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La Unión Europea a pesar de todo


Félix
de la Fuente Pascual

El desencanto frente a la integración europea es algo que viene ya de lejos. No debemos asombrarnos, por tanto,  ni debe cundir el desánimo por que un juez alemán se haya creído el árbitro supremo en la interpretación de la Euroorden al poner sus propias condiciones a la extradición de Puigdemont. Aunque estemos ante un tema que afecta directamente a la existencia misma de la UE, esta utopía que nace con el deseo de derribar fronteras y de superar nacionalismos y que después de 60 años se encuentra ahora con un resurgir peligroso del nacionalismo y de fronteras legales, esto no debe darnos pie para aflorar nuestro propio nacionalismo profundo.

Soltamos improperios contra la UE porque un juez no español o algún político europeo muestra simpatía por el independentismo catalán, cuando estamos viendo cómo hacen esto mismo otros políticos españoles o incluso cómo partidos políticos españoles llamados constitucionalistas  están colaborando  con partidos independentistas  (tripartito, Gobierno del País Vasco y un largo etcétera).

Tanto o más peligrosos  que los nacionalismos regionales son los nacionalismos estatales. Querer aplicar la Euroorden según el propio criterio y según las normas del propio país es un nacionalismo peligroso que amenaza con dinamitar los fundamentos de la construcción europea. Aplicar la legislación de la UE como a cada juez le parece bien y según la legislación nacional, es decir, que por encima de la legislación de la UE está la legislación nacional, es volver de nuevo a los nacionalismos, es levantar barreras entre los países y, por tanto, entre los ciudadanos; es olvidarnos de que a pesar de las deficiencias de la UE, ésta nos ha proporcionado a los europeos el más largo período de paz de los tiempos modernos, es olvidarnos de las muchas cosas buenas que nos ha aportado estar dentro de la UE.  Algo bueno debe de tener cuando tanto interés tienen Putin y Trump en destruirla. 

Sin embargo tenemos que reconocer que hay mucho nacionalismo en Europa. La simpatía que encuentra Puigdemont en Alemania o en Bélgica ni es casual ni es fruto de la pericia de los independentistas o de la impericia de los gobiernos españoles. Hay mucho independentismo regional, porque hay mucho nacionalismo de Estado. Y este nacionalismo de los Estados es lo que está  haciendo que Europa no funcione, que no pueda afrontar los grandes problemas sociales y que los ciudadanos se sientan desilusionados por la integración europea.

Hace ya mucho tiempo que los cuestiones importantes de Europa quedan fuera del control de las Instituciones de la UE (Parlamento Europeo, Comisión y Tribunal de Justicia), y se deciden  en el marco llamado intergubernamental, que no es el marco propio de la UE. Caminamos hacia una Europa de gobiernos y no de ciudadanos, hacia una confederación de Estados y  no hacia una Unión Europea.

Esperemos que los gobiernos se lleguen a poner de acuerdo sobre la aplicación de la Euroorden o, en caso contrario, tengan la suficiente modestia para recurrir al Tribunal de Justicia de la UE -de Luxemburgo- en una cuestión prejudicial, como se suele hacer en casos similares, para que el Tribunal decida cómo debe aplicarse la Euroorden. En las últimas décadas los gobiernos han venido poniendo trabajas tanto al Parlamento Europeo, como a la Comisión e incluso al Tribunal de Justicia, y todo esto con el consentimiento de los partidos nacionales. ¿Quién está impidiendo que la UE no funcione? No son los funcionarios de Bruselas.

Los nacionalismos regionales no desaparecerán mientras en Europa sigan primando los nacionalismos de Estado. A pesar de todo, no hay otro camino que la UE.

El nacionalismo de las regiones no desaparecerá mientras haya nacionalismos de Estado

Félix
de la Fuente

Corren días difíciles para la UE.  No se ha despertado aún del schok del Brexit y ahora la acechan nuevos problemas por parte de los países del Este. Por primera vez, está a punto de aplicarse el artículo 7 del tratado de la UE, es decir la privación a un Estado miembro de ciertos derechos que se deriven de los Tratados por haber violado los valores democráticos fundamentales, y en este caso concreto, por haberse violado el principio de separación de poderes por parte del gobierno de Polonia. 

