Los acantilados de Aguadulce

Kayros
Periodista

Los socialistas roqueteros están promoviendo una especie de pacto antiterrorista geológico para impedir que se construya en la zona de los acantilados de Aguadulce. Dado el peculiar trato que ofrece la derecha sobre el patrimonio del pueblo, la portavoz del grupo municipal socialista, María José López, solicita un pleno que aclare el futuro de esta zona.

Acantilados
La licencia ilegal anulada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía abre la puerta, a lo que parece, al promotor para exigir cinco millones con lo cual ya no se trataría solo de una cicatriz a la montaña, como argumenta el candidato socialista a la alcaldía, sino al bolsillo de todos los vecinos.

Ya conocen la historia. Aquí hubo un furor constructivo que llenó de casas hasta tocar la autovía. Por aquel tiempo yo ironizaba sarcásticamente sobre la necesidad de colgar viviendas en el aire dada la falta de solares. Alguien con más realismo que yo propuso el desmonte de los acantilados. ¡Qué mejor solar que este para abrir un balcón urbanístico hasta el Bayyana!

Los futuros propietarios podrían bajar en bañador hasta el mar por un discreto pasillo horadado debajo de la carretera. Así que comenzó la cicatriz y los monstruos de hierro no paraban comiéndose a lengüetazos la montaña.

Cuando más felices eran sus promotores llegó como el ladrón de noche la llamada burbuja inmobiliaria. Empezaron a sobrar casas en todas las oficinas de venta. Seguir con el proyecto resultaba una ruina y por eso se detuvo la obra.

Los roqueteros no desean otro Algarrobico para que Greenpeace haga alpinismo contestatario. Y Gabriel Amat deberá atarse los machos si no quiere dejar aquí las huellas de otro escándalo urbanístico de cara a las consultas electorales que vienen.

Se podría discutir la conveniencia de utilizar los acantilados para alojar “in extremis” a la gente pobre como sustituto de la cueva prehistórica, pero aquí no se trata de eso. Aquí lo que se buscaba era hacer dinero para unos cuantos. Si no tenían bastante con las construcciones a pie de playa, amenazadas ahora por el cambio climático y la subida del mar, también desean las alturas de los acantilados para ver los barcos venir.

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