Llanto por el Cortijo del Fraile

Francisco Giménez-Alemán
Periodista

El recuerdo de Federico García Lorca en Almería se fue diluyendo en el tiempo conforme desaparecieron los testigos de aquella época. El poeta granadino residió de niño en casa de su maestro, Antonio Rodríguez Espinosa, a un tiro de piedra del puerto almeriense y junto al antiguo Liceo, hoy reconvertido en Centro Andaluz de la Fotografía. El alumno de preparatorio de bachillerato estudiaba en el colegio del Niño Jesús, en pleno Paseo del Príncipe, convertido después de la Guerra Civil en sede de las oficinas de Correos y Telégrafos. Derribado en los sesenta, en su solar se alza un horrendo caserón con idéntico servicio público. Nada recuerda el paso de Federico por aquel lugar.

La otra referencia lorquiana, el Cortijo del Fraile en el parque natural de Cabo de Gata, está a punto de desaparecer, también bajo el peso de la incuria que lo ha llevado a un lamentable estado de ruina. Edificado por los domininicos en el siglo XVIII, vendido en pública subasta durante la desamortización, fue durante los años veinte la vivienda familiar de María Cañadas, la protagonista real de Bodas de sangre, obra cumbre de Federico que escribió seguramente después de leer el sumario del juicio que se siguió en la Audiencia de Almería por el crimen de Níjar. Tuve esos viejos legajos en mis manos hace muchos años y desde entonces no me cabe la menor duda de que García Lorca los había consultado. Tal era la aproximación dramática a los hechos reales, ocurridos en el Cortijo del Fraile y sus alrededores en la noche del 22 de julio de 1928.

Ahora el escenario natural de una de las tragedias mejor contadas en la historia del teatro español –un drama de perfiles griegos para las tablas del siglo de oro de Pericles– muere irremisiblemente azotado por el sol inclemente y la sequía de siglos, sin que su final conmueva la sensibilidad de quienes tienen la obligación de preservar el patrimonio de los sitios históricos de Andalucía. Ni siquiera ha sido atendida la propuesta del alcalde de Níjar para permutar la finca por otros terrenos de semejante valor material. Hubiera sido ésta una solución definitiva a la hora de salvar el tesoro intangible que encierran los muros del caserío.

El rescate del Cortijo del Fraile trae causa desde hace más de un cuarto de siglo, por lo que no se pueden aducir hoy razones de austeridad por la crisis en que estamos. Ha faltado, incluso en tiempos de bonanza económica, voluntad política y sentimiento cultural para apuntalar primero y reedificar después una fábrica de piedra, ladrillo y adobe que, sin especiales méritos arquitectónicos, forma parte de la historia y la leyenda de los campos de Níjar. Y aunque hemos perdido toda esperanza de que pueda darse una reacción positiva, unimos nuestra desolación a la de tantos almerienses que han luchado y todavía luchan antes de que la torreta del cortijo dé con sus piedras en el suelo. Lo que puede ocurrir mañana mismo.

Este llanto por el Cortijo del Fraile, en una tierra que ha despilfarrado ríos de dinero en empresas inútiles y en modas de nuevo rico, es también el grito desesperado de cuantos seguimos creyendo que un pueblo que ignora su historia y su cultura no saldrá nunca de la indigencia intelectual.
(elcorreoweb)

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