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Las maldiciones de Almería

Miguel Cárceles
Periodista / Ideal

Ayer a mediodía, un amigo y colega de profesión me manda un mensaje al móvil. Estamos en Feria, así que resulta una obviedad que entre el contenido del mensaje iba una invitación a tomar algo para celebrar las fiestas. Pero evidencias al margen, me comenta que no estaría de más hacerse un reportaje «sobre la Almería maldita». Se refiere a las noticias que se han situado como temas de controversia en los meses en los que el debate público se reduce a si echamos o no la nevera al maletero del coche.

Edición de hoy de Ideal
Los ahogamientos en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, los constantes cortes de luz en el litoral nijareño, la desorbitada subida salarial en los cargos públicos y de libre designación en la Diputación y en el Ayuntamiento de Almería y la última guinda, el caos generado en el transporte ferroviario en la provincia por constantes retrasos y averías y los transbordos por obras son, para mi colega, una maldición bíblica de los almerienses.

Me asalta en un primer instante la visión almeriense de que las cosas que ocurren en esta tierra son fruto de maldiciones supremas. Es algo extendido, como si nadie tuviera responsabilidad de que en Almería los relojes vayan más lentos que en el resto del país. Pero sé que no se refiere a eso, sino más bien a la maldición de la casualidad, a la conjunción en tiempo y espacio de temas que, si observamos con los estrictos criterios de noticiabilidad (entre los cuales está la novedad) no son noticia pero acaban siéndolo. Que el tren en Almería es un estigma que padecen sus usuarios con resignación es irrebatible. Que eso no ha cambiado lo más mínimo en la última década –especialmente en los últimos tres años– es evidente. Pero que salte a la luz durante la visita de una ministra, Fátima Báñez, en periodo de enmiendas de los presupuestos estatales y a pocos meses de las elecciones, es... una maldición para quienes mandan. Las casualidades las carga el diablo.

No obstante, en estos días de Feria las organizaciones políticas están a otras cosas. En el PP –pese a que insisten en que ahora mismo no les preocupa el tema listas– están ya allanando el camino para que el alcarreño Rafael Hernando, portavoz parlamentario del PP y peso pesado en Génova 13, vuelva a encabezar la almeriense. Él mismo aprovechaba los distendidos tiempos de una entrevista radiofónica en plena Feria para mostrar su disposición a repetir en el cartel de los populares pese a las voces de la dirección autonómica que insisten en la renovación como un mantra con el que combatir unos resultados que se antojan –a la vista de las últimas municipales y autonómicas– como un duro correctivo a las políticas gubernamentales de los últimos cuatro años en La Moncloa.

En el PSOE, mientras tanto, buscan cabeza de cartel. En la organización se da por hecho que Consuelo Rumí no repetirá. Y con los números dos y tres ya dimitidos (Luis López duró pocos meses y Gracia Fernández dejó su escaño para ocupar la Delegación Territorial de Salud) tendrá que buscar un cartel atractivo si quiere rebasar a los populares tras el empate técnico de las municipales. En IU, mientras tanto, esperan llegar a la convergencia si su propia maldición bíblica, valga la redundancia, no se lo impide.