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El semestre negro para el empleo en Almería

David Uclés Aguilera
Director del Servicio de Estudios Agroalimentarios de Cajamar

El mercado de trabajo no va bien en Almería. O eso, o la estadística de la EPA está equivocada. Les cuento. Tengo por costumbre despertarme con las noticias en la radio cada mañana. Mientras me aseo y me afeito, estas me acompañan de fondo y, casi siempre, alcanzo a escuchar entera la desconexión provincial, en la que se enumeran los principales titulares del día. Así salgo de casa conociendo las últimas noticias más relevantes del ámbito nacional y local.

Hace ya unas semanas, se publicó el dato de la EPA. No recuerdo que estaba yo haciendo exactamente cuando el locutor anunció la tasa de paro de Almería. La cosa es que no lo escuché bien, o eso me pareció, porque dijo 27 y pico y la última vez que la miré e hice referencia a ella en este blog, andaba desligándose de la andaluza, a medio camino de la española, que es de donde partíamos al inicio de la crisis.

Ya en la oficina, entré en la web del INE y corroboré el dato: 27,65 % exactamente, cinco puntos más que un año antes. Como me suponía, eso significaba un claro cambio de tendencia. Pero cuando dibujé los gráficos me di cuenta de hasta qué punto este cambio había sido brutal. De estar a punto de converger con la media española volvíamos a situarnos por encima de la andaluza. Un triste resultado.

Tasa de paro

Observando el gráfico, podemos intuir que el repunte se ha concentrado en los dos últimos trimestres, sobre todo en el tercero. La siguiente cuestión entonces era dirimir si el aumento de la tasa de paro venía de la destrucción de empleo o de un recrecimiento de la población activa. Lo primero es fácil de entender, si desciende el empleo, el paro aumenta en la misma dimensión. Lo segundo, es algo más enrevesado. Podría suceder que la expansión económica hubiera animado a muchas personas desesperanzadas (personas que ya no buscan empleo, o estudian para reciclarse, o engrosan la economía sumergida) a volver al mercado laboral.

En el tercer trimestre la población activa creció en unas 3.300 personas (esas que decidieron “activarse”). Sin embargo, en el mismo trimestre, la ocupación cayó en 13.500. Y en el conjunto del periodo de abril a septiembre, 20.900. Un bocado muy grande que justifica que lo denominemos el semestre negro de 2017
Pues bien, en el tercer trimestre la población activa creció en unas 3.300 personas (esas que decidieron “activarse”). Sin embargo, en el mismo trimestre, la ocupación cayó en 13.500. Y en el conjunto del periodo de abril a septiembre, 20.900. Un bocado muy grande que justifica que lo denominamos el semestre negro de 2017.


Variaciones absolutas respecto al trimestre anterior

Y ahora viene la cuestión definitiva, ¿en qué sectores estamos sufriendo la pérdida? No es lo mismo que se produzca en sectores motores como la agricultura o el turismo, que en sectores que están en transformación a causa de cambio tecnológico, como las finanzas o el comercio menor. La EPA a nivel provincial no hila demasiado fino en la sectorialización pero, con los datos que hay, el dedo acusador se dirige claramente a la agricultura (10.200 empleos menos en el semestre negro), seguida de los servicios (7.900 menos). El protagonismo es, además, rotativo. En el segundo trimestre la mayor parte de la destrucción se concentró en el agro (tiene algo de sentido por el fin de la campaña), y en el tercero en los servicios (de nuevo una campaña, esta vez la turística).


Variación de ocupación por sectores

Lo preocupante es que la recuperación del empleo en la provincia había venido protagonizada por la agricultura casi en exclusiva, ya que la mejora de industria y construcción ha sido de poca dimensión y los servicios han continuado decreciendo, primero por la crisis y más tarde seguramente por el cambio tecnológico. El dato próximo habrá que mirarlo con detenimiento para comprobar si hay mejoría. El sentido común dice que en agricultura se deben volver a crear puestos de trabajo, puesto que la campaña estará en pleno funcionamiento, aunque es muy complicado que logre revertir todo lo retrocedido durante el semestre negro. De confirmarse la tendencia, deberíamos analizar si esta se está debiendo a una menor actividad (que no lo parece) o a una mayor intensificación del factor capital en nuestro campo, lo cual no es malo a medio plazo porque favorece la competitividad, pero a corto nos siega el único granero claro de empleo que nos estaba funcionando.


Evolución del empleo por sectores

¿Recuperación del ingreso por hectárea?

David Uclés Aguilera
Director del Servicio de Estudios Agroalimentarios de Cajamar

Lo bueno que tiene disponer de series temporales en economía es que su análisis nos proporciona perspectiva. Las series con las que Cajamar elabora el Análisis de la campaña hortofrutícola son una joya para este tipo de ejercicios. Los datos arrancan de 1975, y llegan hasta la campaña 2017. Del conjunto de informaciones hay un par de gráficos que me gustan especialmente. Uno es el que presenta en índice las variables superficie, producción y rendimientos.


De esta imagen se deduce que el aumento de producción hortofrutícola de Almería se ha debido casi a partes iguales a una mejora de los rendimientos (por mejoras tecnológicas, de manejo o de semillas y especies cultivadas) y a un aumento de la superficie. En los últimos años, y ante un cierto decaimiento de los rendimientos (Tm/Ha) parece que la expansión de la superficie es la principal protagonista. Es una cuestión que desde hace tiempo preocupa al sector. No tanto por la ocupación de territorio en sí (sigue siendo una parte muy limitada de la provincia) como por la presión añadida sobre los acuíferos.

El geógrafo Rodolfo Caparrós explica que la ocupación del territorio en lo que hoy es la provincia de Almería siempre ha estado vinculada a la disponibilidad de agua, la cual solo provenía de las escasas corrientes superficiales. Fueron la inventiva y el desarrollo de tecnologías para aprovechar los recursos bajo tierra los que permitieron ir ampliando esos límites
La actual sequía hace que este asunto sea tratado con mayor interés en este momento. En este sentido, es grato observar cómo son los propios regantes los que están comenzando a tomar la iniciativa y a proponer actuaciones para procurar la recarga de los acuíferos. En un territorio como el nuestro, el agua ha sido históricamente un claro limitante de la actividad. El geógrafo Rodolfo Caparrós explica que la ocupación del territorio en lo que hoy es la provincia de Almería siempre ha estado vinculada a la disponibilidad de agua, la cual solo provenía de las escasas corrientes superficiales. Fueron la inventiva y el desarrollo de tecnologías para aprovechar los recursos bajo tierra los que permitieron ir ampliando esos límites.

Hoy, nuestra baraja de posibilidades es más amplia que nunca. Disponemos de estrategias de riego deficitario que ahorran sin poner en peligro la producción, los techos de los invernaderos se convierten en recolectores de agua de lluvia, contamos en el Levante con dos trasvases (casi inútiles en la actual coyuntura), se puede reutilizar el agua urbana y hay desaladoras que aumentan la oferta natural. En realidad, se trata de un problema de costes a corto versus a largo. A corto, lo más rentable sigue siendo el acuífero. A largo, posiblemente los costes de quedarnos sin nuestra fuente subterránea serían inasumibles.



El otro gráfico representa los índices de tres variables indirectas. Se trata del rendimiento físico (tm/Ha), el precio medio percibido (€/Kg) y los ingresos medios por unidad de superficie (€/Ha). Las variables económicas se presentan deflactadas, por lo que se ha aislado el efecto de la inflación. En dicho gráfico son fácilmente identificables dos leyes económicas. La primera, la de los rendimientos marginales decrecientes, según la cual el aumento marginal de la producción iría decayendo poco a poco con el tiempo. Es una especie de reformulación de la entropía física, pero también es un recordatorio de las limitaciones físicas al aumento de la producción.

