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El alcalde-senador

Antonio Felipe Rubio
Periodista / Noticias de Almería


La multiplicidad de cargos ha desenmascarado algunos casos bochornosos como la de una consejera de una caja de ahorros que reconoció que sus conocimientos financieros no iban más allá de saber sacar trescientos euros del cajero automático. También hemos conocido a parlamentarios que no se han estrenado en la tribuna de oradores y culiparlantes medrando en otras esferas, aprovechando la ostentación del escaño.

Luis Rogelio Rodríguez
Varios personajes de la política local han simultaneado cargos orgánicos e institucionales con resultado de infausto recuerdo; en algunos casos, protagonizaron los peores momentos: retraso en infraestructuras, pérdida de inversiones, proyectos frustrados y reiteradas promesas aún inconclusas. Y peor es la amplia relación de parlamentarios desconocidos e inéditos a los que no se les recuerda ni una mala palabra ni una buena acción.

Me reconozco incapaz de superar una “reválida” periodística enunciando, al tirón, los almerienses parlamentarios autonómicos, senadores y diputados que actualmente bruñen sus respectivos escaños con su egregia presencia; antes me someto a recitar los reyes godos o la tabla periódica de elementos. El problema es que estamos representados por una serie de desconocidos de relleno y guarnición a los que se les conoce el limitado mérito de cobijarse bajo el tirón de unas siglas y la lista cerrada. Así las cosas, en función de la capacidad de trabajo, elocuencia, iniciativa, preparación, influencia… es razonable que los mejor dotados aprovechen las oportunidades que posibilita la simultaneidad de funciones, especialmente cuando aparecen efectos positivos para los ciudadanos que representan.

Sin previa encomienda, la oposición criticó al alcalde de Almería por su condición de alcalde-senador; acepción que, con intención peyorativa, se le viene aplicando como demérito a su dedicación municipal. Sin embargo, los hechos se han vuelto en contra de esa intención, y los efectos del dual ejercicio no encuentran reproche objetivo a la vista de los resultados obtenidos.

La puesta en marcha de la prolongación del Paseo Marítimo, la próxima liberación de las vías del tren y supresión del paso a nivel en Los Molinos, son compromisos que resultan de múltiples negociaciones llevadas a cabo en Madrid y, con seguridad, fruto de la condición de senador-alcalde que tanta frivolidad ha suscitado en la oposición.

Hay alcaldes de pueblos que, residiendo en la capital, han conseguido importantes logros para sus vecinos. Y son esos vecinos de pueblos de pocos centenares de habitantes los que prefieren a su alcalde moviéndose en las delegaciones de la Junta o en Diputación que consumiendo las horas en compañía de carajillo y dominó. Al fin y al cabo lo que interesa es la eficacia. La compañía, la proximidad y el apego no son cualidades precisamente institucionales; aunque, si se dan las circunstancias, es de agradecer.

Resolver las vías del tren y el terrorífico paso a nivel también puede combinarse con una fulminante solución al problema de la electricidad en Los Almendros; y así se ha demostrado que se puede librar batalla en escenarios y códigos bastante dispares con resultados evidentes.

Conste que los logros no son consuetudinarios de la afinidad política. Tener al Gobierno del mismo color político no es precisamente una ayuda. Recuerden que, gobernando el PSOE en Madrid, Sevilla y Almería y provincia, tuvimos las máximas dificultades para conseguir la mejora de las infraestructuras y, aún conseguidas en parte, hubimos de soportar diez años de retraso en la A-92 y, ni se sabe, con la A-7.

Para algunos, tener al Gobierno de su parte aumentó la dependencia clientelar que se tradujo en complicidad en el retraso y el desprecio por la provincia.

No se puede zarpar y llamar al mal tiempo. Es hora de reconocer cuál es el rumbo que conduce a la eficacia.

Generar confianza no es inherente al cargo. Los hechos demuestran dignidad y traición en base a según el proceder. Y el proceder a la vista está. La confianza es subjetiva; y allá cada uno en quién la deposita.

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