Sin embargo y lamentablemente no es la primera vez que se da una violación de principios fundamentales e incluso de derechos fundamentales dentro de la UE. Basta con recordar la postura de algunos países de la UE respecto al problema de los refugiados o, sin ir más lejos, la imposibilidad o dificultad para participar en las votaciones del País Vasco que tenían las personas que habían salido de su casa huyendo de ETA, o el desprecio al derecho de los padres y de los niños a la educación en el idioma materno que se daba y se da en Cataluña y en otras regiones de España.
Si la UE se funda en los valores de la democracia y en el respeto a los derechos humanos, debe dotarse de medios para impedir la violación de estos principios
Si la UE se funda en los valores de la democracia y en el respeto a los derechos humanos, debe dotarse de medios para impedir la violación de estos principios. El hecho de que el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, que sería de aplicación es este caso, no se haya puesto en marcha nunca hasta ahora se debe en parte a lo difícil que resulta su aplicación. Para la simple constatación de que se están violando esos principios por parte de un Estado miembro se requiera la unanimidad de todos los Estados miembros. Basta, por tanto, que haya un solo Estado que no esté de acuerdo, y ya ni siquiera se puede hablar de la posibilidad de aplicar una sanción.

El Tratado de la UE, lo mismo que las Constituciones nacionales, deben ser de fácil aplicación, pero el freno de la unanimidad hace que  en muchos casos su aplicación sea imposible y, por tanto, el Tratado de la UE sea letra muerta. La unanimidad, por muy bonita que parezca esta palabra, es realmente algo antidemocrático en la mayoría de los casos, pues obliga a todos a someterse a la opinión de uno solo, que suele ser el menos democrático. La unanimidad es algo democrático,si se trata de una decisión libremente tomada, pero no cuando viene forzada por la amenaza de la parálisis.
Hay mucho nacionalismo aún en los Tratados de la UE, y el voto a la unanimidad es el ejemplo más claro de este nacionalismo
La unanimidad es el argumento de coacción que se guardan los Estados bajo la manga para defender sus intereses nacionales. Hay mucho nacionalismo aún en los Tratados de la UE, y el voto a la unanimidad es el ejemplo más claro de este nacionalismo. La UE, lo mismo que cualquier democracia, debe dotarse de medios adecuados para poder defender los valores democráticos en caso de violación.   Si resultare imposible aplicar sanciones a Polonia, a pesar de esta grave violación de uno de los principios más importante de la democracia, es que la UE no se ha liberado aún de los nacionalismos de los Estados.

¿Y si a España la echaran de la Unión Europea?

Félix
de la Fuente Pascual

➤➤ No  prestar atención en estos días a la preocupación que tenemos todos los españoles, y sobre todo los que vivimos en Cataluña, puede parecer frívolo e irresponsable, pero los que estamos dentro del huracán empezamos a estar hartos  tanta palabrería y de tantas propuestas ingeniosas pero vacías, mientras los otros siguen actuando. No es tanto el 1 de octubre lo que me preocupa, sino el cómo curar las heridas profundas que se han ido abriendo durante 15 años en la sociedad catalana. Me preocupa el día después. El 1 de octubre no tendrá efectos jurídicos, pero está teniendo y tendrá efectos psíquicos y sociales. Como contribución a la cura de estas heridas, ahí van estas ideas sueltas desde la perspectiva del marco jurídico de la UE en que estamos viviendo. No es que mi europeísmo me impida ver los defectos del proceso de unificación europea, pero en muchos aspectos nuestra democracia española está en evidente contradicción con ideas fundamentales de la UE y sería bueno que las tuviéramos en cuenta, si queremos llegar al fondo de los problemas de España.

