Antonio Felipe Rubio
Periodista / Noticias de Almería
En las relaciones comerciales existe un adagio universalmente aceptado: “el que 
regala bien vende si el que lo toma lo entiende”. Otras variantes tan obvias 
como “sembrar para luego recoger” o “para coger peces hay que mojarse el culo”… 
y así, hasta llegar a sentencias radicales como “amigo que no da y cuchillo que 
no corta, si se tira, poco importa”, vienen a expresar la conveniencia de 
establecer relaciones biunívocas productivas. Ya sea por impulsos emocionales 
cultivados con sutileza u óbolos, estipendios y agasajos con insultante 
generosidad, todo conduce a la finalidad trazada por ancestrales costumbres que, 
tamizadas por el refinamiento semántico, se convierten en ciencias como el 
marketing, diplomacia, misiones comerciales, lobbys, legaciones… 
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| Cursos de Verano de la UAL | 
Por otro 
lado, la legislación trata de impedir que algunas costumbres se hagan leyes. Sin 
embargo, y reconociendo la conveniencia del acomodo legal a modelos de 
convivencia actualizados, aún se practica un dadivoso culto a ciertas satrapías 
profesionalizadas en la ardua tarea de elegir sedes para eventos (olimpiadas, 
parques temáticos, industrias, infraestructuras). Para este fin se justifican 
todos los medios, incluida la contagiada pulsión emocional del pueblo. Y conste 
que no se escatima en hoteles de lujo, restauración exclusiva, añadas 
prohibitivas y un estudiado compendio de costumbres y caprichos de comisarios y 
acompañantes que se satisfarán con mimo y pleitesía.
El chantaje 
emocional, según el fin a conseguir, está admitido y saludado con efusivo 
afecto. Nada queda al albur de la objetividad, idoneidad o bondad del proyecto u 
oferta. Incluso, si es menester, se acomoda la ley (fumar en Eurovegas) o se 
pasa la mano con delitos ecológicos (tala de artos en El Toyo) que, en otras 
circunstancias, resultaría inviable.
Una cosa es la aplicación de 
elementos persuasivos para la consecución de un bien común y otra, absolutamente 
distinta, la delincuencia desde la preeminencia del poder.
El escándalo 
milmillonario de los ERE comenzó con la foto de la devastación de crustáceos 
lamelibranquios a cargo de un edil de IU-CA. No bastaba con el enriquecimiento 
que les aguardaba, había que celebrarlo a lo bestia.
Asaz zafiedad, 
afortunadamente deja lugar al refinamiento intelectual y la sublimación de 
valores artísticos acrisolados en una subvención de 120.000 euros para disfrutar 
de unas Jornadas de Música Barroca en Vélez Blanco. ¡Joder, esto es nivel! 
70.000 euros para todos los Cursos de Verano de la UAL y 110.000 para la lucha 
contra la droga ¡en toda la provincia! Y Fernando Martínez se monta un 
“festival” gótico-flamígero de indudable predicamento en los estratos sociales 
más desfavorecidos por los que pierde el sueño; luego recuperado en el deleite 
de la cantata, motete y sonata. 


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