La otra televisión

Luis Manuel Ruiz
El País

La otra tarde un amigo, uno de esos periodistas andaluces que milagrosamente aún disponen de nómina, se preguntaba en Facebook qué opinaría el maestro José María Bernáldez de la liquidación sumaria de Canal Sur 2. Y a mí me parece verlo; sentado en el velador de un café, con un vaso por delante, con ese rictus de ironía o amargura camuflada bajo una sonrisa en diagonal, resignado a lo que ya sabemos, que la cultura es ese cuerpecito frágil y de pocos arrestos que cae antes que nadie cuando las cosas vienen mal dadas.

Grupo RTVA
Todo cuanto Bernáldez y otros lucharon para convertir Canal Sur en espejo de una Andalucía culta, comprometida con el presente, luminosa y valiente, se va con este cerrojazo. Se van las películas subtituladas, se marchan los documentales, las series de madrugada, se va Al sur, que quiso ser abanderado de otro reino que no es de este mundo, se va El público lee, donde en su día las editoriales de ámbito nacional se partían los dientes por poner un pie.

Dicen que ahorraremos mucho gracias a las tijeras y que el cambio no afectará de modo sustancial a la programación: que el Canal Sur principal se hará cargo de los retos que el otro ha dejado en el aire y que la segunda cadena se ocupará de reciclar los mismos contenidos, la misma leche desnatada y sin sustancia, haciéndola accesible a todos mediante rotulitos y signos para sordos. Pero yo veo otra vez al maestro Bernáldez en el velador de su café, escuchando las excusas de los gerifaltes de turno, y me parece oírle reírse con un sonido cascado, de sarcasmo e irritación, con poder, a pesar de su lejanía, de atravesar las puertas de hierro de la muerte. El trabajo de los políticos consiste en presentar paliativos, pretextos, zarandajas: como si el nuestro, además, consistiera en creérnoslos.

Las preguntas llueven inevitablemente. Ese monto que el erario público pretende poner a salvo, ¿no podría haber salido de otras partidas más inútiles o estúpidas? ¿No podrían, en vez de condenar a los andaluces a un páramo eterno de pan y circo, haber escatimado en cargos que no sirven para nada, en delegados políticos que sólo se usan para señalar con el dedo, en consejeros de no sé qué cosa, en oficinas fantasma encargadas de la formación patria, en observatorios ciegos, en consejos audiovisuales donde se teje y desteje el traje nuevo del emperador? Y ya dispuestos al asesinato y dispuestos a perpetrarlo en la carne de la televisión pública, ¿no habría que poner delante a tonadilleras, jubilados que buscan novia, repelentes niños de circo que recitan cosas que no comprenden, incienso, ruedos de albero, noticiarios que vuelven inútil la publicidad electoral, padres de la patria y glorias del estatuto? Para lo que han dejado, más habría valido que hubieran tirado a la basura la entera televisión autonómica, con sus cortinillas entre guitarras y taconazos, y recolocado a todos sus trabajadores en un lugar más obvio: la Consejería de Propaganda.

Ya sabemos que en épocas de campos minados, los primeros que acaban mutilados o muertos son los creadores de cultura, pero no cualesquiera: primero y ante todo, aquellos que no sirven al estado para repetir sus consignas, aquellos que no cumplen su labor de domesticación social, de los que puede prescindirse cómodamente sin que nadie agite el bigote o se marche para la cama pensando que, en fin, mañana será otro día. El cierre de Canal Sur 2 es una mala, pésima noticia, porque nos sepulta a todos aquellos que creemos que Andalucía tiene otros horizontes a los que mirar en un hoyo más profundo y turbio.

Querido maestro Bernáldez, al menos donde tú te encuentras no hay mandos a distancia de los que huir con un escalofrío.

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