Sin igualdad no hay democracia

Sin igualdad entre los ciudadanos no hay democracia, y, sin solidaridad, no hay paz. Uno de los principios básicos de la UE y cuya violación ha dado lugar a muchas sentencias condenatoriaspor parte del Tribunal de Justicia de Luxemburgo es la No-discriminación por razón de la nacionalidad (posibilidad de acceso de todos los ciudadanos de la UE a los puestos en las administraciones públicas de todos los países en igualdad de condiciones, peajes que Alemania quería imponer a los vehículos de otros países,etc). Podrá haber excepciones para ciertas regiones que están en situaciones de pobreza, de lejanía, de paro, peo estas excepciones no son privilegios, sino actitudes de solidaridad de las regiones más prósperas hacia las regiones menos ricas. Además, estas excepciones se aplican a todas las regiones que cumplen con ciertos requisitos, independientemente del país al que pertenezcan.

En esta misma línea de solidaridad, están las ayudas s de la UE a los países más pobres.  Y España, hasta la entrada de Polonia, ha sido el país que más se ha beneficiado de la solidaridad europea (Fondo Social Europeo, Fondo Europeo de Desarrollo Regional -FEDER- Fondo se Solidaridad entre otros) La solidaridad es un principio fundamental de toda democracia. En todos los países se ve como la cosa más normal que las regiones ricas ayuden a las pobres y que las rentas más elevadas paguen más impuestos. En todos los países menos en España. Baviera era una de las regiones más pobres de la antigua Alemania Federal y gracias a la solidaridad pasó a ser una de las regiones más industriales del país.

Puede ser que la falta de solidaridad -que es enorme-  entre las diversas regiones de España no sea suficiente para demandar a nuestro país ante el Tribunal de Luxemburgo o para retirarle el derecho de voto en el Consejo de la Unión, pero LA DISCRIMINACIÓN entre las diferentes regiones españolas, en mi opinión, SÍ LO ES. Los privilegios, ya se funden en motivos históricos, religiosos, económicos o de raza, son algo diametralmente opuesto a la democracia. Hace ya varios siglos que la noblezael cleroperdieron los suyos. Los privilegios son, además, un anacronismo.  Querer solucionar el problema catalán otorgando a Cataluña los privilegios de que disfrutan otras regiones, es absolutamente antidemocrático.

Es hora, por tanto, de que desaparezcan en España todo tipo de privilegios, tanto los de los partidos políticos, como los de las regiones. Puede ser que en los inicios de nuestra reciente democracia fueran necesarias las excepciones, pero las excepciones no pueden durar siempre.

Sin igualdad y sin solidaridad nuestra democracia no merece el nombre de tal y debería ser denunciada ante la Unión Europea.

Unión Europea: o es la unión de los ciudadanos o será un bodrio

Félix
de la Fuente Pascual

Hace una semana decía que la iniciativa ciudadana europea está muy lejos … de ser una auténtica participación de los ciudadanos. Tampoco se puede comparar con la iniciativa legislativa popular. En primer lugar, no es una iniciativa legislativa, sino una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa. El Reglamento (UE) nº 211/2011 del Parlamento europeo y del Consejo, de 16 de febrero de 2011 sobre la iniciativa ciudadana, por el que se regula esta iniciativa,  no dice, sin embargo, que la Comisión esté obligada a presentar la propuesta, ni tampoco en qué términos debe presentar la propuesta, y mucho menos que El Parlamento o el Consejo estén obligados a aceptarla. Por el contrario, la Comisión puede rechazar la petición (art. 225 del Tratado de funcionamiento de la UE).

La unión de los ciudadanos

No voy a decir que esta iniciativa no sirva para nada y que no signifique un paso, aunque sea de hormiga, hacia un mayor grado de democracia y de participación de los ciudadanos, pero dadas las dificultades para lograr las firmas necesarias  para esta iniciativa, dados los largos procesos y plazos hasta que la iniciativa llega al Legislativo, la no obligatoriedad tanto de la Comisión como del Parlamento Europeo y del Consejo para atender a esa petición, los muchos e importantes campos que quedan excluidos de esta petición, porque la Comisión no tiene competencia en ellos –seguridad, defensa y política exterior-; la importancia de este mecanismo es realmente mínima.

