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Virginia Fernández Collado, poeta: “Cada instante viene con nuevas bellezas”

Antonio Torres
Director de Canal Sur

Virginia Fernández Collado (Bédar, 1977) tuvo éxito en  la reciente Feria del Libro con  su antología poética Poemas  2006-2016. Se define como poeta y matiza que no se le llame poetisa. La sorprendimos en la Plaza de la Catedral firmando su última obra poética, un trabajo que condensa 10 años de creación e incluye los poemas de Depredador, una de sus obras singulares.

Virginia Fernández Collado

El viernes presentará en el Museo de Arte de Almería Poemas 2006.2016. Será presentado por representantes de la Fundación Fondo Kati como Antonio Vila e Ismael Diadié Haidara (Mali, 1957); el presidente de Unesco en Andalucía, Ángel Bañuelos Arroyo, y  los reconocidos poetas Pilar Quirosa y Juan José Ceba.  Éste  subraya el valor del silencio en la poesía de Virginia. "En mayo presentan sus libros en Almería dos poetas del silencio, que tanto respeto y me interesan: Virginia Fernández Collado y Leonardo Soriano”, explica Ceba.

Virginia Fernández tiene ojos y mirada que denotan viveza, inteligencia. Cada instante nuevo en la vida, viene con nuevas bellezas. Leer y escribir los pétalos de las flores desde Bédar. Son frases sencillas y auténticas que le delatan a una escritora que disfrutan del restaurante Miramar, la prolongación del pasillo de su casa, que llevan con acierto una familia querida y admirada por todos, Pedro Cano y Catalina Collado, junto a sus hijos Ana y Juan Pedro.

Es una mujer con gran agudeza y visión de las cosas simples para sacar lo mejor. “Me inspiran las cosas cotidianas  como la belleza de la naturaleza, los asuntos de amor, cuestiones de mi familia y de Bédar que es el pueblo de mis raíces”. Desde niña comenzó a fijarse y a conversar con los ingleses que viven en su localidad de perfil árabe y muy bien cuidada. Los extranjeros afincados en esa pequeña gran villa se mezclan con los vecinos. Todos se conocen y se llaman con sus nombres o apodos.  Esa influencia anglosajona le dota de desparpajo y seguridad.

Se nota en Virginia que desde su más tierna infancia ya disfrutaba de las costumbres de los “guiris” que pasan por el estanco de su prima Mariquitina  o la carpintería de su padre Jesús. Hasta en los hábitos se nota la influencia inglesa. “Me he quedado con la costumbre de cenar temprano, sobre las siete de la tarde, y madrugar. Esa multiculturalidad llega a toda la población”.

La poeta se dio a conocer en el  XIII Certamen de Creación Joven Ciudad de Almería. Hija de Jesús Fernández, innovador carpintero,  escribe poesía desde los 10 años, siendo su poeta de cabecera Fernando Pessoa. Profesora de Gestión y Administración de Empresas, en el IES Murgi de El Ejido, señala que la poesía es su pasión. Reitera que le supone un descanso después de enseñar contabilidad a sus alumnos. Pone el ejemplo de Pessoa, que venía del campo científico y las letras le llevaban al bienestar, rememora la poeta de Bédar, casada con un conocido profesor que se exilió de Mali

Explica a todo el mundo que Bédar tiene personalidad propia para ser visitada. “La ruta del agua es un espectáculo único con una vegetación en torno a Balsa Alta en la que el paisaje árabe se mezcla con el verde, con lo céltico, algo único”, dice, tras confesar que le da ánimo que los índices de lectura indican que se lee más que nunca.

Es consciente que para llegar hasta aquí ha habido muchas mujeres que han trabajado duro en la emigración o desde sus calles. Hace un siglo, cuando Colombine ya se paseaba por el mundo como periodista y escritora, que las mujeres trabajaran fuera del hogar era algo vulgar o con el adjetivo de pobres. Mujeres que siempre han defendido la libertad. La historia de Bédar pone acento en trabajadores que han sabido salir adelante, muchas de ellas cuidando de los hijos y del bancal por culpa de la emigración. O cuidando con final trágico a los maridos enfermos de la brutal silicosis.

