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Antonia Romero reivindica el cante de la mujer flamenca

Carmen K. Salmerón
Flamencóloga

Benahadux existe. Existe desde el siglo VIII, Banu Abdus. Y en Benahadux hay una peña, en las afueras, a la que llegas después de transitar por un camino que asciende, sin asfaltar. Lleva a un cortijo encalado, espercochado, que mira al Cabo de Gata desde la cima de un otero. Ese cortijo que te brinda la vista espectacular del Cabo, del Valle del Almanzora, del desierto, es “El cortijo la viña”.

En Benahadux

Cada semana ofrece un espectáculo de artistas variopintos. El del pasado domingo 5 de marzo fue de un sabor insospechado. Tomasa, la anfitriona y regenta del local presentó, con excelente criterio, el perfil histórico de la mujer dentro del flamenco. Ni más ni menos, ni mejor ni peor que dentro de otros ámbitos de la vida, es decir, apenas relevante. Ser mujer a lo largo de la Historia, incluso en nuestros días, salvo contadas excepciones, es sinónimo de ninguneo, ñoñería, debilidad y todos esos calificativos despreciables que el hombre se ha encargado de echarnos encima.

Con excelente y documentado criterio, Tomasa explica que fue a partir1830 cuando se empieza a hablar de algún nombre femenino. Normalmente mujeres entroncadas con grandes estirpes flamencas. En la mayoría de los casos mujeres que empiezan a cantar para exteriorizar las penas y sacarse unas perrillas al enviudar.

Pastora Pavón “La Niña de los Peines”, mujer de Pepe Pinto, Dolores Jiménez, “La Niña la Puebla”, mujer de Luquitas de Marchena serían sin duda las dos más punteras, pero no las únicas. Otras mujeres magnas fueronMaría La Borrico, Mercedes Fernández “La Serneta de Jerez” (famosa por su soleá), Paca Aguilera de Málaga, la Tía Anica la Piriñaca (soberbia especialmente en la seguiriya), María Fernández “La Perrata” (de los Perrate de Utrera), Enriqueta de los Reyes, “La Repompa” (famosa por sus tangos), Pastora Imperio (cantaora y bailaora), Antonia Gilabert, “La Perla de Cádiz” (familia de Camarón). Carmen Linares, Montse Cortés, Estrella Morente, Ginesa Ortega son otras grandes actuales.

Se habla, en definitiva, de la mujer como auténtica transmisora de los cantes. Sin pretenderlo, pues los cantes han sido (y siguen siendo aún) la BSO que acompaña las faenas del hogar (y bien sabemos a quién suele tocarle faenar).