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El ébola que llevamos dentro

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Mark Twain dijo: “El whisky es para beber, el agua para seguir luchando”. Esta frase atesora y condensa el fracaso de la inteligencia humana y nos sitúa en un interminable bucle de errores, miedos y miseria intelectual.

La piedra de Sísifo (condenado a subir una roca a la cima y, antes de coronarla, volvía a rodar) es la perfecta paradoja de nuestra existencia: alcanzamos las más altas cotas de gloria tecnológica para descender a los más execrables e irracionales comportamientos. Y sólo hace falta ponernos a prueba con un enemigo invisible, acechante y mortífero para encontrar las reacciones más erráticas y la excitación de nuestra sempiterna idiocia.

Ébola
La llegada del ébola a España ha desatado un estallido lamentable de intrigas, imprecisiones, alarma, terror… y una gran oportunidad para el asalto del peor y mejor conocido virus que late en nuestro interior: la envidia. Y, junto a la envidia, las diferentes mutaciones: oportunismo sectario para llegar a la destrucción a través de la traición. Es la esencia del virus patógeno: invadir al infectado para vivir, hasta llegar a la pronta destrucción de ambos.

Muy pocos conocen la vida y “milagros” de los misioneros infectados y acertadamente repatriados tras largos y penosos años de entrega a una causa humanitaria que algunas “garrapatas” progresistas revolucionarias dicen, también, estar entregadas. Por el contrario, los espacios periodísticos se han decantado por exhibir el derroche de solidaridad con el perro Excalibur del que se conoce su pedigrí, costumbres, alimentación, hábitat… y una legión de animalistas, dirimidos en secta perniciosa, que no duda en enfrentarse a los “asesinos” de la Policía y autoridades sanitarias que, siguiendo criterios racionales, optan por el sacrificio del can para evitar peligrosos vectores que nos distraigan de lo verdaderamente importante, la salvación de Teresa.

Me sorprende el celo de los sindicalistas que revelan escasa y apresurada formación en el uso de escafandras. Y me inquieta que tanta “profesionalidad” no advirtiese de tan exigua explicación para tan evidente riesgo. Lo lógico y profesional, cuando algo no se entiende o alberga dudas, es insistir en su completa comprensión. Tampoco entiendo que, ahora, el doctor que atendió a Teresa dice que “las mangas le quedaban cortas”. Una contingencia que hace renunciar a salir de copas (chaqueta rabicorta) no es óbice para entrar en contacto con el ébola.

Desde el “bichito” de Sancho Rof (1981) las intervenciones de los políticos en materia de emergencia sanitaria han resultado desastrosas. Igual se puede decir de la administración informativa de los medios de comunicación (sálvese quien pueda) que, ahora más que nunca, alimentan la desinformación y propalan con desparpajo el bulo.

El oportunismo y la revancha como consecuencia de ajustes/recortes de privilegios y la presta legión de traidores (léase como beneficio sectario o corporativista en perjuicio de la colectividad) nos conduce a desenlaces de crisis interferidos por peligrosos agentes patógenos de la democracia que aportan insidia y claman justicia sumarísima al menor indicio de incompetencia.

Afortunadamente, en Andalucía dice la Junta que estamos a salvo; se cumple el protocolo y estamos preparados para afrontar la amenaza.

Curiosamente, en Andalucía se incumple un protocolo esencial: los medicamentos que nos receta el SAS (genéricos) están fabricados en laboratorios “baratos” que EEUU ha rechazado por inseguros e ineficaces. Y esto nos lo tragamos con naturalidad, pero nos alarma la utilización de una escafandra grado 2 en lugar de grado 4.

La plaga inextinguible es 17 modelos diferentes de Salud, Educación y Justicia. Diecisiete frentes diferentes con interpretaciones, presupuestos, criterios, protocolos etc. que han de ser rescatados por una sola gestión con criterio universal fundamentado en la ausencia de tan inútil sectarismo. 

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