Si a nivel nacional, donde teóricamente el soberano es el pueble español, es decir los ciudadanos (Constitución Española), la iniciativa ciudadana juega un papel absolutamente irrelevante, ¿qué papel a jugar a nivel de la UE, donde la soberanía la tienen los Estados?

Es aquí donde reside el verdadero problema. Se pretende implicar al ciudadano en todo el proceso democrático de la Unión pero, por otro lado, ni los ciudadanos ni sus representantes a nivel europeo  –El Parlamento Europeo- tienen derecho de iniciativa para cambiar las Leyes europeas o los Tratados. Está muy bien que la Comisión Europea pida la opinión de los ciudadanos sobre esto, pero, si realmente busca la calidad democrática de la Unión, no necesita preguntar a nadie. Está muy clarito en los Tratados (y  desde su primera versión). Se trata de “una unión cada vez más estrecha de los ciudadanos de la Unión”, no de los Estados, ni de los partidos políticos (en realidad dice “pueblos”, pero toman esta palabra en el sentido de “ciudadanos”). Paralizar el proceso, buscar escusas, excluir al ciudadano es violar los tratados de la Unión.

Es curioso que a nivel de la UE no haya posibilidad de referéndum, que es donde más claramente se expresa la voluntad de los ciudadanos

Es curioso que a nivel de la UE no haya posibilidad de referéndum, que es donde más claramente se expresa la voluntad de los ciudadanosso que a nivel de la UE no haya posibilidad de referéndum, que es donde más claramente se expresa la voluntad de los ciudadanos. Un solo referéndum. No se pretende imitar a Suiza. Un solo referéndum en el que los ciudadanos podamos votar sobre las relaciones con nuestros representantes, en el que podamos expresar qué es lo que queremos y qué esperamos de ellos. Queremos saber si nos representan o representan a sus partidos. 

Actualmente, y no sólo a nivel europeo, los partidos políticos no sólo nos imponen nuestros representantes, sino incluso las condiciones -también las económicas- en que nos van a representar. De acuerdo, los partidos políticos son necesarios, y los parlamentarios deben tener libertad de acción, pero esto no quiere decir que tengamos que ser sus esclavos y que sean ellos los que nos impongan las condiciones para representarnos. 

Este es el verdadero cambio que necesitamos: una Europa de los ciudadanos, no una Europa de los partidos políticos, ni de los Estados.

La iniciativa ciudadana de la Unión Europea

Félix
de la Fuente Pascual

¿Estamos ante un Derecho de los ciudadanos o ante unas migajas que nos echan los políticos? Si queremos que los  ciudadanos  se interesen de verdad por la integración europea –pretender que se ilusionen son ya palabras mayores- lo primero que hay que hacer es decir la verdad. No podemos estar utilizando términos y conceptos  que se puedan prestar a confusión. No es lo mismo ciudadanía nacional que ciudadanía europea: como hemos visto con el Brexit, esta última nos la puede quitar cualquier Gobierno contra nuestra voluntad, sin que haya delito alguno de nuestra parte que lo justifique.

Tú puedes marcar el rumbo

Tampoco democracia tiene el mismo sentido a nivel nacional que a nivel de la UE, pues en ésta no hay una separación nítida de poderes –ni siquiera teórica-  entre el legislativo y el ejecutivo, ni el Consejo de Ministros, que es parte del Poder Legislativo a nivel de la UE, representa a todos los ciudadanos, pues solamente está compuesto por los partidos gobernantes, y éstos no han sido elegidos más que por una parte de la población.

En España, según la Constitución, la soberanía reside en el pueblo español. En la Unión Europa, las soberanos son los Estados, es decir, los Gobiernos

Tampoco el concepto de soberanía europea coincide con la soberanía a nivel  nacional. En España, según la Constitución, la soberanía reside en el pueblo español. En la Unión Europa, las soberanos son los Estados, es decir, los gobiernos.   No, esto no es pura teoría. Esto tiene graves consecuencias prácticas, pues el ciudadano se siente como un factor secundario, y no sólo porque la realidad no responda a una teoría democrática, sino porque la misma teoría deja ya mucho que desear desde el punto de vista democrático. El ciudadano europeo no se siente como sujeto de Derechos, sino como el niño a quien se le van haciendo regalos, por los que tiene que estar agradecido.