La única forma de incumplir dicha ley es encontrar una tecnología que cambie radicalmente el sistema productivo y que establezca un nuevo máximo físico de producción. Pero, aún así, nos predice que cada nuevo salto disruptivo tenderá a ser menos eficiente que el anterior. Si miramos la línea de los rendimientos físicos podemos ver cómo estos llevan tiempo estancados. Incluso, desde 2011, presentan una cierta tendencia decreciente que podría estar relacionada con el paso a la producción integrada.

La segunda ley es más bien una maldición, la de las materias primas, según la cual la tendencia de los precios de estas marca un perfil decreciente con el tiempo, puesto que la dependencia de sus exportaciones por los países en vías de desarrollo hace que, para compensar un descenso de precios haya que aumentar la producción, lo que incrementa la oferta en el mercado, creciendo la presión a la baja de esos mismos precios.
Desde 2014 se han recuperado 20 puntos porcentuales en el precio medio, si bien más de la mitad de esa mejora la explica la excelente campaña 2016/2017
Si nos fijamos en la variable precio unitario podemos ver que hasta 2014 esta había caído hasta un 50 % en términos reales (eliminando el efecto inflación) con respecto a 1975. Hasta ahí, todo normal. La única forma de mantener los beneficios era el aumento de superficie, lo que explicaba la tendencia a una mayor superficie media de las explotaciones en la provincia, hoy más del doble que en 1989. Sin embargo, desde 2014 se han recuperado 20 puntos porcentuales en el precio medio, si bien más de la mitad de esa mejora la explica la excelente campaña 2016/2017.

El cruce de precio y rendimiento, que es el ingreso por hectárea, se ha comportado aún mejor, recuperando casi 40 puntos desde el mismo 2014. ¿Significa esto que hemos logrado revertir la maldición de las materias primas? Desgraciadamente los gráficos no nos lo explican todo. Por un lado, el mix de productos de Almería ha cambiado a lo largo del tiempo. Hoy, las denominadas especialidades tienen un protagonismo muy elevado y sus cotizaciones contribuyen a engordar la media global. Y el periodo de tiempo aún es pequeño.

Es posible, por ejemplo, que los mayores ingresos por hectárea se hayan trasformado también en mayores beneficios y eso haga crecer de nuevo la superficie, aumentando la oferta y contribuyendo a un descenso futuro de los precios. Las fórmulas para mantener la nueva tendencia durante más tiempo probablemente pasen más por favorecer la demanda de nuestros productos, convenciendo a los consumidores de los efectos positivos que el consumo de frutas y hortalizas tiene sobre su salud; o ampliando la base de clientes, buscando nuevos mercados.
Mientras que no mejoren las tecnologías de transporte de forma sustancial, nuestros productos tienen una fecha de caducidad muy temprana, lo que limita la distancia máxima que se puede recorrer con ellos o encareciéndola en demasía si se opta por el avión para los mercados más lejanos
Hay que reconocer que esta última estrategia no tiene ya demasiado recorrido, puesto que mientras que no mejoren las tecnologías de transporte de forma sustancial, nuestros productos tienen una fecha de caducidad muy temprana, lo que limita la distancia máxima que se puede recorrer con ellos o encareciéndola en demasía si se opta por el avión para los mercados más lejanos. Por supuesto también tenemos la opción de optar por la diferenciación, invirtiendo en la creación de marcas, camino ya iniciado por alguno de nuestros agentes.

Ahora que la coyuntura -la económica, no la climática- parece conspirar a nuestro favor es el momento para que pongamos el foco en los dos grandes retos que afronta el modelo almeriense: el del agua y el del valor. Si nos dormimos en los laureles de este presente tan favorable, nos condenarán los rendimientos marginales decrecientes y la maldición de las materias primas que siguen ahí, agazapados desde 2014, esperando para volver a funcionar de un momento a otro.

El paro a largo plazo en Almería

David Uclés
Fundación Cajamar


A veces ampliar el campo de visión permite entender mejor los fenómenos. Y otras veces, te muestra hechos inesperados. Siempre hemos pensado en Almería (al menos siempre desde los años 80) que la agricultura intensiva y el conjunto de actividades que se desarrolla a su alrededor sacaron a esta provincia de la miseria. Y podemos seguir pensándolo. Sin embargo, no podemos decir lo mismo de su influencia sobre la tasa de paro.

A pesar del indudable crecimiento económico y la mejora de la renta, Almería no fue capaz de reducir su tasa de paro durante los años del desarrollo agrario. Antes al contrario, siguió creciendo. Sólo a partir de la mitad de los años 80 sufrió un período de caída, para volver a crecer a comienzos de la siguiente década. El único momento en el que la tasa de desempleo se ha reducido de forma intensa en la provincia ha sido el que se corresponde con el ciclo de la construcción y el espectacular boom inmobiliario, cuando se redujo 15 puntos.


Tasa de paro de Almería. Fuente: EPA, INE.

Sin embargo, cuando ese ciclo llegó a su fin, el paro volvió a crecer de forma acelerada, llegando a alcanzar el 38%, el valor más alto de la serie histórica (13 puntos más que el anterior máximo). ¿Significa esto que la agricultura no fue capaz de reducir el paro a pesar del crecimiento aportado? ¿Sólo la construcción es capaz de bajar la tasa de paro de forma acelerada? ¿Será por su menor productividad (mayor intensidad en el uso de la mano de obra)?

En cualquier caso, en las anteriores crisis el desempleo no creció de forma tan brutal como en ésta: ¿Es por culpa de la burbuja? ¿El por la crisis internacional? ¿Por las dos? 

Por qué no les votaré

David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar

Hace unos días leía un artículo de Miguel Ángel Blanco en el que, con la excusa de la dimisión de Pizarro de su puesto de consejero en la Junta de Andalucía, y en el que mostraba su incredulidad ante la carrera de este político socialista, diseccionaba el funcionamiento de los partidos en España:
"Creo que en política se funciona, en muchos casos pero no siempre, desde el servilismo, el halago y la lealtad interesada. Y por eso hay políticos que suben y suben y suben y se tiran casi toda su vida en cargos públicos. Y otros, en cuanto dejan escapar opiniones personales que pueden resultar incómodas al poder establecido del partido de turno, rápidamente desaparecen. En la mayoría de los casos, entre los que permanecen, abunda la mediocridad, se configura el poder de los mediocres, y ellos, que son halagadores se alimentan de los halagos de los demás para sobrevivir. No pueden volver a la realidad de la calle, fuera del acontecer político, porque su ego se ha inflado de tal modo que no aceptan volver a ser lo que fueron, en el oficio que les forjó en sus primeros pasos".
Es un diagnóstico que comparto. Las listas cerradas, los mecanismos de promoción poco transparentes y la tendencia humana a la creación sistemáticas de redes clientelares provoca que los candidatos más dotados para la obediencia ciega y para el halago al jefe sean los que, con más probabilidad, lleguen más alto. No obstante, hay que reconocer que esto no sólo pasa en los partidos, en la mayoría de las organizaciones públicas y privadas es relativamente sencillo encontrar individuos (e individuas, que aquí sí que hay paridad) que han alcanzado niveles que están por encima de sus capacidades. Incluso se le ha puesto nombre a este fenómeno, se le conoce como el Principio de Peter. Dicho esto, a la sociedad, a tenor de la imagen que tiene de sus políticos (en el último barómetro del CIS, el Gobierno y la clase política es el tercer mayor problema del país, tras el paro y los problemas de índole económica), es evidente que no le transmite demasiada confianza su clase política y, apostaría una cena con cualquiera, la mayor parte también piensa que en los partidos rige una especie de ley de selección inversa, en la que los menos capacitados son los que llegan a gobernar.

