Rajoy frustra la operación de Arenas para destronar a Cospedal

Antonio Martín Beaumont
Periodista

Javier Arenas tuvo la mala suerte de que el XVII Congreso Nacional del PP, en el que el partido rehizo su cúpula, se celebró justo antes de las elecciones andaluzas. Y digo mala porque para entonces el partido no contemplaba otro escenario que no fuera la mayoría absoluta en Andalucía, guiado por los augurios del estratega Pedro Arriola y su teoría de sentarse a esperar que el cadáver de José Antonio Griñán pasara por delante, envuelto en el sudario de los EREs.

Así que todo lo más que consiguió Arenas en ese cónclave fue que Mariano Rajoy accediera a mantenerle su estatus de vicesecretario general de Política Autonómica y Local y su despacho en la tercera planta de Génova 13. No fue poco teniendo en cuenta que casi todos en el PP daban por hecho que semanas después el sevillano haría las maletas para mudarse al Palacio de San Telmo.

Pero hete aquí que el muerto socialista estaba muy vivo y Arenas se quedó sin mayoría absoluta, a pesar de que su partido echó el resto por él. Incluso con una operación tan arriesgada como posponer los Presupuestos Generales del Estado hasta después del 25 de marzo para no perjudicarle.

De momento sigue siendo líder del PP-A, pero él mismo es consciente de que después de que su cuarto intento de hacerse con la Junta de Andalucía se viera frustrado por el matrimonio PSOE-IU, es necesaria a medio plazo una renovación total en el PP andaluz. Sin prisa pero sin pausa.

Arenas, que es un superviviente, lo ha visto claro: su sitio está en Génova 13. Si no mandando, aparentando que lo hace, que es lo que más le gusta a él. De hecho, por más que no sea cierto, le encanta que la prensa le sitúe como ese líder en la sombra que susurra al oído de Rajoy y que siempre está en la pomada. De cualquier forma, esta vez su poder de influencia sobre el presidente le ha fallado.

El sevillano le pidió hace unas semanas a Rajoy que, en vista de que en el PP-A no le quedaba mucho por hacer, le convirtiera en coordinador general del partido, justo por debajo de María Dolores de Cospedal. Ésa fue una figura de la que se habló mucho antes del Congreso Nacional, como fórmula para descargar a la secretaria general, por aquello de que ya tiene bastante con compatibilizar ese puesto con el de presidenta de Castilla-La Mancha. Pero acabó siendo desechada.

Sin embargo, Arenas se encontró con la negativa frontal de su jefe de filas a tal petición, que habría sido como dejar que un elefante entrara en una cacharrería. No en vano, suponía mermar de cara a la opinión pública el poder de Cospedal, evidenciar que las cosas desde el Congreso hasta hoy no habían ido como se esperaba y romper además el equilibrio tácito de fuerzas que tras el cónclave nacional del partido celebrado en Sevilla se fijó para los vicesecretarios generales en Génova.

Sobra decir que a la secretaria general la operación del "campeón" Arenas no le gustó lo más mínimo y así se lo manifestó a Rajoy en una de las comidas que ambos mantienen cada semana a solas y que no gustan a todo el mundo en La Moncloa. Génova es su territorio y los estatutos del PP determinan con meridiana claridad las competencias de la Secretaría General y de la Vicesecretaría de Política Autonómica y Local.

Hizo bien Rajoy diciéndole a Arenas que el asunto de la figura del coordinador "no tocaba" hasta un próximo Congreso. Incluso porque choca también su pretensión con el día a día en el Partido Popular, donde Javier Arenas sólo acude los lunes a la sede de la calle Génova.

Tampoco ha pasado desapercibido, por ejemplo, que en los congresos regionales que el partido ha ido celebrando en las últimas semanas, el andaluz, a diferencia de la presencia mostrada por Mariano Rajoy, María Dolores de Cospedal, Carlos Floriano y Esteban González Pons, ha sido el único de los dirigentes nacionales del comité de dirección que no se ha dejado ver en ninguno.

Además, en un momento en el que el PP lucha por encontrar su propia identidad, tras el protagonismo lógico del Gobierno, cualquier cosa que le despiste de ese objetivo y azuce las rencillas internas es peligrosa.
(El Semanal Digital)

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