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Oferta y demanda, aplicación política práctica

Rafael M. Martos
Director de Noticias de Almería

"Imaginad que estáis en el desierto -exponía la profesora de Economía a los alumnos de Periodismo- y tenéis mucha sed, pero mucha, mucha... -ahí ya la empezábamos a notar en nuestras gargantas secas- ¿qué os apetecería tomar?" La respuesta casi unánime fue "¡cerveza!", aunque se escapó algún kalimotxo, a lo que la profesora añadió que nos olvidáramos del alcohol, que en ese desierto el único líquido digerible era agua embotellada. Se volvió hacia la pizarra y escribió; "No ha posibilidad de elección".

Luego nos informó de que las botellas tenían precio. “¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por una sabiendo que sólo hay una, y que todos tus compañeros también la quieren?”, preguntó a una compañera. “Lo que me pidieran”. “¿Y vosotros?”, preguntó a todos levantando la mirada hasta el final del aula.

Miguel Cazorla
El rumor era claro, y es que todos estaríamos dispuestos a lo que fuera por obtener aquella botella de agua. Por lo tanto, concluía la profesora, el precio podría subir indefinidamente para ser definitivamente adjudicada al mejor postor, ¿no?

Cuando todos exclamamos sedientos que "sí", ella nos preguntó; "¿Os gustaría entonces ser los propietarios de esa botella, ponerle precio y haceros ricos?". Y de nuevo todos, "¡sí!". Entonces ella sonrió y muy provocadora añadió: "Vale, ahora sois los propietarios de la botella, y de la fuente con que la llena, vuestro único bien es mucha agua, que es lo que anhelan vuestros compañeros bajo el sol, no sólo podéis venderla al precio que queráis porque vuestros compañeros están dispuestos a pagar lo que haga falta por un trago, sino que podéis rellenarla tantas veces queráis".

Después de un silencio añadió: "Pero resulta que vuestros compañeros no tienen dinero, ¿a qué precio se la vais a vender?".

Al margen de que alguien reconoció no importarle cobrar en especie, lo cierto es que la profesora nos dejó en evidencia el fallo de la llamada "ley de oferta y demanda". Por mucha demanda que haya, el precio que pide quien ofrece no puede crecer indefinidamente, ya que nunca podrá superar lo que la demanda esté dispuesta a pagar.

Miguel Cazorla puede intentar ofrecerse como llave de gobernabilidad en el Ayuntamiento de Almería, y comparar la situación actual, con 13 concejales del PP, a la que le costó la alcaldía a Juan Megino, con ese mismo número, tras el pacto PSOE-IU, pero lo cierto es que nada tiene que ver lo uno con lo otro.

PSOE e IU sí sumaban 14, hoy ni PSOE más IU, ni PSOE más Ciudadanos, suman 14, y el pacto tendría que ser a tres bandas para llegar a la cifra mágica. IU jamás apoyaría a Cazorla como alcalde, pero tampoco aceptaría entrar en un gobierno tripartito, por lo que la opción de la izquierda se desvanece para Ciudadanos.

Sólo le queda a Cazorla un posible acercamiento al PP, ¿pero el PP le necesita sabiendo que será la lista más votada en el pleno en que se vaya a elegir alcalde, ya que el PSOE no podría presentar una suma mayor, o que Ciudadanos tampoco podría hacerlo?

Pues no, Cazorla tendría la botella de agua, tendría el manantial, pero podría quedarse como un concejal más de la oposición, con el que habrá que llegar a acuerdos puntuales, pero lo mismo que con IU o el PSOE. Eso sí, un concejal liberado o dos, más el tercero como diputado provincial también liberado. No está mal por una botella de agua.