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Perceval

Kayros
Periodista


Cuando publicaron el programa de actos en homenaje al centenario de Perceval y de Celia Viñas me alegré no poco. Un nieto de Jesús me llamó invitándome para asistir a las conferencias. Estoy ya tan alejado de todo aquello que preferí esperar para ver qué decían tanto los familiares como los amigos que le conocieron, como los alumnos que aún quedan. Por lo que he leído en la prensa, especialmente en La Voz, el homenaje fue un montón de manoseados tópicos salvando las cartas que el maestro se cruzó con Fausto junto a los escritos enviados por Celia a su familia, comentados luego por Paco Galera.

Perceval, con Picasso (Pérez Siquier)
Me pareció que ya habían pasado muchos años y que los investigadores debían haber aportado nuevos conocimientos a la biografía de los personajes en presencia. Mi decepción fue grande, qué quieren que les diga. No se profundizó nada en la época valenciana del pintor, sus atrevidos cuadros antifascistas pudieron costarle la vida. Respecto a la profesora se viene destacando mucho su talento no exento de astucia para convivir pacíficamente con aquella Almería de la dictadura franquista donde cualquier idea progre era mirada bajo sospecha.

En vísperas de elecciones, una Diputación y un Ayuntamiento regidos ambos por la derecha del PP no podían desaprovechar este homenaje. Al fin no es la cultura el capítulo más brillante de la política de Rajoy, política aferrada al espectáculo y con un IVA que encarece los productos culturales por encima de los de comer. Para ser enteramente modernos, los programadores se fijaron en el Movimiento Indaliano, tal vez la noticia más aireada de la posguerra. Eso sí, sin recordar siquiera sus orígenes fascistas, a impulsos de Falange española y de los gobernadores enviados por ella desde los años cuarenta.

Se llegó a decir que si Perceval hubiera vivido en este tiempo sería de izquierdas. Por lo visto el maestro se presta a todas las tonterías más o menos sectarias que quieren endilgarle. Miren ustedes, hablemos de su arte, de su ingenio conversacional, de su escaso amor por el dinero, de su habilidad para dar a conocer Almería incluso con leyendas y cuentos, pero déjenlo aquí los que jamás se preocuparon por la cultura. Utilizarlo como un fetiche para engordar las urnas repugna a un espíritu libre.