Rafael Leopoldo Aguilera
Europa, la Unión Europea, no puede seguir aplicando el Tratado de Schengen en relación a la libre circulación de personas. Debe de ponerse coto a las migraciones irregulares de personas indocumentadas del norte de África, y también de otros países, sean del este o del oeste, que todos los días entran en nuestro territorio nacional y se asientan sin control gubernamental alguno. Esto no supone dejar de ser solidarios, sino, al contrario, mantener y aumentar nuestra cooperación para con quienes lo necesitan, pero desde sus lugares de origen, que es donde deben de salir hacia adelante, desarrollando socialmente y económicamente sus territorios.
Estas corrientes migratorias sin control alguno, vengan de donde vengan, lo único que nos crea es una sensación y percepción de inseguridad ciudadana, sobre todo en estos momentos de gran carestía económica que estamos atravesando, en especial España, y que vemos a muchos inmigrantes deambular por determinadas zonas, de día y noche, con rostros apesadumbrados y cabizbajos por el fracaso personal, sin más esperanza que la búsqueda de un trabajo que les permita ir subsistiendo. Cuestión actualmente difícil, por no decir, imposible, para los nacionales de toda la vida.
Es inadmisible que el Estado pueda seguir soportando económicamente la llegada de más inmigrantes sin tener la esperanza de que puedan tener un trabajo que les permita sobrevivir ellos y sus familias, y colaboren en nuestra Patria en aumentar nuestro desarrollo, con independencia de que remitan divisas a sus respectivos países para poder ir saliendo de las situaciones de injusticia que viven en sus lugares de origen. Y que gracias a la labor caritativa de instituciones como la Iglesia Católica, los acoge en sus diversas asociaciones o congregaciones, paliando enormemente este caos, que un día se va a convertir en una convulsión social.
Nuestros hospitales están repletos, con sanidad pública o privada; qué decir de las cárceles, saturadas de inmigrantes que han vulnerado el Código Penal. No hay trabajo para tantas personas que nos llegan, y siguen llegando, en búsqueda no solo de trabajo sino de libertad, y a veces, también con otras intenciones, no queriendo aceptar nuestros principios y valores constitucionales y democráticos.
Es necesario que España, nuestra plurinacional e invertebrada nación de naciones, inste a la UE y vuelva a implantar las fronteras y el control aduanero, hasta en Gibraltar hasta que no nos lo devuelvan, el pasaporte o visado la libre circulación de personas, y evitar todos estos flujos migratorios sin oficio ni beneficio. Bueno, a algunos/as les han buscado hueco en listas electorales municipales, y nuestros universitarios con el sueño germano de los tecnócratas del franquismo “Vente a Alemania, Pepe”.
Porque puede darse ahora que, ante los brotes verdes, o amarillentos, del cansino lenguaje de lo correctamente político, hasta el turismo nacional y extranjero, que está despertando de su letargo viajero, sobre todo, por las situaciones socio-políticas de países árabes, vaya a otros lugares de esparcimiento y ocio, y el nacional se quede en sus domicilios haciendo guardia de centinelas por temor a dejar sus viviendas vacías, y pendientes en sus estancias viajeras de no ser sorprendidos por personas a las que les agrada con descaro lo ajeno.