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Medicina y contraindicación

Antonio Felipe Rubio
Periodista

A Don Ramón de Rato y Rodríguez San Pedro (Gijón, 1907-1998) le oí decir dirigiéndose a un promotor murciano que alardeaba de escepticismo en política: “Mire usted, el acercamiento a la política le puede hacer rico o llevarle a la ruina; todo depende de cómo administre ese acercamiento”. Lástima que no estuviese presente en la reunión su hijo Rodrigo para extraer conclusiones de tan sabia didáctica.

De esta frase aprendí que el “acercamiento” a la política no es exactamente implicarse en ella como un activista con carné de aguerrido militante. No en vano, tenía cercana mi experiencia con el Partido Socialista Popular (el PSP de Tierno) y me juré nunca más militancia. Esto no excluye el compromiso que hemos de mantener con la política en un régimen ordenado por el proceso democrático de representación, especialmente cuando ya no hay hueco para expresar el rechazo mediante el silencio, la inacción o el airado repudio; es decir, que los contrasistema decidían estar al margen, pero ahora los que no votaban por desafectos al sistema o por radicalidad extrema que no encontraba adecuada ubicación ya tienen una oferta reconocible: una puerta; mejor, una ventana para defenestrar cualquier posible estabilidad; la mejor opción para convertir nuestra sociedad en una comuna homogeneizada y la homologación con la administración de miseria, tal que Venezuela o la “aventura” griega que ya anda amenazando con salir del Euro y con una desbandá yihadista camino de Berlín. Por cierto, y ante tal amenaza, ondea la expulsión de Grecia de la Zona Schengen.

"¡Mierda pa tós!"
Como se puede apreciar, una magnífica homologación con un histórico escueto graffiti en Navarro Rodrigo: “¡Mierda pa tós!”.

Ciertamente la política nos puede hacer ricos o llevarnos a la ruina. Lo de “ricos” lo dejo en dejarnos vivir en paz, tranquilidad y libertad. Lo de “ruina” es un hecho incontestable que jalona la historia con experiencias de visionarios que conducen al desastre. Por tanto, implicarse en política es tan sencillo -y tan transcendental- como votar con coherencia.

“Los marxistas, evidentemente, trabajamos en las instituciones burguesas, pero trabajamos no para afianzarlas sino para desenmascararlas y destruirlas”. Esto lo dijo el alcalde comunista de Villaverde del Río (Sevilla) en un acto con proetarras en Tolosa. Así se define la incoherencia de los contrasistema que se aprovechan de las leyes, derechos y oportunidades democráticas que ha inspirado y posibilitado la llamada “casta” para, como hace la garrapata, parasitar con voracidad de famélica legión. Y ya sabemos cómo acaba el perro que se deja invadir.

Un dolor de cabeza se puede minorar propinando un par de patadas en el escroto hasta reventar un testículo. También se puede votar un disparate para escarmentar a los no precisamente ejemplares; pero, por un dolor de cabeza perderemos los huevos.

Ahora, en campaña, estamos rodeados de promesas, mensajes y confrontación. Es por ello que se precisa mejor coherencia que la exhibida por los aspirantes a sacarnos de la crisis.

Unos por demostrada experiencia en el poder (33 añitos de régimen de modernización), y otros por radicales y periclitados experimentos, nos vemos en una encrucijada de la que podríamos salir sólo con sensatez y sin infringir daño diferido a beneficio de incertidumbre o más bien certidumbre de empeoramiento.

No veo a nadie tomando las medicinas en función de las peores contraindicaciones que presente el prospecto. Todas las medicinas, por buenas que sean, tienen efectos secundarios. Otra cosa es esperar mejorar administrándose las peores contraindicaciones… y en el “prospecto” lo tenemos muy clarito.