La 'isla' almeriense


Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería

➤ Solo hace falta una vuelta por la literatura para percibir el aislamiento de Almería. Hoy son ingenieros y arquitectos los que lo constatan, pero antes ya lo habían dejado negro sobre blanco escritores que tan bien nos conocían o nos llegaron a conocer (y a querer) como Gerald Brenan, Goytisolo, Pedro Antonio de Alarcón o Miguel Naveros. Como sostiene el catedrático Andrés Sanchez Picón, desde el siglo XV en que el puerto comenzó el camino amargo de la decadencia, Almería siempre ha sido una isla separada del resto del mundo.

Buscando vías

La geografía es una realidad discriminatoria irremediable y la orografía un escenario determinante contra la que durante miles de años no se pudo luchar. Estos dos factores han marcado decididamente la historia almeriense durante siglos. Hemos estado y seguimos estando lejos de los centros de poder y además las vías de comunicación con nuestros vecinos de extramuros más cercanos o no existían o eran, sencillamente, de un uso quimérico.

Hasta casi antesdeayer ir desde Almería a Málaga era poco menos que un viaje equinoccial en medio de una montaña rusa y siempre con la misma peligrosidad de una ruleta del mismo nombre. Los caminos o no han existido o, más que unir, separaban. Viajar a Murcia, Granada o Málaga era una aventura; hacerlo a Madrid o Barcelona se acercaba a la quimera. Todo estaba lejos; hasta viajar al vecino pueblo de al lado resultaba una experiencia excitante y, para miles de personas, tardía; tanto que aún hay almerienses para los que Mojácar es una estampa y El Ejido un invernadero.
Somos una isla que, hasta hace apenas veinte años, estaba conformada por islotes separados entre sí
En definitiva, somos una isla que, hasta hace apenas veinte años, estaba conformada por islotes separados entre sí. Pero en esa isla hay una playa en la que nadie se ha aventurado a entrar y en la que merece la pena detenerse, no desde el reproche (o sí), pero, sobre todo, porque su ignorancia contribuiría a que las olas que tan poco contribuyeron a mejorarla vuelvan a repetirse. Desde hace años hay una pregunta a la que vuelvo con frecuencia cuando miro Almería y sus entornos: ¿Qué han hecho nuestros vecinos de Málaga, Murcia o Granada para contribuir a desterrar el aislamiento padecido por los almerienses?

Nunca he encontrado otra respuesta que Nada y, a veces, ese vacío se ha llenado con el desaliento del desdén intencionado. Para los planes estratégicos de esas tres provincias, a pesar de estar tan cerca, hemos estado tan lejos que siempre nos han mirado desde el desdén intencionado o desde la irrelevancia. La afirmación puede parecer excesiva, pero a qué otra conclusión podemos arribar si reflexionamos sobre cuáles fueron las actitudes de los círculos de poder malagueños con la autovía que ya nos une con su capital; o la de los murcianos con la que nos une con Murcia, terminada mucho antes en el tramo almeriense que en el murciano; o qué presión hicieron esos mismos núcleos de poder sociopolítico en Granada para que la A 92 llegara hasta Almería una década después de pasar por Guadix.
Durante decenios fuimos una colonia agrícola, sanitaria y educativa de nuestros vecinos y a nadie le gusta perder hegemonías sobre territorios conquistados
Almería ha estado y está lejos de Madrid y Sevilla, pero también nos han mirado con lejanía desde la periferia que nos es mas cercana. Aquí cada uno ha estado a lo suyo en el mejor de los casos; en el peor ha estado a lo suyo y a no contribuir a lo de los demás por miedo a su competencia. Durante decenios fuimos una colonia agrícola, sanitaria y educativa de nuestros vecinos y a nadie le gusta perder hegemonías sobre territorios conquistados. El tiempo todo lo cambia y hoy hay un escenario distinto. Ya no somos aquella provincia que vendía sus productos a través de los intermediarios levantinos y estaba obligada a tener que pasar el puerto de La Mora para acceder a una sanidad o a una carrera universitaria. Ahora somos más iguales y las metrópolis agrícolas, académicas o sanitarias han desaparecido.
La alta velocidad abrirá para Almería un mar de oportunidades tan formidable que acabará desterrando para siempre el síndrome de isla que hemos padecido
Lo que no ha desaparecido, todavía, ha sido el aislamiento ferroviario. Pese a las promesas (incumplidas) de unos y otros continuamos estando en vía muerta. La alta velocidad abrirá para Almería un mar de oportunidades tan formidable que acabará desterrando para siempre el síndrome de isla que hemos padecido y, en la soledad de los andenes, continuamos padeciendo. Un padecimiento que será menor si, desde Almería, buscamos puntos de encuentro con nuestros vecinos murcianos. Quizá nunca sea mejor momento que ahora para que los alcaldes por los que transcurre la línea AVE entre Murcia y Almería soliciten una reunión interprovincial con el ministro Ábalos. Solo se puede ir más rápido a veces; pero acompañado siempre se va más lejos. Y aquí ya hemos sufrido demasiados siglos el gélido sentimiento de la soledad y sus lacerantes consecuencias.

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