Y este es el caso de la iniciativa ciudadana europea, que tienen su nacimiento en el Tratado de Lisboa (es decir, tiene solo unos pocos años de existencia)  y ha dejado al descubierto sus grandes lagunas. Esta, según se lee en la fichas del Parlamento Europeo, es un importante instrumento de democracia participativa en la Unión que permite a un millón de ciudadanos de la Unión que residan en al menos una cuarta parte de los Estados miembros instar a la Comisión a presentar una propuesta de acto jurídico para aplicar los Tratados de la Unión.

La iniciativa ciudadana europea no es otra cosa que una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa

La iniciativa ciudadana europea está muy lejos, sin  embargo, de ser una auténtica participación de los ciudadanos. Tampoco se puede comparar con la iniciativa legislativa popular. En primer lugar, no es una iniciativa legislativa, sino una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa. El Parlamento Europeo no va a debatir lo que piden los ciudadanos, sino lo que proponga la comisión a raíz de la petición de los ciudadanos.

En segundo lugar, esta petición no va a dar lugar a un referéndum, como podría ser el caso en la iniciativa legislativa popular española. Además, está limitada a los asuntos en los que tiene competencia la Comisión. Esto quiere decir que en todos la asuntos en los que la Comisión ni tiene derecho de iniciativa, no hay posibilidad de iniciativa ciudadana. Por lo que quedan excluidos entre otros, campos tan importantes como los política exterior y los de seguridad y defensa.

La Comisión Europea se ha percatado de esto y pide la opinión de los ciudadanos para modificar  no sólo el reglamento que regula esta materia sino incluso los artículos de los Tratados en los que se funda la iniciativa ciudadana europea. “Nunca es tarde si la dicha es buena”, aunque esta dicha sea muy parca.

Hay otros aspectos preocupantes relacionados con este tema, también con la iniciativa legislativa popular, pero los dejo para la próxima semana.

En la UE la crisis está superada, pero en falso

Félix
de la Fuente Pascual

Con un desnivel de vida cada vez mayor entre los ciudadanos de los diversos países de la Unión, ¿podemos creernos que realmente hemos superado la crisis? Con un  porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social -23,1% en la eurozona según los últimos datos de Eurostat-, porcentaje que  sigue siendo superior  no sólo a los años que precedieron a la crisis, sino también a las cifras registradas durante la recesión, ¿podemos decir que hemos superado la crisis?

Evolución de PIB y salarios en España (Gráfico: La Opinión de Málaga)

Está bien despertar el optimismo, pero a los millones de trabajadores cuyo sueldo no les da suficiente para vivir ni a las personas en paro no  les sirven los gritos de optimismo. Puede ser que en algún país socialmente más avanzado que el nuestro tengan motivos para estar optimistas, pero en España y en otros muchos países, que son también parte de la UE, la situación no es nada halagüeña. Con un 17,5% de paro en España, ¿podemos decir que se ha superado la crisis?

El optimismo de la Comisión Europea y de ciertos políticos, lanzando las campanas al vuelo, no coincide con las cicatrices que estos diez años han dejado en amplias capas de la población

El optimismo de la Comisión Europea y de ciertos políticos, lanzando las campanas al vuelo, no coincide con las cicatrices que estos diez años han dejado en amplias capas de la población. De acuerdo que en ciertos aspectos la situación ha mejorado respecto a los inicios de la crisis, pero en otros muchos campos la situación sigue igual e incluso peor.

Y lo malo es que en estos diez años de crisis no hemos aprendido apenas nada. Se han tomado algunas medidas a nivel bancario, pero a nivel social y fiscal, eso que llamamos Bruselas, pero que en realidad son los grandes partidos políticos nacionales, sigue tan dormida como hace diez años. 