Vuelvo a hacer aquí un inciso para comentar que muy probablemente haya sido la corrupción ligada sobre todo al reciente boom inmobiliario una de las principales razones de la pérdida de credibilidad de los políticos. El continuo chaparrón de los casos que saltan a los periódicos y a los tribunales son una auténtica bomba de achique de prestigio para esta casta. Os adjunto el Corruptódromo que ha elaborado el movimiento #nolesvotes. Ante un mapa así, en el que hay imputados de todos los colores, no es de extrañar que el público asocie directamente la política con la corrupción, y a los políticos con sinvergüenzas.

Hasta aquí los méritos de nuestra clase política. Pero lo verdaderamente triste de todo esto es que los ciudadanos hemos llegado a tal nivel de hartazgo y decepción, que no nos rebelamos ante la situación y comenzamos a considerar normal que los políticos roben cuando llegan al poder o que se aprovechen del mismo para conceder favores a amigos y deudos. Hemos llegado hasta el punto de que políticos imputados, inmersos en complejos procesos judiciales por corrupción, se presentan a las elecciones y, tanto sus partidos como los votantes, les consideran elegibles. Y ni a unos se les cae la cara de vergüenza ni a los otros se les pasa por la cabeza que una lista con ese tipo de defectos es tan "inelegible" como las listas de Batasuna en el País Vasco.

El movimiento #nolesvotes nació vinculado a la protesta por la denominada Ley Sinde, y promueve la negación del voto a los partidos que apoyaron dicha ley, es decir: PSOE, PP y CiU. Sin embargo, el propio cabreo de los ciudadanos ha ido sumando razones, tales como la presencia de imputados en las listas a las municipales y autonómicas de los principales partidos, o la negativa de los eurodiputados a viajar en turista en los viajes de menos de 4 horas.

En las últimas convocatorias electorales, mi voto había sido en blanco, pero en las próximas cambiaré de estrategia. Votaré por partidos no mayoritarios, que no me hayan decepcionado, y en las generales votaré por el partido que proponga cambiar a distritos electorales unipersonales, o por las listas abiertas. Muchos me dirán que los partidos menos potentes o más jóvenes no están preparados, pero prefiero a estas alturas a un entusiasta que a un hombre público de colmillo retorcido. De momento, ni PP ni PSOE tienen mi confianza. Aunque les tengo que reconocer que se lo han trabajado a pulso.

Expo Agro da la razón a Darwin

David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar

La esencia de la teoría de la evolución es que las especies cambian, a veces poco a poco, a veces de forma rápida, pero siempre buscando formas de adaptarse al medio en que se desarrollan. No hay una finalidad en el proceso, de hecho el azar tiene mucho que ver, y algunas de las soluciones que la naturaleza propone sólo son fruto de la suerte y no de la existencia de un plan divino que guíe su mano.

En los mercados, al menos en los mercados en los que hay un mínimo de competencia, los agentes se comportan como entes adaptativos, que buscan su satisfacción dentro de los límites que establece ese particular ecosistema. En el hábitat de nuestra querida Expo Agro muchas cosas han cambiado en los últimos años. Pero hay dos sucesos que explican casi por si mismos el estado de indefinición actual de la feria hortofrutícola. El primero de ellos tiene que ver con la internacionalización (léase si se quiere globalización) y el particular éxito de los productos almerienses en los mercados exteriores. Ello ha provocado que el producto busque su protagonismo fuera de Almería, allí donde acuden los grandes compradores y se cierran los acuerdos de campaña. Es decir, Berlín y su FruitLogística. Pero también ha favorecido la aparición de la feria madrileña Fruit Atraction que se beneficia de la centralidad madrileña y de sus posibilidades de comunicación tanto con el extranjero como con el resto de España.

En este hábitat, como venimos contando, Expo Agro tiene muy poco que hacer. En términos biológicos diríamos que el nicho ecológico de la feria ha sido colonizado por otras especies mucho mejor adaptadas al nuevo entorno global.

El segundo factor que ha contribuido al decaimiento de la cita comercial ha sido el incremento de la competencia en el mercado de los productos y servicios al agricultor, de forma que las novedades ya no pueden esperar a la Expo para su presentación. El campo almeriense fagocita las novedades según se producen, sobre todo si éstas van encaminadas a mejorar la productividad o a reducir los costes de producción. Por tanto, ya no es necesaria una cita anual en la que se presenten las novedades de la campaña, perdiendo el encuentro roquetero su potencial como lugar de lanzamiento de las innovaciones.

Volviendo al símil evolutivo, el nicho ecológico de la feria almeriense se ha visto enormemente reducido. Y, para colmo de males, la competencia madrileña fijó su cita demasiado cerca de la almeriense, obligando a ésta última a reubicarse nuevamente en el calendario.

¿Significa esto el final de Expo Agro? No necesariamente. A diferencia de la evolución natural, en los mercados no es necesario esperar el transcurso de las generaciones ni el advenimiento de una mutación azarosa que nos provea de una ventaja evolutiva. En los mercados, el elemento mutágeno son las decisiones. Y éstas se pueden tomar en pocas horas. Expo Agro es una feria, lo que quiere decir que es un lugar de encuentro entre compradores y vendedores. Contamos con la ventaja de que en muy pocos kilómetros concentramos un enorme poder productivo y un creciente clúster de actividades relacionadas. Por tanto, la materia prima está disponible. Hay que lograr movilizar a unos y otros para que se encuentren en la feria y se cierren acuerdos comerciales. Es, por tanto bastante lógico que el sector de la industria y los servicios auxiliares de la agricultura se convierta en el corazón del encuentro, por encima del propio producto, que tiene otros escaparates más eficientes en los que mostrarse. Debería ser también un lugar de referencia para los profesionales de la asesoría agronómica y una visita obligada para los agricultores. Incluso, podría ser un escaparate (como lo es desde hace muchos años) del conjunto del sistema productivo.

A mi modo de ver (el mío) Expo Agro debe volver a concentrarse en el mercado local de bienes y servicios para la agricultura de invernadero, abriéndose a las tendencias del mercado (productos ecológicos y control biológico), favoreciendo el intercambio de conocimientos entre los expertos del sistema y sirviendo de escaparate no tanto de los productos, sino del modelo productivo (insisto, el producto tiene mejores escaparates en los que mostrarse).

Expo Agro se enfrenta a uno de sus peores momentos, con una crisis económica general, con su nicho de mercado colonizado y con la institución que la organiza (la Cámara de Comercio) herida casi de muerte. No va a ser sencillo, y se va a necesitar la participación de otras instituciones para relanzarla (tal vez sea el momento de una Institución Ferial), pero siendo como es hija de este campo, no me cabe la menor duda que sabrá adaptarse a las circunstancias y volver a ser el punto de encuentro que fue.

Le Ley Sinde: churras con merinas

David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar

Anoche no podía dormir. Así que me acosté con el ordenador y me puse a repasar el twitter con detenimiento. La mal llamada Ley Sinde lo estaba petando. Desde su descalabro en el Parlamento la semana pasada, sigue siendo uno de los temas más comentados en la red de microblogging. Desvelado como estaba me leí algunos artículos sobre el tema. Varios de David Bravo, uno de Berto Romero en Público y otro de Ramoneda en El País. Como no lo tenía claro y no tenía sueño (o sea, tenía tiempo) me dio por ojear-leer el Proyecto de Ley de Economía Sostenible en el que aparece el elemento de disensión en forma de disposición final primera.

