La eterna indolencia del ‘agustico’ almeriense

Antonio Fernández
Periodista

Si a los asturianos les tocan su minería miles de ellos se echan a la calle. Lo mismo ocurre con los vascos, los catalanes, los granadinos o los murcianosSon ejemplos de cómo la ciudadanía es capaz de movilizar conciencias y gobiernos en defensa de sus intereses. 

Y mientras tanto los almerienses, sometidos un año sí y otro también, una legislatura sí y otra lo mismo, a recortes, retrasos e incumplimientos, condenados a ver pasar de largo las oportunidades, nos mantenemos fieles a una de las actitudes históricamente cultivadas, ésa que da respuesta a la pregunta ¿cómo estás?.... “pues aquí, agustico”. 

Es el síndrome del sofá y mantita, el confort de la mesa camilla, suficientemente arraigados como mantenerlos en una profunda zona confortable que les impide clamar por aquello que, les guste o no, les afecta, y mucho.

Sólo así puede explicarse que la sucesión de compromisos en materia de obras e inversiones no tenga, a día de hoy, la respuesta que probablemente sí tendrían en otros territorios, en otras provincias españolas que, estando mejor dotadas, no dudan en hacer oír su voz ante cualquier atisbo de ‘descuido’ político. 

Me temo que perdemos demasiado tiempo en debates y guerras que calificaría de estúpidas e inútiles. Los que gobiernan no sienten la presión de los almerienses y sólo se abren a debates entre ellos, ora gobernando, ora en la oposición.

Con frecuencia nos engolosinan con sus cuentas; estamos en tiempos de presupuestos y el papel lo aguanta todo, pero por la experiencia acumulada vemos que se ejecuta una mínima parte de las inversiones previstas. 

 

Desde fuera se mira a Almería con cierta condescendencia, se asume que tenemos unas pésimas comunicaciones, que es difícil salir o llegar, pero todo transcurre en un lento devenir. Ahora llegan nuevas elecciones, habrá nuevas promesas y los almerienses ¿qué?. Pues eso,... “agustico”.

 


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