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La 'Doctrina Parot' y el chantaje emocional

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

Cuestión de Justicia. En principio es comprensible el estado de indignación de víctimas del terrorismo durante estos días, a raíz de la sentencia del Tribunal europeo de Estrasburgo, derogando la aplicación de la Doctrina Parot, con efectos retroactivos sobre sentencias firmes. No debe extrañar ni debe provocar escándalo la resolución europea porque, cuando en su día se dictaminó, no faltaron comentarios de juristas y expertos que ya opinaron del disparate que suponía el carácter retroactivo de la Doctrina Parot, vaticinando que cuando llegara el asunto al Tribunal Europeo, éste fallaría en contra. Así que el mundo político y judicial español, en líneas generales, no puede llamarse a engaño. Ni siquiera el Tribunal Constitucional quiso resolver este asunto, y lo que hizo fue pasar la patata caliente al Tribunal europeo, a sabiendas de lo que iba  a pasar.

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Antes de la Doctrina Parot, con múltiples asesinatos han estado saliendo a la calle miembros de Eta y del Grapo, tras cumplir sus condenas, con la lucha armada vigente, y nunca se produjo la escandalera que se ha montado ahora, cuando Eta ha renunciado ya a la lucha armada.

La tragedia personal, el dolor de las familias, es algo que permanece hundido en cada memoria, es comprensible, pero no justifica que determinadas corrientes de víctimas del terrorismo mantengan una especie de chantaje emocional con el Estado y la sociedad.

 Viendo las escenas en las televisiones de la manifestación en Madrid, sorprendía el grado de rabia y de protesta, hasta el punto de que sólo faltaron los gritos de ¡Ejército al poder!, como ocurría en los primeros tiempos de la Transición, por parte de la extrema derecha y los nostálgicos del franquismo, en los entierros por el terrorismo. Me llamó la atención, por ejemplo, el grado de histeria, gritos y lágrimas del hermano de un guardia civil asesinado por Eta (han asesinado a mi hermano por segunda vez), a la salida de la cárcel del etarra, un asesinato ocurrido hace más de veinte años. Y la presidenta de las víctimas de terrorismo ha llegado al disparate de pedir la disolución del Tribunal Supremo, por cumplir la sentencia del Tribunal de Estrasburgo.

Y para más despropósito, el periódico El País, en un editorial, tras analizar la lógica del fallo de Estrasburgo, argumenta que es repugnante ver en las calles a los terroristas tras su puesta en libertad. ¿Y este es su ideario periodístico? Lamentable.

Los asesinos, terroristas o no, como cualquier delincuente, cuando cumplen sus condenas salen a la calle. Así ha sido toda la vida. Y corresponde a la Sociedad, a la Democracia, promover la justicia para todos, para las víctimas y para los terroristas condenados, ex-reclusos.

Ejemplar y admirable, en este sentido, son los encuentros que hay entre víctimas y terroristas, encuentros duros que exigen mucha entereza y que no todo el mundo soportaría. Son estos gestos los que dan esperanza de que un futuro en paz es posible. De la otra manera, no. Cuestión de justicia.

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