Javier Aureliano García
Secretario Provincial del PP
Decidido a hacer de Andalucía una avanzadilla del radicalismo anacrónico, José 
Antonio Griñán está empeñado en convertir a Andalucía en una reserva 
internacional de la inseguridad jurídica, con medidas como el decreto que 
permite la expropiación temporal de viviendas vacías. Me pregunto qué empresa o 
particular estará dispuesto a invertir o arriesgar en Andalucía tras ver a los 
gobernantes de la Junta enfundándose el chándal bolivariano, con el mismísimo 
Griñán “poniendose al frente” de este dudoso decreto, o a la consejera de 
Fomento declarando que formaría gustosamente parte de esos comandos de repudio 
que, al estilo de la dictadura cubana de los hermanos Castro, se dedican a 
acosar e insultar en su domicilio los que ellos consideran indeseables. Habrá 
que recordar al señor Griñán y sus consejeros bolivarianos que la expropiación, 
temporal o permanente, de un bien como la vivienda, sólo es constitucional 
cuando media indemnización, según el artículo 33.3 de la Constitución Española 
¿Han olvidado esa obligación el señor Griñan y su expropiadora consejera Elena 
Cortés? El bochornoso papelón de revolucionario que está interpretando ahora el 
señor Griñán sólo puede interpretarse de dos modos: o bien ha perdido la razón, 
o bien se encuentra sometido y obligado al pacto de silencio que sus socios 
comunistas han establecido para intentar tapar la responsabilidad del PSOE en el 
monumental escándalo de los ERE fraudulentos. El aplauso y defensa de los 
socialistas de todas estas ocurrencias de los socios de IU no son más que la 
contrapartida de los sapos que los comunistas tienen que tragarse a diario 
cuando han de renunciar a todos sus principios de regeneración ética para poder 
seguir así viviendo y cobrando del erario público.
Lo lamentable es que 
todos estos peajes y acuerdos de auxilio mutuo no hacen más que rebajar a 
Andalucía a unos niveles de república bananera de tercer nivel, con un desempleo 
galopante, una creciente desatención médica y educativa y con una calidad de 
vida más amenazada, mientras el gobierno bipartito PSOE-IU vive, al estilo del 
de Corea del Norte, flotando en su propia burbuja de ensoñaciones y experimentos 
progresistas y repitiendo las consignas habituales contra el Gran Enemigo, que 
no es otro que el gobierno del PP. Un gobierno que, por cierto, es el único que 
le está plantando cara de modo efectivo y realista al acuciante drama de los 
desahucios, que fueron protegidos y proyectados por los gobiernos socialistas de 
Zapatero, sin que se organizasen grupos ciudadanos de protesta, sin que ningún 
ministro o diputado socialista fuese acosado en su casa junto a su familia y sin 
que se organizasen escándalos en las tribunas del Congreso de los Diputados. 
Pues bien, en un desvergonzado alarde de cinismo, son ahora los propios 
diputados socialistas los que jalean a los ciudadanos que fueron estafados por 
los bancos mientras ellos gobernaban, intentando trasladar al Partido Popular la 
responsabilidad exclusiva de sus errores y su dejación.
Pero la 
preocupación de socialistas y comunistas no es, en modo alguno, el destino o la 
situación de las familias amenazadas por sus problemas económicos y bancarios, 
como demuestran claramente los hechos de unos y el silencio de otros durante los 
años de gobierno del señor Zapatero. Lo que intenta esta izquierda cada vez más 
radicalizada y alejada del sentido común es algo tan sencillo como fácilmente 
explicable: recuperar en la calle lo que los ciudadanos no le han dado en las 
urnas. Incapaces de reconocer el democrático cambio de Gobierno que han supuesto 
sus últimas derrotas electorales, los socialistas han apostado, tal como 
reconocía el propio Zapatero en una confidencia a un conocido periodista, por 
“elevar la tensión”. Y si para ello el señor Griñán tiene que ponerse el chándal 
bolivariano, se lo pone. Quizás dentro de poco nos revele que a él también le 
hablan los pajaritos. 

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