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Las crónicas literarias de las imágenes en Vanessa Winship

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

Junto a las imágenes, la fotógrafa Vanessa Winship (Inglaterra, 1960) aporta una extraordinaria capacidad de observación, de síntesis de la realidad a la que acompaña con un interesante discurso literario/poético. Información, sensaciones, ideas abiertas, mundos dentro del mundo, lugares al margen, reflejos vitales, miradas, personajes reales. La vida, como se va apareciendo. Personal. Es lo que transmite la exposición que presenta en la sede del Centro Andaluz de la Fotografía (CAF), en Almería, hasta el 28 de junio.

Vanessa Winship
Si a alguien le puede servir de referencia, la exposición de la obra fotográfica de Vanessa Winschip, en mi opinión, es de las más importantes que han pasado por el CAF en los últimos años. Fotografía esencial. La exposición recoge las crónicas, hay que hablar más de crónicas que de reportajes, de un periplo de la fotógrafa por el Cáucaso, los Balcanes, Turquía, Estados Unidos y Almería. La fotógrafa aporta anotaciones que constituyen importantes textos, grandiosidad literaria por si misma, que abre nuevas oportunidades a la hora de la contemplación de la imagen. Como esa sensación de conocimiento y ausencia de los personajes que encuentra en su camino y que integra en su personal memoria. Chicago (2012): “Regreso a casa después de un día recorriendo las calles. En la estación de metro de Jackson haya una multitud congregada alrededor de una banda de músicos…” La fotógrafa escribe su observación, una madre y su niña ante una banda de músicos. La niña baila espontáneamente ante la mirada silenciosa de la fotógrafa. Viajan juntos en el mismo tren. De nuevo la calle, madre, niña y fotógrafa buscan en el aparcamiento subterráneo sus coches. Están uno al lado del otro. Emotividad. Al final el momento de un adiós significativo, sin palabras, salvo lo expresado por la niña a la fotógrafa, ¡¡qué bonita cámara!”, sin conocerse. “Nos subimos a nuestros coches para no volver a vernos nunca más”.

El paso del tiempo está inmortalizado por la atmósfera tan singular que impone el blanco y negro, como verdad, encuentro con la realidad. Aplica en fotografía lo que el neorrealismo italiano situó en el discurso cinematográfico. La fotógrafa confiesa que “mis fotografías están hechas a partir de la vida y la gente que parece en ellas no son actores o modelos como tales. El blanco y negro es una herramienta de abstracción. Nos permite movernos entre el tiempo y la memoria”.

En la exposición es recomendable ver el vídeo, una manera diferente de encontrarse con la exposición. La música (Chris Barkley) con la cadencia repetitiva impone otra atmósfera al blanco y negro. La imagen, como discurso poético.

La fotografía, como momento y tiempo de una realidad detenida. Lugares recorridos, rostros, gestos y actitudes. Hay sonrisas y misterios, intriga y silencio, pintadas y graffitis en muros y tapias desvencijadas. Estatuas inermes. Vanessa Winship ha recorrido con su cámara, durante años distintos mundos que se entrecruzan, hasta hacer uno solo. “Mi trabajo se centra en la yuxtaposición entre la crónica y la ficción, en explorar ideas sobre los conceptos de frontera, tierra, memoria, deseo, identidad e historia. Me interesa cómo se cuenta la historia y nociones como la periferia y el límite. Para la mi la fotografía es un proceso de alfabetización, un viaje hacia el entendimiento”.

Y está Almería, Rodalquilar, desde los ecos de Juan Goytisolo (‘Campos de Níjar’ y ‘Coto vedado’). La fotógrafa queda sorprendida y retenida por la singularidad de la tierra, de un paisaje que se incrusta en el alma del viajero, por la aridez, la sequedad y el esqueleto arbóreo que permanece altivo desde su fragilidad.
En realidad, en esta exposición se concentran todos los mundos reales e imaginarios, para construir la verdad de la imagen, una imagen unitaria que retrata nuestro tiempo.