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El puerto, el tren y el futuro


Pedro M. de la Cruz 
Director de La Voz de Almería 

La rotundidad con que el alcalde de la capital y el concejal  de Urbanismo han hecho pública la oposición del gobierno municipal al regreso del embarque en superficie del mineral de Alquife por el puerto de Almeria ha levantado una polvareda que solo puede entenderse  por el estremecimiento que esa posibilidad provoca en los almerienses, no porque nadie con representación institucional -Junta, Puerto, empresarios, sindicatos o colectivo social alguno- mantengan una posición contraria. El padecimiento continuado a que fue sometida la ciudad por el transporte del mineral granadino permanece intacto en la memoria colectiva como un paisaje de vías y polvo rojo al que nadie quiere regresar. Todos están de acuerdo: la vuelta a aquel pasado de hierro y ventoleras es inasumible, inviable e inaceptable. Estamos por tanto ante un buen punto de encuentro.

Puerto de Carboneras
Un proyecto de futuro
Partiendo de esta premisa básica e indiscutida (nadie quiere veinte trenes diarios de trescientos cincuenta metros cada uno cruzando en superficie la ciudad ni un inmenso silo a la intemperie que provoque en los días de poniente una inmensa nube de polvo en suspensión), se antoja necesario que, ante el proyecto presentado por la empresa, las partes implicadas -Ayuntamiento, Junta y Autoridad Portuaria- actúen con el rigor y la ponderación que el tema requiere. No estamos ante una actuación urbana menor. Estamos ante un proyecto que marcará el futuro del puerto, de su integración con la ciudad y podría ser que, en última instancia, de cómo y dónde llegará el AVE a la capital. Y es aquí, en estos dos últimos ángulos, que hasta ahora han pasado casi desapercibidos, donde quizá se encuentren las turbinas que han generado el viento que ha levantado la polvareda y del que nadie quiere hablar.

La opción planteada por el subdelegado del gobierno en Almería,  Andrés García Lorca, respaldada también por el subdelegado del Gobierno en Granada, de que una opción razonada y razonable podría ser la de priorizar la línea del AVE a construir entre Huércal de Almería y Venta del Pobre para, desde allí, levantar un ramal hasta el puerto de Carboneras merece la máxima consideración. La cualificación profesional de García Lorca, catedrático de Geografía, y su experiencia en el puerto de Almería, sobre el que ha publicado varios estudios, es un aval que da solidez a la propuesta.

No a una visión doméstica del espacio
En un mundo globalizado no podemos insistir en una visión doméstica del espacio. Las actuaciones deben hacerse allí donde sean más rentables y menos hipotecas exijan a los ciudadanos. Almería no es la capital rodeada de pueblos, ni sus muelles configuran un puerto rodeado de puertos. Almería es un todo y nada debe resultar ajeno; y, mucho menos, interpretarse como una pérdida de hegemonía. La Autoridad Portuaria de Almería está compuesta por la capital y el puerto comercial de Carboneras y, desde esa realidad incuestionada, debe quedar cerrada cualquier interpretación localista. Facilitemos el embarque de mineral, pero hágase desde la racionalidad de los recursos, la viabilidad de los proyectos y las perspectivas de futuro. 

El medio ambiente como condición
Si el proyecto empresarial de Alquife alcanza el visto bueno de las administraciones con competencia sobre la propuesta, deberá ser tras el cumplimiento escrupuloso de todas y cada una de las condiciones urbanísticas y medioambientales  que garanticen que la vida ciudadana no se verá perturbada. Confío en los niveles de exigencia de los parámetros técnicos a valorar por las distintas administraciones; pero confío, aún más, en la capacidad de los ciudadanos para hacer inviable una actuación que perjudique sus intereses. Nadie soportaría una sola tarde de nube roja sobre la ciudad, Carboneras o cualquier otro punto de embarque que pudiera ser considerado. La Almería de hoy no es, afortunadamente, la provincia sumisa y sometida de hace cuarenta años. La conciencia medioambiental, entonces inexistente, es hoy un arma poderosa capaz de paralizar en un día lo que tardó años en comenzar a caminar.

La terminal de pasajeros
Pero el debate actual, sobre el que todos piensan aunque hasta ahora nadie se atreva a decirlo explícitamente, no está construido solo sobre el hierro de Alquife. Esa es una parte del debate. Las otras son la definición del puerto del futuro y el futuro de la terminal de pasajeros del AVE. Ahí están los otros dos lados del triángulo que encuadrará, en gran medida, el futuro de la capital en los próximos cien años. Porque la pregunta no es  sólo si es viable el transporte y la estiba de mineral en uno de nuestros muelles sin perturbar la calidad medioambiental, urbana o económica (el dinero que pondrían el Ayuntamiento y la Junta no es del alcalde ni del presidente, es de todos); el interrogante surge también sobre qué tipo de puerto -industrial, turístico, comercial, de pasajeros o combinado- queremos para el futuro en función no de la ensoñación, sino  de la rentabilidad colectiva y la viabilidad técnica y financiera de la opción elegida. Elección que modulará también el camino sobre dónde estará situada la estación de ferrocarril cuando llegue la alta velocidad. Este es un territorio en el que todos los partidos muestran su confusión en privado. La contradicción es tan grande como la parálisis que atenaza al proyecto desde hace décadas.

Resulta evidente que todos estaríamos de acuerdo en que la futura estación de pasajeros continuara teniendo su terminal donde se levantó hace más de cien años. Aquella construcción situada entonces extramuros hoy forma parte del centro, cumpliendo así la verdad indiscutida de que una ciudad es un cuerpo vivo. Los arrabales de ayer son las nuevas avenidas de hoy y serán los centros históricos de mañana. La demografía, la sociología y la economía son tres armas cargadas de futuro y frente a ellas no hay sentimentalismo de esquina que se resista. Por eso y partiendo de esa premisa puede resultar acertado preguntarse, como se preguntan casi todos los representantes institucionales en privado, si, tras más de veinte años de palabras y ni una gota de realidad, no ha llegado el momento de abrir el debate sobre la posibilidad de situar la nueva estación en la zona norte de la avenida del Mediterráneo.

Un debate alejado de la algarabía partidista
Es una decisión compleja; tanto como la de conectar o no el puerto por ferrocarril soterrado; o como la opción del puerto de Carboneras para el embarque del mineral. Una complejidad estructural tan impactante para el futuro de la ciudad exige situar el debate alejado de toda algarabía partidista, evitando así su perversión y, por tanto, su inutilidad.

Todas las posibilidades están sobre la mesa. Analícense con criterios de futuro. Y sobre todo con rigor. Nos va tanto en las decisiones que se adopten que habría que pedir eliminar el ruido y escuchar a los que más saben. Aprender a escuchar, esa es la clave, cuando se tienen intenciones de acertar. 

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