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Los tiempos revueltos de Zoido


Pepe Fernández
Periodista

Hace más de un cuarto de siglo conocí a un joven juez, exquisito y amable, insólito en el trato de los jueces con la prensa por aquel entonces. Era Juan Ignacio Zoido. Nunca imaginé que a aquel juez tan campechano y jovial, tan enamorado de su oficio, le acabaría viendo, en vez de administrar Justicia, administrando el aparato de un partido, en este caso del primer partido de Andalucía, hoy en la oposición al bipartito PSOE y IU. A día de hoy, y tras haber ocupado numerosos puestos de responsabilidad en la administración -Director General de Justicia con Aznar, Delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha y Andalucía, además de alcalde de Sevilla-, siempre su labor estuvo presidida por la norma. Su formación jurídica destacó en la mayoría de sus ocupaciones y decisiones. No obstante, ahora, JIZ se enfrenta a administrar algo tan etéreo e intangible y difícilmente manejable como es “el aparato de poder” del PP de Andalucía.

Zoido
Aquí, como se comprenderá, la ausencia de leyes y normas es algo consustancial en la vida interna de un partido, donde suelen prevalecer la mayoría de las veces actitudes de compadreo, amiguismo o intereses no siempre confesables. Solo un político que comprenda que Andalucía es una comunidad muy extensa, que va más allá de donde alcanza la sombra de la Giralda, será capaz de vertebrar el equilibrio que un territorio tan extenso reclama en los tiempos actuales y venideros. Pero JIZ parece que aún no ha entendido muy bien cómo se manejan los hilos internos del aparato de poder. Comprobar como crece la bronca, de momento en do menor, de los líderes malagueños, viene a certificar de alguna manera su debilidad como líder regional del partido. Por segunda vez se ha visto obligado a ordenar a que salga a la palestra el Secretario General del PP-A, José Luis Sanz, y ratificar una vez más que no se elegirá candidato a la Junta hasta finales de 2015 “o enero de 2016”, cuando hayan pasado las municipales.

¿Elecciones conjuntas?
Claro que en esta bulla casi nadie en el PP se ha parado a pensar en Griñán, en los intereses políticos  del PSOE y en su capacidad legal para adelantar las elecciones autonómicas y hacerlas coincidir, por ejemplo, con las municipales. En favor de esta tesis, que gana adeptos en el PSOE-A, estaría un PP-A prácticamente desactivado, dividido y sin líder. Por otro lado los socialistas saben que las municipales marcarán un punto de inflexión – tiempo de reseteo ideológico- en el matrimonio con IU y que, por tanto, se dará por concluida políticamente la alianza de gobierno en la actual legislatura. Si a todo ello se suma el gesto (de agradecer si sucede) de ahorrarse unos cuantos millones en dos procesos electorales, unificando gastos, la hipótesis de ver elecciones conjuntas no es tan descabellada como algunos sugieren hoy en el PP andaluz.

Los lideres malagueños del PP, el alcalde Paco de la Torre y Elías Bendodo, este ultimo presidente del partido que mejor ha aguantado electoralmente en marzo los envites del desgaste de Rajoy en una provincia andaluza, no dejan pasar una a JIZ y mantienen la tensión con Sevilla. Como se sabe el desencuentro está motivado por la nominación, ahora o en 2016, del candidato a la Junta, algo que desde Málaga se entiende más prioritario de lo que se piensa en Sevilla.

Pero en este fenomenal desencuentro, con luz y taquígrafos por doquier, donde no ha faltado el coro de algunos presidentes provinciales afectos a la disciplina de partido y al hiperliderazgo en la sombra de Javier Arenas, nadie se ha parado a preguntarse si de la Torre y Bendodo son dos locos aventureros, solitarios, solo con ganas de camorra y figurar. Pues parece que no es el caso. 

Que el político más veterano de Andalucía (De la Torre ya fue procurador con Franco) y uno de los más jóvenes líderes del PP, avalado por un buen trabajo político en Málaga, salgan a la palestra como lo han hecho, con un mismo mensaje, solo tiene una explicación: ha sido la presión de la sociedad malagueña y especialmente de la gente del partido la que les ha obligado a convertirse en portavoces de un sentir muy extendido y generalizado. Hablando claro y en plata: a muchísimos militantes del PP en Málaga no les gusta que al frente del partido esté “el alcalde de Sevilla”, con todo lo que eso implica en un contexto de estúpida rivalidad alimentada durante años por algunos políticos malagueños tanto del PSOE como del PP  y algún que otro sevillano aficionado a los charcos.

Puede que JIZ, al segundo campanazo, consiga esta vez imponer el silencio en las filas y bocas del PP malagueño, apelando a la disciplina tal y como ha recomendado Antonio Sanz desde Cádiz, recordando de alguna manera que le “norma disciplinaria” de la era Arenas sigue vigente en los revueltos tiempos de Juan Ignacio Zoido. 

Pero la herida abierta no se va a cerrar con facilidad, entre otras razones porque el debate sigue abierto y la militancia en otras provincias también se empiezan a preguntar qué está pasando en la cúpula del partido y por qué a ellos no se les pregunta qué opinan.

El problema está en la norma, debe pensar el juez en excedencia, en la ausencia de norma para repartir algo tan efímero como el poder. Que le pregunte a su antiguo gran amigo Arenas, con varios doctorados en volatilidad del poder.

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