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Arnold Schwarzenegger vuelve a Almería 33 años después

Marta Rodríguez
Periodista

Arnold Schwarzenegger regresa a la tierra que lo convirtió en una estrella mundial. 33 años después del rodaje de ‘Conan, el bárbaro’, su protagonista volverá a recorrer los escenarios donde se rodó, quién sabe si en la que podría ser sólo la primera de otras visitas. Icono de películas de acción como ‘Terminator’ y ‘Desafío Total’, el de Conan fue el segundo papel del actor austríaco que venía del mundo del culturismo. El próximo domingo 28 de septiembre recogerá el máximo galardón del Festival Internacional ‘Almería en Corto’, el premio ‘Almería, tierra de cine’, y descubrirá su propia estrella del Paseo de la Fama, junto al Teatro Cervantes de la capital.

El intérprete ha confirmado su asistencia al Arnold Classic Europe de Madrid, el festival de culturismo más grande del mundo que él mismo fundó hace 25 años y que, de hecho, lleva su nombre. Pero su presencia en España no responde sólo a esta razón. Schwarzenegger se encuentra en plena búsqueda de localizaciones para el rodaje en 2015 de ‘The legend of Conan’, por lo que vendrá a la provincia acompañado de su productor Fredrik Malmberg.

Conan, el bárbaro
Según el experto en cine rodado en Almería y coordinador de la Guía del Cine del Instituto de Estudios Almerienses, Juan Gabriel García, esta visita podría ser el primer paso para otro rodaje. “Es una magnífica noticia para la promoción cinematográfica de la provincia de Almería, mucho más si tenemos en cuenta que aparte del homenaje que se le brinde al actor, la visita podría traer un nuevo rodaje a nuestra tierra”, subraya. 

En los mismos términos se expresa Juan Enrique Pérez Miranda, de la Asociación Almería Cine. “La visita de Schwarzenegger confirma el gran momento por el que pasa Almería. Lo que más me ilusiona es que venga con un productor. ‘Conan, el bárbaro’ es una de las grandes películas que se han rodado aquí”, asegura.

Tal y como señala el especialista José Márquez Úbeda en la Guía del Cine de Almería, ‘Conan, el bárbaro’ fue una de las superproducciones más espectaculares de los años 80 hasta el punto de que rememoró los colosales rodajes de la época dorada del cine de Almería. No en vano, dio trabajo a 6.000 extras.

Según la misma fuente, en la provincia se filmó en parajes de Almerimar, las dunas de Cabo de Gata, la cueva de Roque, situada en La Molineta, a las afueras de la capital, el recinto de la Alcazaba y La Hoya, donde ahora se levantan los decorados de ‘Clavius’.

Precisamente con una de estas localizaciones tiene que ver quizá el único ‘pero’ del regreso de Arnold Schwarzenegger. Voces del cine y la cultura almeriense han reivindicado durante años la recuperación de las conocidas como las Cuevas de Conan, uno de los decorados cinematográficos más emblemáticos de la provincia. “Su paso por aquí será un motivo para sonrojarnos por lo que pasó con las cuevas de la Molineta, que si bien eran propiedad privada constituían un gran decorado de nuestro cine”, apunta Juan Enrique Pérez Miranda.

Nostalgia garrapatera

Pablo Requena
Periodista

Si me pongo en la piel de un niño almeriense (un niño de clase media que tiene la suerte de no dar clases en las barracas de la Junta y cuyos padres conservan sus empleos a pesar de la política laboral rajoyesca) llego a una conclusión: Almería está perdiendo diversión a raudales para los más pequeños. Otra cosa distinta es el cambio en la forma de divertirse de los niños de hoy en día, que mayoritariamente parecen preferir tirarse la tarde encerrados entre cuatro paredes con la playstation o el twitter. Pero, suponiendo que el zagal al que me refiero sea de la vieja escuela y disfrute jugando en cualquier sitio menos en su casa, muchos convendrán conmigo en que, ciertamente, los jóvenes almerienses ya no podrán deleitarse nunca más saltando desde el cajón, denominado por la burocracia del lugar como ‘cable francés’.

Cable Inglés
Nunca jugarse la vida fue tan divertido. Allí mismo, en el cajón, la vida sentaba cátedra sobre quiénes eran dignos y valientes, y quienes unos cobardicas; los que saltaban y los que no lo hacían. Claro que, si no había bemoles a saltar desde tan alta y oxidada plataforma (algo que no era sino una muestra de inteligente sentido común), siempre tenías la ocasión de redimirte adentrándote, desde el mismo cable francés, por un oscuro túnel subterráneo, asediado por el polvo rojizo del mineral de Alquife que tanto daño hizo en su día a esta ciudad; un túnel que daba a parar a las vías del tren, justo frente al Toblerone, y del que no era nada sencillo escapar.

El cajón, la cueva de Conan o el mismo Toblerone han sido lo más parecido a un parque de atracciones que Almería ha ofrecido nunca a sus churumbeles. Que ya es triste. Casi tanto como aquellos rumores malintencionados sobre inminentes llegadas de eurodisneys o eurovegas de turno. Ya nada queda de ninguna, ni de las que existieron realmente ni de las que lo hicieron sólo en nuestras ilusiones. Ni siquiera queda mucho ya de la vega de Acá. ¿La vega de Acá era divertida para un niño? La vega era una jodida selva amazónica para los pequeños tuaregs almerienses que cazábamos sapos, culebras, ratas, gatos, periquitos e incluso puercoespines. Hoy sólo encontraríamos algo similar en monumentos como El cortijo del fraile, la Alcazaba o la estación de ferrocarril antigua.

Abandono la piel del niño contemporáneo para regresar a la mía de cavernícola del siglo pasado, y veo que en uno o dos años (o en tres o cuatro: en Almería nunca se sabe) se abrirá al público la esperada ‘ciudad de los niños’, que va a costar más de once millones de euros y que aspira a convertirse en referente en toda Andalucía. Creo que, para un menor, esta ‘ciudad de los niños’ no será ni la mitad de atractiva como saltar desde un embarcadero abandonado, adentrarse en un mugriento silo de mineral, creerse Conan el bárbaro o hacer de Cocodrilo Dundee en la vega de Acá, y lo pienso porque basta con que sus padres y gobernantes no sólo no les prohíban que vayan, sino que les animen a ir, para que pierda todo interés.

De momento, yo me conformaría con que esta futura opción de ocio familiar, legal y potencialmente nada peligrosa, inhiba a niños y adolescentes de practicar juegos y actitudes tan poco recomendables como el uso que algunos le dan al edificio del Mercado Provisional del ayuntamiento. La imagen que acompaña este texto (obtenida hoy mismo) da fe de ello. Es cierto que siempre tiene que haber gente para todo, pero si logramos que cada vez haya menos garrulicos, sin duda será un comienzo.