Edita: Fidio (Foro Indalo de Debate, Ideas y Opinión) / X: @opinionalmeria / Mail: laopiniondealmeria@gmail.com
Mostrando entradas con la etiqueta lenguaje politico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta lenguaje politico. Mostrar todas las entradas

El habla de la bata

Luis Cortés
Catedrático de Literatura de la UAL

Confieso que en mi vida me he puesto una bata de casa; en mi juventud pensaba que era de personas mayores; ahora que lo soy yo, no se ha desarrollado en mí querencia alguna por dicho atavío. Sospecho, sin embargo, que ha de ser una prenda de máxima comodidad dado que su florecimiento en el ámbito casero se extiende tanto en el tiempo como en el espacio. Parece ser, no obstante, que en nuestros días está recibiendo una fuerte competencia por parte del chándal, ropa nacida para el deporte y que ha encontrado hasta tal punto acomodo en la vida juvenil que se postula como la alternativa natural de la bata, como los tenis son de los zapatos o los vaqueros del pantalón.

Quienes usan esas batas saben que con ellas no pueden –al menos no deben- ir a un acto público; una persona con tal atuendo en la cola de un cine no parece que dé una imagen adecuada socialmente. Para estas ocasiones se vestirán con otras prendas: pantalón, jersey, chaqueta, etc. La bata tiene su sitio y la chaqueta el suyo.

Cuento todo esto porque hace muchos años que repito a mis alumnos que con el uso del habla pasa igual que con la vestimenta citada: existe un habla de la bata, un habla de la chaqueta y un habla del chaqué; esta última es la que se emplea en las situaciones solemnes y de la que ahora no nos vamos a ocupar. Bueno … también existe un habla andrajosa y llena de impurezas. Las personas que dominan la lengua conocen varios registros y saben en cada momento cuál han de utilizar; por el contrario, las menos dotadas lingüísticamente solo emplean el único que conocen, mejor o peor, que suele ser el coloquial. Son muchas, sin embargo, las que ignoran que hay usos válidos para el registro de la bata que no sirven para el registro de la chaqueta, pues lo coloquial no siempre es aceptable en situaciones formales, como puede ser una conferencia o una entrevista radiofónica. El ejemplo que suelo citar es el del comío, que todos podemos emplear en algunos casos en nuestra casa o en el ámbito de los amigos y que es adecuado en un registro coloquial pero que no lo es en un registro formal. El hecho contrario, el uso de términos propios del discurso formal en nuestra lengua coloquial, nos puede llevar directamente a un habla petulante, tan inadecuada como la anterior.

Hablar bien, por consiguiente, requiere adecuar la lengua a la situación, y esta no es la misma si estamos dando clase a nuestros alumnos o hablando de fútbol con los amigos. En el primer caso, en la explicación académica, utilizaremos un registro técnico-próximo –una conferencia, sería técnico-distante-  y con nuestros amigos, utilizaremos un registro coloquial. Y en este se nos permiten no sólo vocablos especiales  (cachondeo, pirarse, etc.), frases hechas (‘salir enchufado’ en el sentido de ‘salir concentrado’;  ‘cruzársele los cables’ con el significado de ‘perder un poco la razón’, etc.) sino aspectos del lenguaje que si bien no son del todo correctos pueden ser adecuados para este registro.  Así, la sustitución del relativo cuyo por que su en construcciones como “El Roquetas es un equipo que su objetivo es la permanencia”; la omisión de la preposición en ante el relativo que, en casos como  “El día (en) que me quieras” o “En el momento (en) que llegaste”. Del mismo modo se consiente en dicho registro coloquial la pérdida  de la preposición  de en ejemplos como “Me acuerdo (de) que cuando pasó aquello …”, aunque lo correcto sea “Me acuerdo de que …. Los ejemplos serían muchos. Citemos dos más: uno es alante, variante reducida del adverbio de lugar adelante, en casos como “vete para alante”; y otro es el empleo de adentro seguido de de en “Lo encontraron calcinado adentro del coche”; ambos serían inadmisibles en el habla de la chaqueta, donde solo se podría decir “vete para adelante” y “dentro de su coche”, pues son las dos acepciones aceptadas en la norma culta del español. Podemos decir que todos esto empleos, en este registro coloquial,  tienen licencia y no llegan a ser vulgarismos; sí lo serán, en cambio, usos como “me se cayó el lápiz”, “la regalé una bicicleta”, "ojalá  fuera ido antes”, “detrás mía” “cónyugue”, etc.); son inaceptables con bata, con chaqueta o con chaqué. Sería el habla de la  chupa del dómine Cabra, tan sucia como andrajosa.

