Milenarismo y pendones

Juan Martínez
Secretario Provincial del PA

Cada 26 diciembre el Ayuntamiento de Almería se viste de gala para celebrar lo que conocemos como Día del Pendón, en memoria de aquel día en que las tropas castellanas ocuparon la ciudad e hicieron ondear su bandera. No somos los andalucistas quienes queremos cambiar la historia, tampoco reescribirla, pero sí que siempre hemos demandado una mayor coherencia en la interpretación de unos hechos que nos quedan lejanos.

Día del Pendón
En estos momentos, la tradicional celebración se nos antoja especialmente inadecuada habida cuenta de que es el propio Consistorio quien se afana en organizar la celebración de los mil años de la fundación de Almería. La ciudad fue fundada en 955 d. C. por Abderramán III y desempeñó un papel fundamental durante el califato de Córdoba, llegando a ser el puerto más importante del al-Ándalus omeya.

Posteriormente, cuando fue una taifa en el siglo XI con Almotacín siguió brillando con luz propia por todo el
Mediterráneo, tanto como referencia comercial como cultural. Bien orgullosos que estamos los almerienses de aquel momento de nuestra historia, como también de otros anteriores, y como no, otros posteriores. Lo que parece un contrasentido es que se celebre aquella efeméride al tiempo que la contraria, es decir, la fundación y la defunción, el bautizo y el entierro.

Los almerienses que construyeron nuestra Alcazaba, los que pusieron nombre a la inmensa mayoría de nuestros pueblos, de nuestras montañas y ríos, aquellos almerienses que se agarraron a su tierra cuando los quisieron expulsar tras ganarle una guerra, merecen un respeto. Y es que si no consideramos almerienses a quienes nacieron, vivieron y murieron en esta tierra durante ocho siglos como mínimo, quienes a día de hoy siguen dejándose entrever en numerosos apellidos en una línea de sangre ininterrumpida, casi nadie de los que hoy poblamos esa ciudad y esta provincia podríamos llamarnos así. 

Puestos a recordar la fecha, habría que recordarlo todo, y descubriríamos a El Zagal, dando cumplimiento a las Capitulaciones firmadas con los Reyes Católicos, entregando pacíficamente las llaves de la ciudad con el fin de evitar el derramamiento de sangre de los almerienses, pero Isabel y Fernando deslegitimaron aquel acto traicionando lo firmado, como luego harían con Granada.

Los reyes andalusíes de Almería reconocían vasallaje a los reyes castellano-aragoneses a cambio de conservar la vida, haciendas, cultura, lengua y religión de la población almeriense, pero eso no fue así Aquel 26 de Diciembre, “una verde bandera/ que se ha hecho de la aurora blanca un cinturón” ondeaba en Almería, y no fue hasta cinco siglos después cuando volvió a hacerlo. 

Sinceramente, no vemos que haya nada que celebrar. Recordarlo sí, como se recuerda el 18 de julio de 1936 o el 23F... que también fueron momentos históricos. 

1 comentario:

  1. Antonio García Vargas26/12/13 12:01

    Aun estando de acuerdo con el texto y su mensaje, considero que la Historia no debe ser ocultada y mucho menos olvidada. En lo acaecido, bueno o malo, se ha ido forjando, paso a paso, nuestro presente; olvidar u ocultar es renegar, no solo de la Historia, sino de la realidad. Y eso, lleva indefectiblemente a una especie de engaño que no nos beneficia en absoluto, ni a nosotros ni a generaciones venideras.
    Hoy se recuerda un hecho, sobre todo, porque así ocurrió y así debe contarse. A unos gustará más, a otros menos. Es una simple constatación (no una celebración aunque a veces se emplee esta palabra) de algo que ocurrió. Hay otras celebraciones o recuerdos mucho peores pues no existe más constancia que la que los vencedores de tal o cual batallita quisieron mostrarnos. En cuanto a la celebración del Milenio, creo igualmente, que debe celebrarse, esta vez con más motivo pues fue un periodo digamos idílico (aunque no siempre) de nuestro pasado. Y no creo que ambas conmemoraciones entren en conflicto pues son distintas. La Historia viene a ser como un hijo que a veces nos sale feo y otras guapo, mas ambos son un trocito de nuestro ser. Un saludo y gracias por su lúcida exposición.

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