Profesionales del desahogo


Miguel Ángel Vázquez
Senador del PSOE

⏩ La gestión de la mayor alerta sanitaria por listeriosis a cargo de la Junta de Andalucía ha sido manifiestamente mejorable a ojos de cualquiera. Menos para las derechas, que se jactan sin recato y con engreimiento de su nefasta labor, instalados en un narcisismo político aberrante. El consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, puso el listón alto calificando de "impecable" la respuesta de la Administración autonómica a una crisis que se ha cobrado tres vidas, 200 ingresados en centros hospitalarios y casi 2.000 afectados. El presidente Moreno Bonilla subió la puja de las grandilocuencias y sentenció sin rubor: "Estamos escribiendo un nuevo relato contra la listeriosis en el mundo". Soltó esta fanfarronada y se quedó tan pancho, incluso con regusto de satisfacción ante semejante ostentación (injustificada). Tanta fanfarria y salvas de cañones no se compadecen con la realidad. La gestión de esta alerta por parte del Ejecutivo de PP y Ciudadanos, con el apoyo de Vox, se ha caracterizado por:

Carne mechada de La Mechá (Loa)

Incompetencia: Reaccionaron tarde y mal. Había 12 casos detectados en julio y la alerta no se declaró hasta el 15 de junio. Tampoco estuvieron diligentes tras el primer informe del laboratorio municipal certificando la presencia de la bacteria en la carne mechá el 9 de agosto.
Desconocimiento: A la administración se llega con preparación y no se viene a aprender. La ciudadanía no puede estar en un vilo por la falta de experiencia en crisis alimentarias y de salud pública. El portavoz del PP en el Parlamento, José Antonio Nieto, intentó escurrir las culpas con el argumento tan inconsistente que para ser la primera no se había gestionado mal. ¿En qué manos estamos?
Viendo la dimensión que estaba cogiendo el caso, el Partido Popular optó por esparcir tinta de calamar para confundir a la opinión pública
Cobardía: Viendo la dimensión que estaba cogiendo el caso, el Partido Popular optó por esparcir tinta de calamar para confundir a la opinión pública. Primero, pinchó al pretender corresponsabilizar al Ayuntamiento de Sevilla de los errores de la Junta y luego, más tímidamente y sin éxito, ha apuntado al Ministerio de Sanidad, cuando las competencias son de la comunidad autónoma. Es de buen gobernante asumir sus responsabilidades, las buenas y también las malas.

Insensibilidad e indolencia: El Gobierno andaluz, muy especialmente su consejero de Sanidad, ha demostrado más comprensión con la empresa causante del brote que con los afectados y las familias de las víctimas mortales. Con la cifra de ingresados creciendo, el presidente, los consejeros y los responsables sanitarios han estado de asueto, de vacaciones y en los toros. Nada de empatía con los que sufrían las consecuencias del brote.

Mentiras: El gabinete de las derechas es una factoría de mentiras. Esto no es nuevo. Elías Bendodo es el encargado de fabricarlas. No les ha valido ni el encendido del ventilador para implicar a otras administraciones ni su pretensión desesperada de disimular sus fallos clamorosos. Sólo han contabilizado los casos desde el 15 de agosto y sólo por ingesta de carne mechá. Se les ha cogido en el truco para manipular la cifra real de afectados y la verdadera dimensión de la crisis.
Han ido ocultando información y datos para cubrir su comportamiento negligente
Nula transparencia: Han ido ocultando información y datos para cubrir su comportamiento negligente. El consejero de Salud no comparecerá hasta mañana en el Parlamento por la presión social, de la oposición y también de sus socios de la extrema derecha, que no han tenido más remedio después de este escándalo nacional.

Cinismo: El Gobierno de las derechas ha estado evitando dar la cara durante todo agosto. Eso sí, PP y Ciudadanos pedían la comparecencia de la ministra de Sanidad en el Congreso de los Diputados aun cuando las competencias y la responsabilidad es de la Junta de Andalucía. Una respuesta hipócrita y de defensa del interés particular.

Este es el resumen de un mes de despropósitos, ocultamientos y fallos en una gestión incapaz e insolvente que ni las derechas pueden tapar con su proverbial desahogo y triunfalismo.

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