Y eso es lo primero que me llamó la atención. Una ley que intenta fomentar la competitividad e internacionalización de las empresas, una ley que aboga por la transparencia y la eficiencia en las Administraciones Públicas, una ley que favorece el desarrollo de la economía del conocimiento, una ley que se ocupa de la producción de energía primaria y que pretende reformar el mercado financiero se arriesga a quedar en la cuneta por culpa de una disposición adicional. Algo tan importante encallado por algo tan nimio, hasta el punto que la disposición adicional ha terminado por darle nombre a la ley, el famoso #leysinde. ¿Por qué el PSOE se la jugó tan tontamente con esta ley que se antoja tan vital para nuestro futuro? ¿Pensaban que la disposición pasaría desapecibida? Si es así, demuestran que no tienen ni idea de lo que va Internet. Primera crítica: mezclaron churras con merinas y ni unas ni otras entraron al redil.

Pero es que hay más. Antes de entrar en el fondo del asunto, uno de los principios que debe guiar la labor del legislativo de acuerdo a la ley es el principio de transparencia. Dice el proyecto textualmente: "En aplicación del principio de transparencia, los objetivos de la regulación y su justificación deben ser definidos claramente y consultados con los agentes implicados". Cosa que, evidentemente, aquí no se ha hecho o se ha hecho parcialmente. Segunda crítica: no se hace lo que la Ley exige que se haga.

Finalmente, la creación de la Comisión de Propiedad Intelectual, "como órgano colegiado de ámbito nacional, para el ejercicio de las funciones de mediación y arbitraje y de salvaguarda de los derechos de propiedad intelectual que le atribuye la presente ley". Aquí hay que hacer notar que no tiene el rango de regulador del mercado, como en los casos de la comisión de la energía o la comisión nacional del mercado de valores. El párrafo que creo yo ha suscitado la controversia dice:
(...) podrá adoptar las medidas para que se interrumpa la prestación de un servicio de la sociedad de la información o para retirar los contenidos que vulneren la propiedad intelectual por parte de un prestador con ánimo de lucro, directo o indirecto, o de quien pretenda causar un daño patrimonial. La ejecución de estas resoluciones, en cuanto puedan afectar a los derechos y libertades garantizados en el artículo 20 de la Constitución, requerirá de la previa autorización judicial, de acuerdo con el procedimiento regulado en el artículo 122 bis de la Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativa.
Es decir, hasta ahora los jueces entraban en el fondo del asunto, escuchando a las partes y tomando la decisión. Ahora es una comisión integrada por mayoría de representantes de las entidades de gestión y de la administración quien puede tomar la decisión, correspondiendo a los jueces corroborarla o no, pero no entrando a juzgar la posible vulneración de derechos de propiedad. El objetivo es evidente: las páginas que publican enlaces de torrents o similares. La clave, el lucro indirecto: si tiene publicidad  hay un ánimo de lucro indirecto. Sin embargo, se vuelve a mostrar  un amplio desconocimiento del tema, ya que la mayor parte  de las aplicaciones PeerToPeer pueden prescindir de intermediarios, pudiendo buscarse los archivos desde esas mismas aplicaciones, sin necesidad de recurrir a webs de enlaces. O sea, que no tendrán los resultados esperados, aunque la ley se apruebe con el actual articulado. Tercera crítica: no tienen ni puta idea.

Posiblemente, este asunto requiera de un debate exclusivo y público, en el que unos y otros expongan sus argumentos. España no es ni de lejos el país más pirata del mundo, pero también es cierto que se vulneran los derechos de propiedad con gran facilidad. Hay que poner en la palestra muchos asuntos, tales como la duración de los derechos de propiedad intelectual (no tiene sentido que duren más que los de una patente), la nueva estructura del mercado de la distribución de contenidos, el derecho de los creadores a cobrar por su obra y los intereses de los usuarios. En este sentido, lo que actualmente quieren los creadores es seguir manteniendo el status quo previo al surgimiento de Internet. ¿Alguien se imagina a los minilabs que hace 10 años poblaban las zonas comerciales de España exigiendo un canon por cada cámara digital o por cada impresora vendida y proteger así su fuente de ingresos (el revelado de negativos fotográficos)? Algo así es lo que plantean la SGAE y otras entidades gestoras de derechos. Internet ha permitido que el mercado sea más global y transparente (se han eliminado intermediarios, se han eliminado los soportes físicos, el consumidor puede acceder a unidades de producto más pequeñas -canciones en lugar de LP completos- y ha permitido una importante reducción de los costes de transacción). En realidad, los creadores deberían verlo como una oportunidad y no como una amenaza, ya que se multiplican los puntos de venta (uno por cada pantalla conectada) y los clientes potenciales. Los verdaderos perdedores son los distribuidores del siglo XX: las tiendas y las distribuidoras tradicionales. La solución no pasa por eliminar contenidos de la red, sino por aportar más cantidad y más valor en ellos para poder cobrarlos.

Siempre ha existido y existirá el consumidor parásito, pero la mayor parte de los compradores se comporta de forma honesta si tienen la posibilidad de hacerlo. No soy un ejemplo, pero desde que existe la iTunes Store en España y Spotify no descargo música ilegal. Ahora que ya hay algunas iniciativas de videoclub a la carta con calidad de visionado estimo que mis descargas de películas ilegales desaparecerán y lo mismo ocurrirá con los libros y las series en cuanto haya una oferta solvente y razonable en precios. Mientras, el consumidor se buscará la vida como siempre lo ha hecho: si en el mercado oficial no encuentro lo que busco, acudo al mercado negro.

El problema es que cuanto más tiempo pase el consumidor en ese mercado negro, más complicado será que vuelva a pagar por algo que puede conseguir gratis, pero la manija de ese reloj la tienen las distribuidoras y los creadores. ¿Serán capaces de darse cuenta?

Tiempo de revolución

David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar

Anoche llegué a mi casa después de asistir a la entrega de premios de La Voz de Almería en la que, por cierto, destacó la orquesta (aunque con un volumen demasiado alto que llegaba a molestar en algunas notas) y el número cómico que sirvió de desatascador a lo largo de sus 3 intervenciones. Durante la última parte del cocktail estuve interviniendo (más como oyente que otra cosa) una interesante conversación entre dos queridos amigos sobre si la actual crisis es una más de las muchas crisis que el capitalismo ha dado, o de si se trata de algo más profundo.

De vuelta a casa, en el coche, recordé la conferencia de Carles Manera a la que asistí la semana pasada en la que hablaba de una nueva revolución industrial. También recordé una conferencia impartida por mi (a veces tengo memoria de pez) hace dos años, en la que hablaba de las crisis superpuestas. Y, esta mañana, nada más despertarme, incluso antes de enfrentarme a la dura tarea diaria de reconocerme en el espejo, me volvió a la cabeza. Así que hoy, antes de seguir con la redacción de la memoria, me veo obligado a realizar este ejercicio de descarga, o no podré trabajar en paz en todo el día.

Vayamos por partes. Lo primero es hacerse bien la pregunta: ¿estamos viviendo un tiempo de Revolución? Y cuando digo Revolución, lo hago conscientemente en mayúscula, porque con ello me refiero a un cambio disruptor, uno de esos momentos en los que los historiadores ponen la marca de un hito, de una nueva edad.

