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Venta ilegal de pescado en el recinto portuario de Almería

Gabriel Sánchez Ogáyar
Escritor

Entramos en la zona pesquera del puerto de Almería. Son las seis de la mañana. La información facilitada sobre la venta ilegal de pescado dentro del recinto portuario nos lleva hasta los aparcamientos cercanos a la lonja. Nos mimetizamos con los compradores que a esa hora pululan por el recinto, necesitamos comprobar la autenticidad de las denuncias. Lo visto y fotografiado no deja lugar a dudas.

Antes de ponernos manos a la obra, indagamos en el asunto y comprobamos como desde hace varios años se vienen formulando denuncias sobre la venta ilegal de productos del mar fuera de la lonja, pero dentro del recinto delimitado del puerto de Almería. Estas han sido hechas ante la Autoridad Portuaria, la Delegación de la Consejería de Agricultura y Pesca y ante el Seprona.

Foto proporcionada por el autor

Por alguna razón todas ellas han caído en saco roto. Desconocemos las razones, dada la gravedad del asunto. Nos preguntamos: ¿Por qué esta anómala situación se sigue produciendo sin que los organismos competentes hayan tomado cartas en el asunto? También, si las autoridades competentes hacen la vista gorda. Por las imágenes tomadas, así parece. Recorremos el recinto y comprobamos que cuenta con cámaras de vigilancia, ¿están operativas? Si lo están es evidente que la Autoridad Portuaria mira para otro lado, siendo partícipe de la ilegalidad.

Nos situamos frente a los almacenes 33 y 37, sitos en las edificaciones anexas a la lonja donde a esa hora se lleva a cabo la subasta. Las puertas están abiertas, su falta de celo nos facilita el trabajo, no parece importarles que les veamos cómo negocian con compradores la venta del pescado. ¿Se sienten impunes? Así parece. Con seguridad no saben que les estamos grabando, sin embargo resulta evidente que se sienten seguros. La venta de pescado, denominada segunda venta ya sea adquirida en la propia lonja o adquirida en otros lugares, sea cual sea su procedencia, está absolutamente prohibida en dichos almacenes.

Nos dirigimos de nuevo al aparcamiento. Un informante nos cuenta que ha entrado un vehículo industrial cargado de almejas. Nos situamos cerca, tomamos nota de la matrícula, rápidamente vemos a un hombre cargar con dos sacos y llevarlos a un cliente. La operación se repite una vez tras otra. Vemos con asombro como un coche de la policía portuaria con un agente se sitúa a escasos metros del portón trasero, el mismo desde el que el hombre saca los sacos de almejas distribuyendo las mismas sin importarle su presencia. Cinco minutos más tarde el agente se va sin tan siquiera bajarse del vehículo. ¿Acaso no es la Autoridad Portuaria responsable última de la vigilancia de las actividades que se llevan a cabo dentro del recinto portuario?

Nos comentan que son más de medio centenar de agentes los que componen la plantilla. Al ver su proceder, la pregunta que nos hacemos es a qué es debida esa connivencia, si hacen dejación de funciones o si por contra reciben órdenes. 

La falta de control administrativo y la falta de control fiscal parecen evidente. Esto potencia una actividad económica sumergida. Pero la situación más preocupante es la falta de control sanitario en lo que respecta a las tallas mínimas, procedencia, aptitud para el consumo humano, estado higiénico sanitario de los vehículos y almacenes y etiquetado de las mercancías.

Sobre este último aspecto, tanto la delegación de Agricultura y Pesca como la Consejería tendrán que pronunciarse de igual manera que tendrá que hacerlo el Seprona, aunque tampoco estaría de más que también se pronunciara la presidenta de la Autoridad Portuaria y la mercantil adjudicataria de la Lonja de Pescados de Almería.

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