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Y la Mesa midió sus fuerzas

José Fernández
Periodista

En vísperas de la comentadísima convocatoria de la recién creada Mesa del Ferrocarril de Almería para exigir mejoras ferroviarias para nuestra provincia, un titular de La Voz de Almería emplazaba a comprobar a posteriori el impacto real de la iniciativa: “La Mesa del Ferrocarril mide hoy sus fuerzas”, escribía Simón Ruiz, posponiendo así la valoración del éxito del banderín de enganche a la comprobación del nivel de afluencia de gente.

Político, ven en tren
Y como una cosa es la cinemática y otra la cinematografía, conviene no ir contando películas de arte y ensayo respecto de la fuerza de la llamada: allí estábamos el reparto habitual en este tipo de producciones: 500-600 personas. Soy generoso. ¿Es ese el músculo social del malestar ferroviario en Almería? Uno diría que no, pero también diría que, por experiencia acumulada en años de servicios informativos, eso es todo lo que da la mata.

Ya sé que era un día de diario y que la hora era mala. Correcto. Pero también es cierto que la proposición contaba desde el minuto cero con el altavoz desinteresado de todos los medios de comunicación de Almería (a ver qué otra iniciativa recuerdan que haya gozado de más simpatías editoriales) y que ha tenido a su favor la ancha manga de unas redes sociales volcadas con la causa.

"Qué es lo que pasa en Almería para que una reivindicación aparentemente unánime y evidentemente justa no acabe siendo una aplastante demostración de hartazgo colectivo"

Deberíamos pensar entonces qué es lo que pasa en Almería para que una reivindicación aparentemente unánime y evidentemente justa no acabe siendo una aplastante demostración de hartazgo colectivo. Y puede que no sea un problema de sordera de una sociedad almeriense que vive permanentemente en modo compresa, sin notarse, sin moverse y sin traspasarse por nada, sino de la falta de capacidad de transmisión de ese reparto de políticos, periodistas, sindicatos y colectivos de Almería, que vivimos en esa permanente burbuja de limitada efervescencia que supone estar siempre los unos contra los otros y dispersándonos a nuestro aire por la copa, como en un champán malo.

Quizás por eso el tren Almería-Madrid sigue tardando lo mismo que cuando uno aspiraba a formar parte de esa burbuja.