Los argumentos a favor son convincentes. La globalización y, sobre todo, las nuevas tecnologías han modificado la forma en la que las sociedades se proveen de sus bienes. Las TIC han commoditizado la industria, que se ha convertido en una parte del proceso de que apenas aporta valor añadido. Esto que, a priori, podría parecer una anécdota resulta más serio de lo que parece, porque supone la ruptura de un modelo que se alumbro con la Revolución Industrial. Hoy, la tenencia de bienes de capital (la maquinaria de las industrias) no es relevante, el poder económico se ha trasladado a la distribución y a las fases de diseño, en las que se utilizan TIC y conocimiento de forma intensiva. Pero es que, además, la mayor parte de las mayores empresas multinacionales del momento no son ahora las del automóvil o las del electrodoméstico, son las derivadas del capital intelectual y las del I+D intensivo: tecnología de la información y software y biotecnología. El cambio no es la desaparición de la Ford o de la General Motors, es la sustitución de las mismas como líderes empresariales en manos de Microsoft, Apple, Google, Monsanto o Celera Genomics.

Pero, para encontrarnos en una verdadera revolución deberíamos tener movimientos tectónicos en el ámbito social. Dentro de ese contexto podríamos señalar las incidencias que la red y las relaciones sociales en red están creando. Por ejemplo, desde siempre la labor del espionaje había sido robar los secretos del enemigo no para publicarlos, sino para usarlos en tu beneficio. Hoy Wikileaks, poco más que un puñado de personas con una idea, ha puesto contra las cuerdas al departamento de estado estadounidense con sus filtraciones masivas de documentación. El objetivo no es el beneficio, sino la transparencia. Los derechos de autor se encuentran en un momento de redefinición a pesar de las presiones de los autores y de las agencias de protección de derechos, porque la tecnología los ha convertido en papel mojado, de la misma manera que muchas de nuestras leyes se han visto superadas por la realidad de la tecnología. La sociedad humana está comenzando a saltar las barreras nacionales, las asociaciones de interés hoy no se limitan a la empresa, o al país. De la misma forma que las multinacionales tienen hoy más facilidades que nunca para surgir y desarrollarse, usando las mismas herramientas, los movimientos sociales comienzan a superar las divisiones tradicionales. La sociedad comienza a polarizarse entre los que tienen acceso a la red y los que no, y entre los que tienen un acceso de banda ancha (que posibilita acceder a contenidos y servicios más intensivos) y los que no.

Y, por debajo de estos cambios, casi de forma alegre y desenfadada nos vamos acercando a los límites de nuestro planeta, avanzando hacia la madre de todas las crisis malthusianas de la humanidad (porque ya las ha habido). Una situación en la que actualmente no pensamos o en la que tendemos a pensar que la tecnología nos terminará salvando (véase por ejemplo la esfera de Dyson, que aunque hubiera tecnología suficiente para construirse –en su planteamiento más extremo–, no habría materia suficiente en el sistema solar para completarla).

En el extremo contrario de la argumentación, el planteamiento de que estamos asistiendo a una más de las crisis sistémicas del capitalismo también tiene argumentos a su favor. El modelo económico alumbrado tras la II Guerra Mundial apenas ha cambiado, la terciarización de la economía comenzó ya entonces. Además, una parte importante de esta terciarización proviene de los procesos de externalización de los procesos que antes eran parte del proceso manufacturero. En este esquema de pensamiento, el proceso de globalización es hijo del que comenzó en los orígenes del s. XX y que se vio interrumpido por las guerras mundiales, como válvulas de escape de las presiones que se acumularon en el proceso previo. En esta visión de largo plazo, las diferencias con el pasado inmediato se relativizan, siendo el capítulo actual uno más en un proceso histórico que aún no habría llegado a la ruptura.

Sin embargo, algo me dice que hoy un discurso político-económico como el de Marx no tendría sentido, que las explicaciones al uso de la economía no son capaces de cubrir todos los aspectos de esta multiforme crisis y que la sociedad comienza a descubrir un mundo menos inocente y más conectado en el que el poder de la ideas de unos pocos pueden poner de rodillas a los estados. Algo me dice que dentro de unos siglos, nuestros descendientes (si es que sobreviven) mirarán hacia nuestros días y pondrán en la frontera entre los siglos XX y XXI el comienzo de una nueva edad: la Edad Conectada.

Así fue la campaña agrícola

David Uclés
Director del Servicios de Estudios de Fundación Cajamar

Como todo el mundo sabe, en los últimos años, la economía española logró importantes ritmos de crecimiento, acompañados de una reducción de la tasa de paro que podríamos denominar histórica. Sin embargo, gran parte de ese empleo y de ese crecimiento se produjo en un mercado inmobiliario (y aledaños) sobrecalentado y con posibilidades de crecimiento de la productividad física muy reducidas. Durante esos años de boom, apenas nadie se acordaba de la agricultura y de la agroalimentación en general. Sin embargo, ahora que las tornas se han dado la vuelta, este sector se vuelve a mostrar como un sector refugio y como el reducto de competitividad que siempre fue para España. Hoy, lo agroalimentario vuelve a estar de moda.

Pero de lo que se trata ahora es de mirar hacia atrás y buscar en los acontecimientos pasados las claves para mejorar nuestro futuro.

Posiblemente, en este pasado ejercicio, la variable climática más influyente fue la lluvia. Las precipitaciones más que duplicaron las del ejercicio precedente (que ya había sido especialmente húmedo). Este meteoro incidió de forma negativa en las cosechas, principalmente durante la campaña de otoño, en la que los problemas relacionados con el exceso de humedad, produjeron menores rendimientos y peores calidades. Afortunadamente, a lo largo de la primavera esta circunstancia fue modificándose de manera favorable. En términos de temperaturas, el arranque de la campaña fue bueno, las lluvias se concentraron entre diciembre y marzo, pero la prolongación de un clima cálido en Centroeuropa provocó una coyuntura de malos precios es esas fechas que se prolongó a lo largo de esa primera mitad con los efectos de las lluvias. Afortunadamente, la primavera ayudó a compensar los malos comienzos y tanto las producciones de ciclo largo como las siembras de primavera se encontraron con unas condiciones climáticas y de mercado mucho más favorables.

Otra de las cuestiones a tener en cuenta para explicar lo sucedido a lo largo de los meses pasados, es la progresión de los métodos de control biológico. La mayor parte de las producciones han continuado en una trayectoria ascendente, en la que destaca el pimiento que cuenta prácticamente ya con el 100% de su superficie bajo protocolos de control. Sin embargo, tal y como ya se señalaba en el Informe anterior, esta nueva técnica de cultivo supone un reto tanto para los agricultores como para la industria auxiliar, un reto que les exige un esfuerzo de adaptación continua. La adopción de esta filosofía, inducida por el consumidor, supone la reaparición de algunas enfermedades ya superadas y la adopción de estrategias diferenciadas para las nuevas. De momento tanto unos como otra están respondiendo de forma ejemplar, demostrando una flexibilidad y un dinamismo realmente envidiables.

Los condicionantes mencionados implicaron que la producción se redujera en un 3,47%, hasta alcanzar las 2.788.222 toneladas. Descendiendo al análisis por productos se detectan dos tendencias que podríamos denominar de retirada. La primera, evidente desde hace años, es la de la judía verde, que en esta campaña acumuló un nuevo retroceso (en esta ocasión del 20,3%). La segunda es la del melón, que acumula ya 6 campañas consecutivas de descensos, siendo el último de un 14,27%. Nuestro producto principal, el tomate, se ha visto este año perjudicado en su campaña de otoño por las lluvias y los problemas de calidad y producción, mientras que el miedo a la incidencia de la Tuta motivó una menor siembra en la campaña de primavera. Por el contrario, berenjena y pepino sobresalieron por sus aumentos de producción. Respecto a la superficie total cultivada, creció ligeramente, un 1,14%. Mención especial merece el comportamiento de la lechuga, que en esta campaña ha alcanzado unos niveles muy elevados de producción (situándose ya como el sexto producto en volumen y valor) y unas buenas cotizaciones.

