La antigua Almería

Antonio Quesada
@AntonioFQuesada

Almería está sucia y descuidada. El diagnóstico lo comparten barrios enteros de la ciudad que han visto reducidos los servicios de manera alarmante año tras año. Las calles se limpian mal y durante menos días y la sensación generalizada es que la basura que se acumula en la vía pública, solares y descampados preocupa lo justo a un Ayuntamiento que anda más entretenido con las obras de postín que ofrecen mejores titulares.

Cerca de Los Almendros
Foto: Anyes Segura 
Todo lo que nos cuentan, parque de vías, obras de estética – porque no son otra cosa- en algún barrio y todas estas noticias de la Almería nueva que nos espera, no son sino el signo inequívoco de que el resto de su dedicación a la ciudad se va a concentrar en esconder debajo de las alfombras las inmundicias que soportan estoicamente miles de almerienses.

Lo que han denunciado los vecinos de El Puche, que por su barrio corretean ratas como conejos en lugares cercanos a colegios, es la consecuencia directa del abandono al que lo somete el equipo de gobierno municipal, que, sin embargo, no tuvo ningún reparo en manifestarse junto a residentes de esta zona por la proliferación de mosquitos con el único propósito de cargar contra la Junta.

¿Harán lo propio ahora? Pues se espera que sí, aunque vamos a poner la duda en cuarentena. Las nuevas imágenes de la basura acumulada en el Barranco del Caballar, los vertidos en la playa del Zapillo en plena temporada de baño, la pestilencia que se puede hasta ‘cortar’ al final de la rambla o los nauseabundos olores que desprenden la mayoría de los contenedores de basura y su entorno, son algunos de los ejemplos de esa Almería antigua de la que los responsables municipales no quieren hablar o que prefieren esconder.

Estos excesos, cometidos por el defecto de no atender como se debe a los vecinos que pagan religiosamente sus impuestos, terminarán por pasarle factura a un alcalde resuelto a confundir la parte con el todo.

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