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Memoria ecologista


Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

Ha pasado mucho tiempo y la transformación del paisaje y su idea es algo notorio en la dinámica ecológica almeriense. Es una cuestión que se puso en evidencia con motivo de la reciente presentación en Almería del libro Ecologíada (100 batallas). Medio ambiente y sociedad en la España reciente, de Pedro Costa Morata (Águilas, Murcia, 1947). El autor es uno de los ecologistas pioneros en el compromiso en la defensa de la Naturaleza y de una forma distinta de entender el progreso. Pedro Costa es el fundador del Grupo Ecologista Mediterráneo en los albores de la década de los 70, cuando surgió la idea de un proyecto de central nuclear en la zona fronteriza entre Murcia y Almería. En la presentación hubo también la oportunidad para que el periodista pusiera sobre los presentes (poco más de una decena de personas en una sala de la Fundación Cajamar) algunos reflejos de la memoria ecologista que nos acompaña desde hace décadas y que es prueba irrefutable de que vivimos en una especie de agonía eterna. Un gesto más de la necesaria resistencia a que la realidad nos obliga.

En esta memoria ecologista está, por ejemplo, una sentencia del Tribunal Supremo en 1973: “El medio ambiente es de propiedad pública”. Y con todo lo que esto significa, comparece la realidad con todo tipo de desmanes, algunos amparados en intereses financieros, de lo que se trata es de hacer negocio, en la ignorancia o en la gran perversión. Ante esta realidad, era cuestión de tiempo de urgencia el surgimiento del movimiento ecologista, marcado con una estrecha alianza con periodistas (no empresas periodísticas) dispuestos a ejercer el compromiso en favor de los indefensos, de todo aquello que aparentemente no tiene voz: la naturaleza, el paisaje, los territorios, los bosques, los ríos, la fauna, la vegetación, las montañas, los pueblos y la defensa también de quienes habitan en todos los lugares acosados por el manto de un modelo de civilización que a la larga ha demostrado que destruye más que construye. Y que los grandes esplendores de la Historia surgen sobre cenizas, un panorama repleto de cadáveres que esperan su particular justicia.

En Almería, sin ir más lejos, durante los sesenta se produce la demolición de la identidad histórica urbana de la ciudad. El arquitecto Díaz Recassens declaró ya en los ochenta: “Ha sido un disparate cambiar el tipo arquitectónico de Almería”. Y el poeta José Ángel Valente: “Los almerienses han perdido su memoria histórica como ciudad”.

Al principio de los setenta, el Ayuntamiento de Almería proyectó demoler el Cable Inglés, que se salvó de milagro; el Círculo Mercantil promovió derribar el Teatro Cervantes, lo que provocó alguna que otra protesta en la prensa. Pero la calle no se movilizó. Era impensable en aquellos tiempos. En Pulpí surgió un proyecto destructor del litoral de San Juan de los Terreros, Puerto Chrom-Lynck, que sí hizo que surgiera un movimiento de contestación y rechazo, la base de una corriente ecologista importante, de la que todavía hoy se alimenta la memoria ecologista almeriense.

En 1974, la FAO alertó: “El Mediterráneo es una cloaca de los países ribereños. El Mediterráneo se está muriendo”. Y en este mismo año el V Pleno del Consejo Económico Social-Sindical de la provincia aprueba la propuesta para instalar una central nuclear de 3.000 MW “para el desarrollo industrial de la provincia”.

Hay una falta de rigor de conciencia sobre el significado del paisaje natural de la aridez y lo que supone de equilibrio con el recurso del agua. Y de ahí la alegría con que se lanzan propuestas de trasvases. Llegan las riadas porque se ha invadido lo que no correspondía. Se ejecuta el aprovechamiento integral del río Andarax que prácticamente es un río pobre y agónico en toda su cuenca. Se proclama el uso de los ríos o de las aguas subterráneas, desde la temeridad de la propiedad privada, y el resultado es lamentable.

Si para algo sirvió el debate que se hizo sobre el Plan del Medio Físico, en los 80, es que englobó toda la realidad. Se abrió camino la conciencia ecologista de que hay que proteger todo, porque todo está amenazado, porque todo está interrelacionado. Y eso exige una visión periodística cotidiana, distinta a la del sistema establecido. Según Lorenzo Gomis, “el periodismo puede entenderse como un método de interpretación de la realidad social”. El teólogo de la liberación Leonardo Boff en su libro Ecología, grito de la tierra, grito de los pobres, declara que “la ecología se ha transformado en una crítica radical al modelo de civilización que estamos construyendo”. Y yo pienso que el periodismo del presente y del futuro tiene que ir por el mismo camino.

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