Tampoco se ha avanzado hacia la Unión, más bien se abrió la puerta a la disgregación de Gran Bretaña. Los grandes partidos políticos a nivel europeo, que deberían ponerse de acuerdo para hacer avanzar la integración, siguen más interesados en mantenerse en el poder o echar del mismo a los partidos opuestos que en el bien de los ciudadanos.

Ni se ha resuelto el problema del paro, ni tampoco el de la emigración ni el de la xenofobia, ni tampoco el problema de la deslocalización a otros países con mano de obra más barata, ni la deslocalización dentro de la UE puramente por motivos fiscales, y se ha retrocedido enormemente en el estado del bienestar. 

Y lo peor de todo es que no hay perspectivas de que la situación pueda mejorar considerablemente, pues nuestros partidos políticos no se han percatado aún de que el principal problema de Europa son ellos mismos. De siervos y representantes de los ciudadanos se han convertido en señores. Mientras ellos no cambien, la crisis seguirá tan viva como hace diez años.

La Unión Europea, ¿a cuántas velocidades?

Félix
de la Fuente Pascual

La confusión que reina en torno a este concepto, mejor dicho en torno a todo lo relacionado con la UE en general, exige que nos detengamos a pensar un momento. Hablar de dos o varias velocidades dentro de la UE equivale para algunos a una discriminación entre países ricos y países pobres, Los países ricos quieren dirigir e imponer su voluntad a los menos desarrollados. Así piensan algunos. Nada más lejos de la realidad. La discriminación es lo opuesto a la democracia, pues significa la negación del principio de igualdad de las personas, y en el tratado de la UE está expresamente prohibida toda discriminación por razón de la nacionalidad.

La Europa a dos velocidades no es algo negativo

Por si alguien sigue, no obstante, teniendo alguna duda, conviene recordar al respecto que ni Willy Brand, que fue el creador de este concepto, ni Jacques Delors, que ha sido y, creo, sigue siendo un acérrimo defensor del mismo, pueden provocar la más mínima duda respecto a su talante democrático, y lo harían si relacionáramos la discriminación con la idea de Europa a varias velocidades.

Hay que tener en cuenta que la UE no es algo acabado, sino que es algo que se está haciendo

¿En qué consiste una Unión Europea a varias velocidades? Pues en que unos países quieren y pueden ir más deprisa que otros en el proceso de integración europea. Hay que tener en cuenta que la UE no es algo acabado, sino que es algo que se está haciendo, está en proceso de integración, en un proceso que durante las últimas décadas ha estado casi paralizado pero que está obligado a avanzar.

No todos los países quieren ir a la misma velocidad en este proceso, pero en todos los países debería existir este deseo de integración. Y si un país no tiene esta voluntad de integración, debería salirse de la Unión o no debería haber entrado, pues está clarísimo en los tratados que este proceso se dirige hacia una integración cada vez más estrecha entre los ciudadanos de la UE.  Por eso, he dicho varias aveces que Gran Bretaña y algún otro Estado no deberían haber entrado nunca en la UE, pues nunca tuvieron ese deseo de integración total.

Si existe la posibilidad de salida de la Unión, debería existir la posibilidad de echar de la Unión a un país que incumple con los principios y valores fundamentales de ésta

“El tren de la Unión no puede siempre moverse a la velocidad del vagón más lento. De hecho, tengo la impresión de que algunos de los vagones no quieren moverse o incluso quieren ir hacia atrás» Son palabras de Prodi, antiguo presidente de la Comisión.  Está claro que no existe el mismo deseo de integración en la mayoría de los países del Sur que en los países nórdicos o en los países del Este. Es más, si existe la posibilidad de salida de la Unión, debería existir la posibilidad de echar de la Unión a un país que incumple con los principios y valores fundamentales de ésta. 

El hecho de que exista un núcleo que quiera ir más deprisa no supone ningún perjuicio para los demás Estados. Incluso podría servir de motor que facilitara el avance de los demás Estados y podría estar constituido por los países fundadores, con ciertas dudas respecto a Holanda, junto con España, Portugal y quizás Austria. De hecho, actualmente ya hay dos grupos de Estados miembros claramente diferenciados: los países del Euro y los demás.

