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La Almería olvidada

Antonio Lao
Director de Diario de Almería

"Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos", artículo 47 de la Constitución Española de 1978. 

Diario de Almería de hoy
Ni un solo concepto de los aquí recogidos se cumple en la mayor parte de las viviendas del barrio de Los Almendros de la capital. La fotografía que ilustraba la portada del Diario del 10 de agosto, en la que una madre sostenía en la mano una goma, por la que manaba un hilo de agua, con la que duchaba a uno de sus hijos nos da de bruces con la otra realidad que también padece Almería: la pobreza.

Muchos de los habitantes de esta zona de la ciudad llevan semanas sin agua y sin luz. Gran parte de los que allí viven no pueden hacer frente a los recibos y han tirado por la calle de en medio con enganches ilegales, tanto en la electricidad como en el agua de abastecimiento. Es razonable que la compañía que suministra la corriente como la del agua busquen evitar la picaresca y que todos paguen por el uso de un bien que es privado. Hasta aquí, de acuerdo. Pero otra cosa es la realidad con la que cada día buena parte de las familias se encuentran al levantarse. Alguien me hablaba de que la forma de vida de los que aquí habitan se parece más a la de los ciudadanos de Sierra Leona que a los de la Europa desarrollada. Creo, con sinceridad, que está en lo cierto.

Quizá ha llegado el momento de, entre todos, administraciones incluidas, buscar el punto ide inflexión para evitar que barrios como este caminen hacia el pozo de la deshumanización, del desafecto, de la tristeza y pérdida de alma y remonten en la búsqueda de un futuro que, para todos, debe ser siempre mejor. Debemos aspirar a ello.

Me invade una profunda tristeza ver como estos barrios se asemejan a los que vemos en las películas en blanco y negro de los años sesenta españolas, de triste recuerdo. Aquellos que ya contamos con una edad y que vivimos de soslayo las penurias a las que tuvieron que hacer frente nuestros padres y familias lamentamos tener que repetir clichés, denunciar una situación inimaginable en la sociedad en la que vivimos y criticar el escaso eco que las dificultades que padecen los más vulnerables tienen en los medios de comunicación. Somos capaces de llorar al ver la pobreza por la que traviesan muchos pueblos de África y desconocemos que la tenemos aquí a lado.

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