Aunque las cotizaciones a principios de campaña siguieron la tónica del final de la anterior, poco a poco, la merma de producción y una demanda de consumo que no se reducía en demasía, propiciaron una mejora de los precios unitarios, de modo que el valor total de la producción ascendió a 1.442,7 millones, un 2,3% más que en 2009. Con respecto a la media de las 10 últimas campañas, que pueden ver en la pantalla, los resultados de los principales productos no son precisamente favorables y enmarcan algunas de las conclusiones que veremos a continuación. El precio medio apenas ha variado (0,51€), proviniendo el aumento del valor (4,7%) de la mejora de las cantidades producidas y volviendo a resaltar la tendencia claramente recesiva de judía verde y melón.

Por su parte, la demanda externa (la que provoca nuestras exportaciones) contribuyó de forma decisiva a la mejora de las cifras económicas de la campaña. La recuperación más temprana de las economías europeas nos ha venido a echar una mano al incrementar el consumo de productos extranjeros. Así, los registros de la campaña fueron de récord: 1.526,5 millones de euros y 1.696.065 toneladas o, lo que es lo mismo, el 60,8% del total producido. Como siempre fueron los mercados europeos los que mostraron una mayor acogida a nuestras producciones, si bien con respecto al ejercicio precedente, Alemania perdió algo de protagonismo y Francia recuperó el segundo puesto como comprador que le había arrebatado Holanda.

La campaña 2009/10 presentó una novedad importante con respecto a las anteriores. Esta fue el recorte de los costes de producción, calculado globalmente en un -4,3%. Muchos de los principales ahorros estuvieron relacionados con la crisis económica y el clima de deflación que se vivió en España durante gran parte de 2009, como los fertilizantes, los gastos financieros o el transporte. Otros, sin embargo, tienen que ver con motivaciones productivas. Por ejemplo, el agua redujo su coste, no tanto por causa de sus precios, sino por la menor necesidad de compra de la misma, al proporcionar la lluvia un alivio en este capítulo. Asimismo, los gastos en control biológico se vieron recortados por dos razones. La primera una demanda menor, al haber optimizado los agricultores el uso de los insectos auxiliares y, la segunda, una mayor competencia en el mercado de los suministradores, que contribuyó a reducir los precios. Sin embargo, las tendencias de fondo siguen siendo alcistas y desde comienzos de la presente campaña la mayor parte de ellos han vuelto a tasas positivas.

Lo comentado hasta aquí es un mero resumen de los datos. A lo largo de las 90 páginas del Informe, los lectores podrán encontrar mucho mayor detalle. Incluso, en el capítulo de los anexos descubrirán un par de novedades. La primera relacionada con una nueva fuente de información que se suma este ejercicio, como es el Panel de Consumo Alimentario, del que se extraen unas líneas de tendencia de consumo y gasto muy reveladoras. La segunda es la presentación de algunos de los principales resultados de algunos ensayos llevados a cabo en la Estación Experimental de la Fundación. Como muchos de ustedes conocerán, el motivo de la portada de este año y el fondo de esta misma presentación es el Invernadero Inversos, que ha demostrado un comportamiento muy favorable en las condiciones de producción almerienses. Y lo hemos elegido porque creemos que simboliza muy bien uno de los principales retos que afronta nuestra agricultura.

Llegados a este punto, como decía al principio, tal vez sea conveniente pararse y examinar la situación en la que nos encontramos. El mundo está cambiando rápidamente al paso que dicta la Globalización. Hace unos días hemos asistido en el G20 al enésimo enfrentamiento entre China y EEUU a cuenta de los tipos de cambio de sus respectivas monedas. Los emergentes, de repente, se han colado en las mesas de decisión del más alto nivel y todo indica que han llegado para quedarse. Por otro lado, la crisis golpea en la línea de flotación de la coordinación de políticas monetarias y, mientras EEUU sigue apostando por la expansión del gasto, los europeos, a medias por convencimiento, a medias por exigencias de los mercados nos vemos obligados a reconducir nuestras finanzas públicas. Por otro lado, la demanda mundial de alimentos crece, y seguirá creciendo a medio plazo. Pero lo hará en países que hasta hace poco se situaban en la periferia. Porque los países desarrollados envejecemos. Aunque también exigimos cada vez más de nuestros alimentos, y diversificamos los formatos y costumbres de consumo, y seguimos teniendo mayor capacidad de compra. Los próximos años van a resultar cruciales para muchos sectores. Como se ve en el gráfico, la tendencia de la producción agraria mundial es creciente, pero a día de hoy uno de los mercados que mejor paga sus alimentos sigue siendo el europeo. Consecuencia: la presión competitiva en nuestro ámbito va a seguir creciendo, y los acuerdos con Marruecos, las conversaciones con el Mercosur y las tendencias del mercado invitan a pensar que posiblemente eso sea lo único que no cambie.
¿Qué supone todo esto para el agricultor almeriense? En realidad nada que no esté experimentando ya: mayores agobios competitivos. Si analizamos la marcha de la producción hortícola provincial, podemos situar el momento de mayor expansión de la producción en el período 1993-1998. Durante estos años, el crecimiento de la producción es realmente espectacular. Si nos seguimos fijando, veremos que el salto fue posible gracias al aumento de la superficie y, en mayor medida, de los rendimientos. En cierta forma, el último gran impulso al crecimiento de la superficie se dio en esos años, pues luego apenas ha variado. Sin embargo, lo que realmente permitió ese crecimiento fue la entrada en vigor del Acta Única y la desaparición de los restos de protección de la Comunidad Europea. Los rendimientos físicos (los kilos por hectárea) han crecido muy deprisa, al mismo tiempo que, lentamente, los precios medios (los euros por kilo) se han ido reduciendo. La consecuencia es que los ingresos medios, los euros por hectárea, se han comenzado a deteriorar desde mediados de la década de los 90, hasta llegar a suponer en la última campaña apenas el 60% de su valor en 1975 –medido todo en términos reales, es decir, eliminando el efecto de la inflación–. Si las tendencias se mantienen, tarde o temprano, los ingresos medios se terminarían cruzando con la de los costes crecientes y terminarían las explotaciones en pérdidas. Si consideramos que la capacidad de los agricultores y sus cooperativas para presionar al alza los precios o a la baja los costes es muy limitada; la única vía que nos queda es la ganancia de productividad. Es decir, mejorar los kilos por hectárea. Y, con ello, reducir el coste medio. Pero necesitamos un factor impulsor de éstos, algo que, como en los 90, los haga alcanzar rápidamente un nivel superior. La respuesta, como entonces, estará con mucha seguridad en la tecnología.

Si tenemos en cuenta que el 20% de los invernaderos de la provincia se pueden considerar “viejos”, la mejora de las estructuras podría contribuir a dicha mejora. No sólo porque las nuevas estructuras como la de la portada sean más productivas por sí solas, sino porque permiten avanzar en las técnicas de manejo de los cultivos. Como ya les he mencionado en la exposición y como seguramente remarcará Jerónimo a continuación, en este campo aún tenemos mucho margen de mejora. Evidentemente, en el reto de la competitividad, los rendimientos físicos son una parte importante, pero no la única. Nuestros competidores aprietan cada vez más y nos ganan terreno en el campo de la judía o del melón. Como decimos en el texto del informe: “las líneas de trabajo de futuro deben también intentar minimizar las actuales debilidades (como la relativa atomización de la oferta, o la incapacidad de negociación frente a la gran distribución) y aprovechar las posibles oportunidades que surjan en el entorno”.

