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El yate del amor de Liz Taylor y Richard Burton se pudre en Garrucha

Manuel León
Periodista

En la antigua playa de Villajarapa -la lengua de agua fronteriza entre Garrucha y Vera. hoy convertida en varadero- se pudre el escondite de una historia de amor; allí donde los veratenses instalaban sus casetas de playa para el baño, allí donde los niños jugaban a las rachas entre las olas en verano, se echa a perder la madriguera de dos amantes de fábula: el Jazmine, el yate de lujo que le regaló Richard Burton a Elisabeth Taylor en 1964, cuando la pareja de estrellas se acababa de casar por primera vez. La embarcación de 34 metros de eslora y 2.600 caballos da la impresión de que ha sido dada por perdida, como si estuviera en una leprosería. Lleva seis años varada en el puerto de Garrucha, a la espera de una profunda restauración que no se ha producido, ni parece que ya se vaya a producir. Oxidada, desvencijada, carcomida por el sol y los vientos, no parece que aguante mucho más tiempo, a falta de que algún excéntrico millonario tenga un capricho y quiera gastarse en la nave muchos miles de euros. 

El yate del amor / La Voz

El  yate llegó a Garrucha en 2018 casi haciendo aguas -asegura un testigo presencial trabajador de la comandancia- procedente de Águilas, para aprovechar las mayores prestaciones del varadero almeriense con una grúa de máxima potencia, pero desde entonces nadie se ha hecho cargo de la emblemática embarcación que sigue desde entonces en el dique seco. La historia del yate es rica en capítulos: en Águilas permaneció más de quince años atracado en el Puerto con peligro de hundimiento. Tanto, que tuvo que intervenir Salvamento Marítimo para sellar fugas de agua, hasta que se decidió trasladarlo a remolque hasta el varadero de Garrucha. 

El Jazmine fue uno de los lujosos regalos que hace ahora 60 años le hizo Burton a la Gata sobre el tejado de zinc. Cuentan las crónicas que a la actriz de los ojos violeta le encantaba pasear con solo tacones y sombrero por la cubierta para disfrute de la tripulación. Sus camarotes fueron fedatarios de grandes viajes y de la pasión de dos grandes del cine, que se casaron dos veces y se separaron otras dos. Tras su divorcio, y muchas botellas de ginebra consumidas, Burton vendió el barco que le había comprado al multimillonario armador griego Aristóteles Onassis. Con el tiempo acabó en manos de unos narcotraficantes que fueron detenidos por la Guardia Civil y la nave quedó aparcada en Santa Pola y de ahí pasó a Águilas. La empresa propietaria no contestó las constantes requisitorias y multas de la autoridad murciana y el barco llegó a sufrir un pequeño incendio.  

La Agencia Tributaria procedió a la subasta y el bajel con el que Liz y Richard surcaron los siete mares fue adquirido por un empresario que soñó con recuperarlo y utilizarlo como reclamo turístico. Pero fueron las cuentas de la lechera: el barco del amor y del desamor de los dos astros de Hollywood, del poderoso protagonista de La Túnica Sagrada y de la reina de Egipto, se desmorona en una playa almeriense, después de tantas madrugadas de vino y rosas.  

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