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Vuelve Agustín Gómez Arcos con la reedición de 'Ana no'


Emilio Ruiz
www.emilioruiz.es

Recuerda Daniel Espinar, autor de Niño hipotético, que el librero Diego Zaitegui le contó una vez que a Agustín Gómez Arcos (Enix, 1933-París, 1998) le pusieron en su pueblo una calle con su nombre, “pero cuando se enteraron de lo que escribía hubo un movimiento popular con la intención de quitárselo”. “¿Por qué se cabrearon los habitantes de Enix? ¿Por la crítica abierta a la religión y al fascismo o porque el libro tratara de un incesto homosexual entre hermanos?”, se pregunta Espinar. “Podrán enfadarse todo lo que quieran, pero en esta novela –se refiere Espinar a El cordero carnívoro- la relación sexual entre los dos hermanos varones es lo que llena de luz y de esperanza esta historia. Es una historia de amor maravillosa”.

Portada de 'Ana no'
Nacido en el seno de una familia republicana, a los veinte años, tras finalizar el bachillerato en Almería, donde tuvo como profesora a Celia Viñas, Agustín Gómez Arcos se fue a Barcelona a estudiar Derecho. A mediados de los años cincuenta se traslada a Madrid, donde trabaja como actor, director de teatro y traductor. En dos ocasiones recibe el Premio Lope de Vega, pero la censura prohíbe la representación de sus obras. Acosado por la dictadura, se exilia a Londres, primero, y, en 1968, a París, donde obtiene numerosos premios literarios. Es condecorado con la Orden de las Artes y las Letras de Francia, con grado de caballero (1985) y oficial (1995).

Entre la amplia bibliografía de Gómez Arcos, una obra brilla con luz propia: Ana no. Publicada por primera vez en 1977 hubo que esperar más de treinta años para poder leerla en español. Traducida a una docena de idiomas, la obra obtuvo los premios Prix du Livre Inter, Thyde Monnier y Roland Dorgelès y fue llevada al cine en 1985. Ahora, con motivo del décimoquinto aniversario de su muerte, Ana no vuelve a las librerías (Editorial Cabaret Voltaire, Barcelona, 2013), también traducida por Adoración Elvira Rodríguez.

Ana no era como se llamaba a sí misma Ana Paucha, una luchadora mujer almeriense de setenta y cinco años que vio cómo la guerra civil se llevó a su marido y a dos hijos, mientras el tercero, el pequeño, se pudría desde hacía treinta años en una cárcel del norte de España. Ana echa la llave de su casa de Almería y decide ir andando por las vías del tren para abrazar a su hijo y darle el pan de aceite que ha amasado con sus propias manos. Es un viaje de amor y de muerte que nos muestra a uno de los personajes femeninos más bellos de la literatura contemporánea española.

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