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Acerca de la ley del ‘poyaque’

Antonio Gil Albarracín
Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando


No se trata de ningún concepto del Derecho, en realidad es la contracción habitual en el sur de España de pues ya que está hecho o poyaque está hecho, con el que se aboga por la aceptación de la realidad consumada, por presuntamente ilegal que resulte. Esta ley no ha sido aprobada por ningún parlamento y tampoco ha sido publicitada por ningún medio, pero funciona implacable en zonas donde la legalidad democrática aún continúa conviviendo con la política de hechos consumados.

Mesón Gitano

Tratemos de algunos ejemplos de la aplicación de la ley del poyaque al patrimonio natural o monumental, aunque podrían ser muchos más los tratados. Del aljibe Bermejo en el Campo de Acá de Níjar, aguadero comunal, de cuya existencia y valor di noticia a partir de 1982, se incoó declaración monumental que sería efectiva el año 2000. Pero su canal de alimentación fue bloqueado por un camino que destruyó la ordenación hídrica tradicional, liquidando la funcionalidad del edificio hidráulico, y el sestero inmediato fue ocupado por un centro de reciclaje o basurero de plásticos.

Las autoridades en cuyo conocimiento puse el tema reconocieron que los espacios comunales estaban entre los elementos patrimoniales más protegidos por la legislación española. No obstante, poyaque había sido ocupado, se buscaría la compensación del daño causado. Constaté que la administración democrática no cumplía la función de vigilancia y protección que le compete. Resultado: la mutilación del monumento, que perdió su función y ensanches, el presunto delito quedó consumado y la impunidad confirmada.

Más reciente, el Mesón Gitano es otro caso presuntamente delictivo que ha destruido, de forma irreparable la falda meridional de la Alcazaba de Almería. Una actuación en zona monumental, como la Alcazaba o el casco histórico de Almería, se inicia con una excavación para conocer los restos arqueológicos existentes. La intervención en la ladera meridional de la Alcazaba, promovida y gestionada por el Ayuntamiento de Almería, ha respondido a otra ilógica secuencia: la gestión de una importantísima partida presupuestaria procedente de fondos europeos fue destinada a la aparente restauración del conjunto del Mesón Gitano y mucho antes de cualquier prospección arqueológica, fue encargado el proyecto al arquitecto elegido desde el principio.

La institución promotora gestionó la aprobación por los organismos implicados, que acabaron autorizándola, tras presuntas disconformidades, superadas mediantes reformas cosméticas. Las obras se iniciaron a la vez que la campaña arqueológica. El resultado es un edificio rotundo, sin función conocida, que recuerda a un descomunal búnker, aunque lo pretendan maquillar con vanos, coloración térrea y enredaderas.

La actuación va acompañada del brutal muro pantalla de una carretera, para autocares y otros vehículos, pero sin conexión adecuada de sus extremos. No obstante, en un futuro no lejano se recapitulará sobre la existencia de un tramo de carretera sin utilidad aparente y, poyaque está hecho, se acordará aprovecharlo, conectándolo a poniente y levante, destruyendo lo que se oponga a su paso, consumando en el siglo XXI la construcción de uno de los ejes viarios que había proyectado el plan urbanístico de Prieto-Moreno, redactado en pleno franquismo, a mediados del siglo XX.

Otro ejemplo de la aplicación de la ley del poyaque es el Hotel del Algarrobico, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, que por fin cuenta con una sentencia firme que acredita que su construcción es un delito. Sin embargo recuerdo con estupor las declaraciones de un dirigente político que, frente a los que consideramos el respeto a la ley y su cumplimiento como base de la convivencia democrática, nos llamaba, y se incluía, “tontos”, poyaque está hecho, se ha de explotar para nuestro beneficio. Gran error que, en caso de prosperar, sería en beneficio de los que han burlado la ley, han realizado el pelotazo, se han lucrado ilegalmente de él y han hurtado al resto de la población, para siempre, del bien natural o monumental del que disfrutaba.