“Señor -respondió Sancho-, cada uno ha de hablar de su menester dondequiera que estuviere”. Efectivamente, Sancho, pero si es posible hagámoslo adecuadamente,  con discreción y sin impurezas. Es lo deseable.

El lenguaje político, la derecha y la izquierda

Luis Cortés
Catedrático de Filología de la UAL 


Hace unos meses formé parte de un tribunal de Tesis doctoral en la Universidad de Granada. La Tesis trataba del discurso político; más concretamente, de los debates sobre el estado de la nación y su repercusión en los medios de comunicación. El doctorando, hoy ya Doctor Sánchez García, analizó con precisión el discurso empleado en estos debates, así como el especial papel reservado a los titulares en la transmisión de la información política. Para ello se basó en dos tipos de textos, ambos complementarios: el primero estaba formado por todos los «Debates sobre el estado de la nación» (19 en total), que  tuvieron lugar desde 1983 –fecha de celebración del primero- hasta 2007 –último debate de la primera legislatura de Rodríguez Zapatero-; el segundo tipo de documentos procedía de la recopilación de todos los titulares de prensa de los diarios nacionales relativos a los  citados debates: un total de 2.557 titulares. Llegado a este punto de la columna, no se ha de preocupar el lector, pues no nos vamos a referir a la   metodología empleada, a los aciertos o desaciertos del trabajo o a la bibliografía omitida. Pero sí, a algunos detalles que, sin ser importantes para el desarrollo del estudio, nos llamaron la atención.

Al analizar los términos empleados por los líderes de la izquierda y de la derecha  para referirse al nombre de la nación y de sus ciudadanos, nos encontramos con algunas sorpresas: por ejemplo, que el término España fuera más empleado por la izquierda que por la derecha; esta última opción política, tradicionalmente, ha reprochado a sus oponentes de izquierdas que soslayen el nombre del país, España, y que empleen otros términos sinonímicos para sustituirlo: «en este país», «territorio» o incluso «nación»; en dichos debates,  el Partido Socialista utilizó el término España  en 811 ocasiones, en tanto que la derecha 702 veces. Sorpresa fue también para nosotros -en virtud del ideario de ambos partidos-  que no hubiera diferencia en el uso del término patria; evitado por ambas ideologías, únicamente fue empleado, en el total de los debates analizados, en una única ocasión tanto por la derecha como por la izquierda. 

No es extraño, sin embargo, que la izquierda haya empleado bastante más el término país (en 519 ocasiones) que la derecha (en 341); lo que no sabíamos es que la progresión en este uso se debía a la preferencia personal de Rodríguez Zapatero, ya que en la época de Felipe González su manejo no fue tan frecuente. Tampoco resulta chocante que, a la hora de referirse a los habitantes, la derecha opte, principalmente, por españoles en tanto que la izquierda por ciudadanos. A lo largo del estudio se analizan otras cuestiones pragmáticas, como por ejemplo que los representantes del Gobierno, en su afán de difuminar las responsabilidades de los agentes políticos, empleen más las construcciones impersonales y la pasiva, o que en los líderes de los partidos gobernantes se observe una mayor tendencia al yo, al personalismo, con el objeto de atribuir a su liderazgo los grandes logros de gestión; contrariamente, en la oposición es más frecuente el nosotros o los españoles.

En el capítulo en que nuestro ya Doctor se ocupa de los mecanismos sutiles empleado por los políticos a la hora de manifestar suave y decorosamente aquellas ideas cuya recta y franca expresión sería dura  de aceptar, se habla del llamado eufemismo político. Este suele ser mucho más empleado por el Gobierno que por la oposición y aflora en cualquier debate, máxime en los debates parlamentarios de gran tensión, como el que tuvo lugar en julio de 2008 -debate en que se trató sobre la crisis económica-; es obvio que esta fue minimizada por el Gobierno socialista, y se constituyó en llamativa prueba de ello el empleo por parte de Rodríguez Zapatero de catorce eufemismos  diferentes -en el mismo debate-. Como queda recogido en el Diario de Sesiones, el líder socialista evitó el término crisis y lo sustituyó por los siguientes sintagmas: “situación ciertamente difícil y complicada”, “condiciones adversas” “una coyuntura económica claramente adversa», “brusca desaceleración”, «deterioro del contexto económico”, “ajuste”, “empeoramiento”, «escenario de crecimiento debilitado”, «período de serias dificultades”, “debilidad del crecimiento económico”, “difícil momento coyuntural”, “empobrecimiento del conjunto de la sociedad”, “gravedad de la situación” y “las cosas van claramente menos bien”. ¡Espléndido estuvo, lingüísticamente hablando, el Presidente! ¡Qué manera de agrandar y engrandecer la lengua española! Todo tiene su otro lado.