creo que, para un menor, esta ‘ciudad de los niños’ no será ni la mitad de atractiva como saltar desde un embarcadero abandonado, adentrarse en un mugriento silo de mineral, creerse Conan el bárbaro o hacer de Cocodrilo Dundee en la vega de Acá, y lo pienso porque basta con que sus padres y gobernantes no sólo no les prohíban que vayan, sino que les animen a ir, para que pierda todo interés.

De momento, yo me conformaría con que esta futura opción de ocio familiar, legal y potencialmente nada peligrosa, inhiba a niños y adolescentes de practicar juegos y actitudes tan poco recomendables como el uso que algunos le dan al edificio del Mercado Provisional del ayuntamiento. La imagen que acompaña este texto (obtenida hoy mismo) da fe de ello. Es cierto que siempre tiene que haber gente para todo, pero si logramos que cada vez haya menos garrulicos, sin duda será un comienzo.