Isa Pérez, de especialista de cine a coordinadora de intimidad

Evaristo Martínez
Periodista

Nunca pensó en dedicarse al cine, pero de niña le encantaba usar la videocámara, interpretar personajes y dirigir a su familia en la tranquilidad de los domingos. Hoy, Isa Pérez lleva doce años vinculada al audiovisual: ha trabajado como ayudante de producción y dirección, especialista y, ahora, coordinadora de intimidad. Una figura que, a raíz del #MeToo, se ha vuelto habitual para garantizar que actores y actrices se sientan cómodos en escenas de contenido sexual. Aunque su papel va más allá.

Isa Pérez / Loa

“Una escena de intimidad puede ser sexo simulado o desnudez. También un parto, una muerte. Acompañamos a los intérpretes en situaciones de muy fuerte carga emocional”, relata esta almeriense que estudió Administración y Dirección de Empresas y trabajó durante varios años como monitora y socorrista (el mar y el deporte son sus otras pasiones) en el Pabellón Rafael Florido.

Así fue hasta que el cine llamó a su puerta. “Estaba en la cola de figurantes para ‘Exodus’ y un chico de producción pasó buscando gente que hablara inglés”. Entró en transportes. “Disfruté muchísimo en aquel rodaje, nunca había sido tan feliz”.

La película de Ridley Scott fue la llave para otros rodajes, en los que desarrolló distintas funciones mientras iba y venía a Reino Unido para formarse como especialista. “Siempre he sido muy deportista y sabía que podría correr entre el fuego y las explosiones”, dice entre risas.

Señales

Tras años trabajando en películas, series y publicidad, dentro y fuera de España, el rodaje en Almería de la serie wéstern ‘That Dirty Black Bag’ le abrió otra ventana. “Fui a Elche a recoger a una persona del equipo. Era Samantha Murray, australiana afincada en España que trabaja como coordinadora de intimidad. En cuanto me dijo a qué se dedicaba, el corazón se me salió por la boca”, recuerda emocionada. “Me pareció precioso: cuidar a los actores y al equipo, crear una coreografía y generar una energía que traspase la pantalla”.

En ese momento, explica, sintió una de esas señales que ha aprendido a leer en su vida: ahí estaba su futuro. Murray la puso en contacto con Netflix, que preparaba una formación en este campo. No pasó el corte, pero no desistió. Buscó escuelas hasta que sintió otra corazonada al ver las fotos del profesorado del centro Cintima, en Los Ángeles. Su formación estaba avalada por SAG-AFTRA, sindicato que representa a más de 160.000 profesionales del entretenimiento en Estados Unidos, la mayoría de Hollywood. “Fue una formación de un año, el último mes con prácticas en Los Ángeles”.

Para lograr la certificación, tuvo que acreditar su participación en un proyecto. Lo hizo supervisando una secuencia de contenido sexual en el corto ‘Agnella’, de Manuel Olaya, rodado en Tabernas. “Está muy bien escrito y le estoy muy agradecida por esa oportunidad”.

Qué hace una coordinadora de intimidad

Durante su formación, Isa Pérez ha descubierto que este oficio mayoritariamente femenino (apenas un diez por ciento son hombres) requiere “cuidado, observación y escucha” y saber leer los “pequeños detalles”, ya que “el cuerpo habla”. “Me ha ayudado ser profesora de yoga, hacer meditación y practicar el ‘breathwork’ [técnica de respiración consciente]”.

En la era post #MeToo, por ejemplo, los genitales no se tocan. “Hay una distancia mínima, disimulada por la posición de la cámara, y barreras físicas: usamos colchonetas de yoga cortadas y forradas con esparadrapo color carne según la postura que haya que hacer”. 

Las secuencias se ruedan en un “set cerrado”, con equipo mínimo: el resto está fuera o de espaldas. “Evitamos así la energía de un montón de miradas”, apunta. Ella lo vivió como especialista en la serie británica ‘Harlots’, donde se desnudaba de cintura para arriba: se sintió “expuesta” a comentarios, risas y “hechos que violentan”.

Como coordinadora de intimidad, la comunicación con el director y los intérpretes para saber qué quieren mostrar es fundamental. Da fe, además, de que haya consentimiento previo antes de que la cámara arranque.

Su último trabajo ha sido en Canarias con ‘El final de todo’, debut de la española María Martínez Bayona con Gael García Bernal y Rebecca Hall como protagonistas. “He tenido la suerte de trabajar en seis secuencias muy distintas: desde sexo oral en una playa a sexo en una discoteca, pasando por desnudez. Ni los actores ni la directora habían tenido antes una coordinadora de intimidad y han sido maravillosos. Me siento feliz de contribuir a un nuevo tipo de cuidado en el cine”.

La almeriense habla con pasión de lo aprendido. Y de lo que hay que desaprender tras décadas de una hegemónica mirada masculina tras la cámara. “A dos especialistas de acción no les sueltas: pegaros y ya. Pero a muchos actores y actrices sí se les ha dicho: empezad a besaros y a ver qué pasa. Espero que esto sea cada vez menos habitual”, concluye.

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