Refugio cultural en ‘La Oficina’

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

“Nos vemos en La Oficina” es uno de los mensajes libres en la calle. La oportunidad de encontrarse cara a cara con un sentido que intenta recuperar la cuestión cultural sin artificios y que se siente liberada en pequeños refugios culturales como La Oficina (calle de las Tiendas, Almería). Teatro, poesía, novela, la palabra en distintas circunstancias, todo en función de un sentido de liberación que promueve lo cultural, frente a la desazón del mundo oficial, de la cultura banal programada por la sociedad de consumo, llena de artificios, de falsedades, de reglas mercantiles que sitúan lo cultural en función del negocio o del interés de quien ejerce el poder desde la mediocridad. El sistema impone sus reglas y lo cultural, o se acomoda a ella o está condenada al exilio o al silencio. La cultura sin aditivos renace, pues, desde el silencio interior personal, individual y colectivo. Nunca en las reglas del mercado.

Un acto en La Oficina
Al igual que en aquellos tiempos de iniciación, en que la cuestión cultural libre encontró refugio en pequeños locales para sentir la verdad profunda del cante jondo, o de la música o de la palabra escrita o pronunciada en un escenario escondido; locales casi secretos o camuflados para pasar desapercibido, a sabiendas de la amenaza de estar vigilados; de nuevo encuentra sentido que lo cultural busque nuevos refugios para alimentar las inquietudes de las ideas, de las formas, de los sonidos vivos, de los poemas al descubierto, que salen a la superficie con precaución, de mundos que nacen a la vida desde la ficción, de historias y leyendas que permanecen en los recuerdos y en la imaginación frente a la realidad. Son lugares pequeños, donde alumbra la cordialidad y el silencio expectante. Hay sonrisas y conversaciones abiertas. Se escucha a quien interpreta  en libertad sus sentimientos, sus ideas, sus mundos y deja escapar la ficción que desvela la realidad y la interpreta. El sentido del pensamiento crítico está en su ambiente.

La Oficina es uno de esos refugios libres en Almería donde lo cultural sin aditivos ha encontrado acomodo. No hace muchos días fui testigo de uno de esos momentos. En esta ocasión, en torno a la poesía, con el poemario ‘Depredador’ (colección Máquina de Escribir, La Oficina Ediciones Culturales, 2015), un título sorprendente y revelador que nos libera, de Virginia Fernández Collado (Bédar, Almería, 1977): “Ahora que no escribí ni un solo verso/túmbate a mi lado/sé memoria y olvido…”). El prólogo es del poeta Juan José Ceba (Albox, Almería, 1951): “En este momento de funesta deriva y mares de naufragios, disfruta Almería de una generación joven de espléndidos poetas…” Ilustraciones de Iris García Carvajal, con el sorprendente ritual de las líneas abiertas que emergen a la vida del poemario.

En esa noche en La Oficina, los asistentes nos adentramos en la poética de Virginia, a quien le gustan los días de lluvia, que contempla alrededor con una mirada depredadora que persigue, captura y transforma el mundo en otros mundos, en el territorio del “cielo azul”, recorrimos “paredes oblicuas”, desvelamos el mundo urbano tan próximo, sonreímos asombrados al ver volar “pajaritas de papel”, un nuevo sentido en “silencio blanco”, los ecos impresionantes de “El bosque”, la búsqueda de una “ciudad imaginaria” que permanece: “No existirá esa ciudad construida para nosotros/no la harán nunca…”, en el transcurrir del otoño, del invierno, de la primavera, no existe el verano, del crepúsculo, con un desenlace no exento de amargura idealizada: “No soporto el naufragio de las palabras…”.

Aquella noche hubo, pues, muy buenos momentos en La Oficina, lejanos y tan acosadores los ruidos de la mediocridad de la cultura establecida. Fue agradable respirar de nuevo en ese silencio tan entrañable. A partir de ahora nos podemos ver en La Oficina. Pero busque también en otros lugares, en otros pueblos y ciudades, seguro que hay más refugios clandestinos de la cultura libre, sin aditivos. Son lugares necesarios para resistir.