España, la apuesta es que cae esta vez

David Uclés
Director del Centro de Estudios Socieconómicos de Fundación Cajamar

Grecia ha caído. Irlanda ha caído. Portugal, aguanta de momento, pero casi todo el mundo le da como la próxima víctima de esta carnicería de especulación.

Y luego, va España. Da igual que nuestro nivel de deuda sea inferior al de Alemania. Da igual que nuestras exportaciones crezcan a buen ritmo. Da igual que nuestro PIB dé señales esperanzadoras. Es lo mismo. Esos mercados que asignan eficientemente sus recursos comienzan a plantearse la posibilidad de cobrarse una pieza de caza mayor como es España. Y han apostado fuerte por ello. Si ganan, ganarán mucho dinero, y si pierden, también perderán mucho, muchíisimo, como el pasado verano. Así que no es de extrañar que la cúpula de algún hedge fund se reuniera ayer en Londres para buscar soluciones al caso de España. Eso sí, sin decir cuál está siendo su apuesta.

Lo cierto, y aquí tenemos un detalle a nuestro favor, es que el supuesto rescate de España sería de tal calibre que podría terminar arrastrando al euro. El saldo de deuda española en manos del sistema bancario europeo es tan grande que se repetiría con toda probabilidad el miedo bancario en algunos países centrales de la Unión y el euro (el mayor logro de la Europa unida en términos económicos) quedaría en entredicho.

Hasta cierto punto me jode que Gracia, Irlanda y, en su caso, Portugal o España terminen mordiendo el polvo y sometiéndose a los designios de unos mercados que no votan en los comicios nacionales pero que terminan imponiendo políticas económicas, casi siempre de corte restrictivo y que cargan el peso del ajuste en los hombros de las clases medias. Me pregunto si es lógico confiarse a quienes han mostrado tan poco celo a la hora de mantener limpios sus propios hogares, provocando una hecatombe financiera mundial. Sé que la emisión de deuda pública es una herramienta básica de la política monetaria y que al hacer uso de ella estamos admitiendo jugar a unas determinadas reglas, pero me cuestiono hasta qué punto es limpio y justo el sistema. Cuando hace tres años comenzaron los problemas, los países acudieron al rescate de sus bancos, que habían pecado de codicia excesiva y, por tanto, se socializaron sus pérdidas (incluso en EE.UU.). Sin embargo, ahora tienen que volver a ser los países los que asuman el importe de los costes de las operaciones de salvamento. ¿Por qué no sentarse a negociar una quita como una Argentina cualquiera? ¿Por qué esos inversores que lloraban por la garantía de sus depósitos ahora se muestran tan insolidarios?

En fin, perdonen la disgresión fruto del cabreo, pero es que cuando uno lee y ve lo que lee y ve, no pueden por menos que hacérsele los ojos chirivitas al más puro estilo Lina Morgan.

Volvamos a España. Justo antes del verano, el Gobierno se tuvo que envainar sus políticas sociales y puso sobre la mesa un plan de austeridad que va dando sus frutos (ayer mismo se publicaba el dato de déficit de caja y se ha reducido casi a la mitad), la reordenación del sistema financiero se está produciendo de manera ordenada y el Banco de España está gobernando con mano firme el proceso de fortalecimiento de las cajas de ahorros, la pieza más débil del sistema por su baja aversión a las hipotecas. Incluso en el estático mundo de las cooperativas de crédito el banco central está presionando para obtener resultados en el campo de la solvencia. Es decir, se están haciendo los deberes que supuestamente se nos habían pedido, sólo que ahora nos piden aún más deberes. ¿Qué nos queda? Del lado de las cuentas públicas, deberían ser las administraciones locales y autonómicas las que mostraran sus cartas y nos contaran a los mercados y a los votantes cómo piensan afrontar sus obligaciones, incluso podría ser un buen momento para plantearnos la vigencia de algunas instancias. A lo mejor eso calma a los mercados.

Pero, ¿quién le pone el cascabel a ese gato?

Precios hortofrutícolas

David Uclés Aguilera
Director del Instituto de Estudios Socioeconómicos de la Fundación Cajamar
 
Todo el mundo sabe que estamos en crisis. Esta misma mañana he acudido a un colegio de primaria de Almería para hablar a los peques de 6 y 7 años de lo que es la economía y de la forma que la economía influye en sus vidas. Aparte de lo que me he divertido con las respuestas de los niños, he podido comprobar que tienen una idea bastante aproximada de lo que es una crisis. Saben que la gente tiene menos dinero, saben que muchos mayores se han quedado en el paro y, curioso, asocian el nombre de los políticos con la idea de crisis.
 
Por tanto, no exagero si digo que todo el mundo sabe o intuye lo que supone una crisis y cuáles son sus consecuencias: cierre de empresas, trabajadores en paro, menor poder adquisitivo, menor consumo… Sin embargo no todos los productos se dejan de consumir con la misma intensidad. Como bien señalaban los niños, hay cosas más importantes que otras. Pero como se supone que estamos hablando entre adultos y se tiende a creer que los economistas somos gente seria que dice cosas serias que casi nadie entiende, les diré que aquellos bienes que se encuentran en los primeros escalones de la pirámide de las necesidades de Maslow son las que menos se dejan de consumir como, por ejemplo, la comida. Si echamos un vistazo a lo que ha pasado en España en los dos últimos años, nos daremos cuenta que ha sido precisamente la comida el principal banderín de enganche de la publicidad y las promociones de la gran distribución. La racionalidad que hay debajo de este comportamiento no puede ser más sencilla, dado que lo último que dejarán de comprar los consumidores es el alimento, éste es el reclamo que debemos utilizar para convencerlos de que atraviesen nuestros umbrales.
 
Por otro lado, aún cuando no todos los consumidores están en situación de riesgo con respecto a sus ingresos, la sensación de miedo se transmite a lo largo y ancho de toda la sociedad, y dado que el crecimiento del paro ha sido muy grande en España, casi todo el mundo conoce a alguien que ha perdido su empleo. Para que se entienda, hay un refrán castizo que lo explica perfectamente: “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. En la medida que a nuestro alrededor se producen situaciones de desempleo o de estrés por el riesgo de perderlo, nuestra sensación de miedo se incrementa y nos comportamos de forma más comedida. En España, durante muchos meses, la propensión marginal al ahorro estuvo batiendo records. Era la materialización de ese miedo extendido por la sociedad.
 
Este comportamiento de mayor precaución trastocó, como no podía ser de otra forma, los patrones de consumo. Capítulos como el ocio redujeron en 2009 su consumo un 2 %. Los hoteles, restaurantes y cafés perdieron, por su parte, un 5 %. Como era de esperar, aquellas partidas más elevadas en la escala de Maslow, a excepción de las comunicaciones, fueron las que más retrocedieron en ese año. Por ejemplo, los transportes cayeron un 19 %, el mobiliario y equipamiento del hogar otro 16 %. El consumo total de los españoles cayó, pero el de alimentos y bebidas en el hogar apenas se movió (-0,5 %) y el de bebidas alcohólicas incluso creció (11 %), al igual que el gasto en medicinas y salud. No es extraño, en una recesión como la que estamos dejando atrás, las enfermedades se disparan, ya que el estrés y el pesimismo contribuyen a que nuestra salud empeore.
 
En cualquier caso, la alimentación en general perdió algo de fuelle durante 2009, pero mucho menos que el resto de sectores de consumo, tal y como decía la teoría que sucedería. ¿Qué ha pasado mientras tanto con las frutas y hortalizas? Como alimentos que son, han perdido ventas en los canales de la restauración y hostelería, pero en el hogar han aumentado de forma importante. Según el panel de consumo alimentario que elabora el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, el consumo de frutas frescas aumentó en los hogares españoles un 11,8 %, mientras que el de hortalizas lo hizo en un 14,3 %, compensado ampliamente los descensos del canal hostelero. Evidentemente, estos porcentajes están calculados sobre kilos.
 