La Europa a dos velocidades no es algo negativo, sino algo que podría desbloquear la parálisis actual

Si la Eurozona ha estado abierta a los demás países y no ha supuesto la más mínima discriminación, este núcleo central que estuviera en cabeza de la integración europea tampoco supondría discriminación alguna respecto a los demás Estados, que podrían acceder en cualquier momento al núcleo central.

La Europa a dos velocidades no es algo negativo, sino algo que podría desbloquear la parálisis actual. Claro que para que se constituya este núcleo central, el Parlamento Europeo, por un lado, tiene que defenderlo y los Gobiernos de dichos Estados, por otro, tienen demostrar su voluntad política con hechos y no sólo con palabras, pero tanto unos como otros, a pesar del Brexit y de Trump, siguen callando.

Entre Gran Bretaña y la UE nunca hubo un verdadero amor

Félix
de la Fuente Pascual

No pertenezco a ningún club de fútbol, pero siempre me ha llamado la atención la fidelidad de los socios a su propio club, una fidelidad que yo desearía para otras instituciones y organismos. Estamos oyendo estos días, con motivo del Brexit,  que la UE no es un club, al que uno se puede afiliar y del que uno se puede dar de baja cuando le apetezca,  pero, en vista de lo fácil que ha resultado salirse,  creo que sí estamos ante un club cualquiera.

La situación de Gran Bretaña dentro de la UE se había hecho insostenible

La ruptura de Gran Bretaña con la UE no ha supuesto ningún acto de infidelidad. Donde no hay ni ha habido amor no ha existido matrimonio ni sacramento. Y entre Gran Bretaña y la UE nunca hubo un verdadero amor. Tanto el ingreso de Gran Bretaña en la UE como su permanencia ha sido un apaño puramente económico. Pero, ojo, me estoy refiriendo a los políticos británicos, no a los ciudadanos británicos, porque en muchos de estos últimos sí existe y ha existido amor. Y estos últimos han sido objeto del mayor fraude político de los últimos siglos. Un fraude político que puede tener unas gravísimas consecuencias jurídicas, económicas y familiares.  Los políticos ingleses no han sido infieles a la UE, han sido infieles a sus propios ciudadanos, y de paso también a ciudadanos de la Unión residentes en Gran Bretaña.  Son a ellos a los que los políticos británicos han dado el salto.

Es verdad que a ningún país se le puede retener a la fuerza dentro de la UE,  pero que una decisión y cambio tan transcendental como el ingreso o la salida de la UE se puedan decidir por la mayoría de un voto, o de un puñado de votos, esto no es serio. No es serio ni por parte de Gran Bretaña ni por parte de la UE. No es serio tampoco que el Parlamento Europeo, que es el representante de todos los ciudadanos de la Unión, haya hecho “mutis por el foro”, aunque, es verdad, lleva mucho tiempo callando, sometido a la dictadura de los partidos nacionales. Y el artículo 50 del Tratado de la UE, que regula la salida de la Unión,  se aprobó alegremente con el visto bueno del Parlamento Europeo.

La situación de Gran Bretaña dentro de la UE se había hecho insostenible, pero los ciudadanos europeos no pueden quedar abandonados por decisión de los políticos. Sigo defendiendo que los ciudadanos también estamos unidos directamente con la UE, sin intermediación de  nuestro respectivo Estado, y no se nos puede quitar así sin más la ciudadanía europea. Y si no es así, que no se vuelva nunca más a hablar de ciudadanía europea.

En toda ruptura hay dolor, y en el caso del Brexit, el dolor lo tienen los ciudadanos, unos más que otros, naturalmente. Incluso los que no estamos directamente afectados  sufrimos también esta ruptura, porque a unos conciudadanos nuestros se los ha privado de la ciudadanía europea contra su voluntad y  porque los que nos confesamos europeos nos sentimos amenazados de perder un día dicha ciudadanía, y también contra nuestra voluntad.

Que Gran Bretaña haya dado el salto a muchos ciudadanos británicos/europeos es grave, pero más grave aún sería que el salto se lo dieran también la UE y el Parlamento Europeo.