Vida inteligente

Antonio Felipe Rubio
Periodista

La presidente Susana Díaz acaba de visitar el Centro Astrofísico Calar Alto para poner el “microscopio” en los doscientos mil euros que la Junta aporta al Proyecto Carmenes (búsqueda potencial de habitabilidad y vida en planetas extrasolares). Nunca está de más buscar vida inteligente más allá del PSOE de Almería. El afán de los científicos se centra en la localización de exoplanetas que se aproximen a las condiciones reinantes en la Tierra: agua líquida, atmósfera respirable, temperatura soportable, gravedad asumible… lo que los americanos llaman “Zona Ricitos de Oro”, que es la distancia óptima a la estrella para evitar freírse o congelarse. Esta técnica se centra en el análisis de la variación de la luz de una estrella por el paso de un planeta eclipsante que resta fotones* en el registro de la cámara.

Susana Díaz en Calar Alto

Se busca vida e inteligencia. La inteligencia se ha tomado como letal amenaza y arma de destrucción masiva en los albores de la revolución astrofísica. En 1877, durante un favorable periodo para observar el planeta Marte, el astrónomo Schiaparelli creyó ver una trama de canales que intercomunicaban los hemisferios de Marte como una red inteligente para las comunicaciones o transporte de agua de las zonas húmedas a las secas (algo como el PHN y el trasvase del Ebro). Enseguida se dedujo que en Marte existía una civilización capaz de superar las fronteras locales, intereses tribales y rivalidades improductivas. En consecuencia, se pensó que una civilización que hubiese superado las miserias que nos atenazan en la Tierra sería un peligro por haber alcanzado una superior inteligencia que, enseguida, se asoció a una superioridad armamentística que pudiese fulminarnos o someternos. O sea, que se pensó como lo que somos, seres inferiores temerosos ante una inteligencia superior a la que, inmediatamente, atribuimos capacidad de destrucción, invasión y dominio. No en vano, esa es la “esencia” de nuestra historia: imperios que conquistan y saquean, fuego que arrasa, ideologías que asolan y arruinan, creencias que paralizan e involucionan, armas que acojonan, terrorismo que inquieta…

El afán por descubrir planetas habitables es razonable desde el punto de vista de la curiosidad innata en la especie, y es utópico pensar en colonizar esos nuevos mundos. Para empezar, habremos de solucionar el problema de la velocidad, espacio y tiempo. Piensen que las históricas conquistas y descubrimientos se realizaron a una velocidad media de 4 nudos (casi 8 Km/h), y viajar con la actual tecnología al planeta habitable más cercano equivaldría a descubrir América en una embarcación que viajase a ¡un metro cada setenta años!

Las distancias insalvables en el Universo se asemejan a la incapacidad de nuestra sociedad por solucionar problemas más perentorios. El hambre, la miseria, la guerra, la incomprensión, el egoísmo, el sectarismo… no necesitan una revolución cuántica o reformular la teoría de la relatividad, es sólo cuestión de inteligencia. La misma que exhibe Susana Díaz en su estelar y astronómica visita al Calar, sin aún recalar en la capital para conocer al nuevo alcalde de una de las ocho provincias de la constelación andaluza. Susana está empleando el mismo tiempo para conocer al alcalde que un viaje a Marte; y para construir un materno-infantil lleva lo que se tarda en alcanzar la órbita de Urano. O sea, que los partos en un lugar “decente” los podremos ver en Ganímedes antes que en Almería.

Ya lo sentenció Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”.
*Fotones: partícula/radiación energética. No confundir con los retratos que salen a color en los periódicos.