Como seguramente sospecha el lector avezado, aún más si es agricultor, este aumento de consumo debería haber tenido una repercusión al alza sobre los precios de estos bienes, alza que debería haberse trasladado en parte hacia la zona baja de la cadena de suministros hasta llegar al agricultor. Pero esto no ha ocurrido, antes al contrario, los precios llevan mucho tiempo a la baja, poco a poco, pero de forma continua. Según la serie que calculamos en la Fundación Cajamar, los precios en la última campaña fueron, de media, un 40 % menores que en 1975 en términos reales. Es decir, la base sobre la que se sustenta el negocio de la principal actividad almeriense está inmersa en una espiral deflacionaria a la que sólo podemos hacer frente produciendo más o haciéndolo más barato. O las dos cosas. Sobre estas cuestiones pueden, si quieren, ojear el Análisis de Campaña que edita la fundación cada año y que está disponible en su página web.
 
Lo que me interesa en este artículo es poner de manifiesto que, habiendo aumentado el consumo, los precios de venta al público no sólo no han crecido, sino que han bajado de manera significativa. Es evidente que la crisis tiene mucho que ver en ello, aunque este tipo de bienes deberían estar más protegidos de los descensos de precios. También es evidente que la tendencia es decreciente desde hace décadas. Digamos ya que, según el panel, el descenso de los precios medios en 2009 fue del 6,3 % para las frutas y del 3,7 % para las hortalizas frescas, muy por debajo del IPC (-0,3 %, calculado sobre medias anuales). ¿Hay alguna otra razón que ayude a explicar este comportamiento? Creo que si. A diferencia de otras crisis pasadas, ésta es la primera de carácter realmente global, por haberse producido en el mismo corazón del sistema capitalista: el sistema financiero de EE.UU. Esto propicia una mayor competencia, independientemente de la coyuntura económica y favorece el descenso de lo precios. Pero también ésta ha sido la primera crisis en España en la que la gran distribución acumulaba la mayor parte del mercado nacional. La desaparición paulatina de intermediarios y de comerciantes minoristas ha provocado un acortamiento de la cadena (lo que abarata costes), pero también hemos asistido al crecimiento desmedido de muchos de los agentes finales. Hace 20 años en este país apenas nadie conocía la empresa Mercadona. Hoy es líder absoluto de ventas de productos de alimentación y gran consumo de España. El crecimiento de estas empresas ha servido para que acumulen un poder de mercado enorme, y para que impongan su ley en el resto de la cadena de suministro, desde la otrora poderosa industria alimentaria hasta, por supuesto, los menos organizados agricultores o cooperativas de comercialización.
 
A mi modo de ver, la gran distribución ha tenido claro que la forma de llevar a los consumidores a sus tiendas era ofrecer una cesta de la compra barata, siendo los alimentos la parte del león de la misma. Y han puesto a funcionar sus capacidades para lograr este objetivo, presionando a los proveedores hasta el límite de sus posibilidades. Éste, junto con el resto de factores, son los que provocan el descenso de los precios.
 
La mala noticia es que no se vislumbra ningún cambio a mejor para los productores de alimentos, fuera del hecho cierto de que la población mundial sigue aumentando y que, por tanto, la demanda también lo hará. Si Almería opta por ser un proveedor de precios bajos, tarde o temprano será barrida del mapa por la oferta de países con costes estructurales y de producción más bajos. Tenemos que caminar en otras direcciones, aprovechando el poder que nos da ser uno de los principales productores de frutas y hortalizas del mundo, poniendo en valor todos nuestros valores y conocimientos y aprovechando el desconocimiento de los que quieren entrar en los mercados.
 
Ya sé que es muy fácil decirlo, pero sirva como consuelo que lo hemos estado haciendo bien en los últimos 30 años, y que otros que han estado en la misma tesitura en la que nos encontramos ahora nosotros, como Holanda en los 90, fueron capaces de reinvertarse, adaptarse y sobrevivir.

Una relación simbiótica

David Uclés
Director del Servicio de Estudios de Fundación Cajamar
 
Cuando alguien comienza a recordar sucesos de hace 25 años o más significa, guste o no, que comienza a tener una edad. Supuestamente, esa edad es también sinónimo de experiencia y de conocimiento, como es el caso de la revista Poniente. No faltar a la cita con los lectores durante un cuarto de siglo es toda una proeza, sobre todo en un país como España, en el que la lectura no es precisamente un deporte nacional. Y, sobre todo también, porque se trata de una publicación especializada en horticultura.
 
El asunto del que me propongo hablarles es similar a la propia historia de la revista. Estoy seguro de que los responsables de la misma encontrarán incluso algunas similitudes con su propia experiencia vital, no en vano ha sido el mismo ecosistema el que ha permitido el desarrollo de ambas empresas: la Caja Rural (hoy Cajamar) y la revista..
 
Desde hace unos años mantengo la opinión de que Almería es un auténtico laboratorio económico y social. Esta provincia es una rara avis en cuanto a su motor de desarrollo: la agricultura. También lo es en relación al proceso inmigratorio, por la velocidad e intensidad del mismo; o por los conflictos iniciales por el uso de los recursos naturales entre agricultura y turismo; o por la propia configuración social y el nacimiento de instituciones propias de la sociedad civil. Cualquier economista o sociólogo se frotaría las manos con un sujeto de estudio tan interesante, multiforme y cambiante como éste.
 
Es en ese ámbito en el que se produce la historia de simbiosis entre el sector productor y comercializador de hortalizas y la entidad Caja Rural de Almería. En los inicios de la agricultura almeriense, los productores recurrían para la financiación de su circulante al crédito comercial de las alhóndigas. Pero el paso a la comercialización en destino y las crecientes necesidades de financiación del sector volvieron a esta primera solución bastante poco operativa. Ahí entró en juego la Caja. Con el gen agro inserto en su ADN, Caja Rural pronto vio que el sector de los cultivos de primor tenía una serie de necesidades financieras a las que ella podía y debía responder. Y le acompañó desde entonces en todos sus avatares: la mejora de las estructuras, las inversiones en calidad, la eliminación de residuos, la internacionalización, la búsqueda de nuevas vías de negocio. Y con toda seguridad le seguirá acompañando allá donde el futuro le lleve.
 
No es sólo que la Caja contribuyera a la financiación del desarrollo agrario almeriense, sino que la relación tan especial con este sector marcó a fuego el carácter de la caja, que hoy, aunque con una diversificación sectorial más amplia, fruto de su expansión territorial, sigue considerando al agroalimentario como su ecosistema natural y un sector estratégico.
 
El compromiso de la Caja con el campo no sólo ha estado centrado en el terreno de la financiación. Como ya se ha mencionado, ha sido una relación simbiótica. La entidad sabía que aquello que hiciera bien al sector, finalmente terminaría redundando en su propio bienestar. De ahí el esfuerzo investigador que se puso en pié con las estaciones experimentales primero, que continuó con el Instituto de Estudios, después, y que actualmente continúa la Fundación Cajamar.
 
En resumen, hoy la agricultura de Almería sería muy distinta sin la Caja, pero también, Cajamar sería muy otra si no hubiera convivido con la agricultura. Ambas han crecido y se han desarrollado la una junto a la otra, aprendiendo en cada paso y apoyándose, espalda contra espalda, para superar los momentos difíciles. De esa forma, ambas se han hecho grandes.