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Pobres con trabajo

Javier Menezo
Letrado del INEM

Los anglosajones tienen facilidad para crear etiquetas que definan situaciones laborales, y en España, en los últimos tiempos, tenemos la habilidad de encajar en todas. Hemos visto el deterioro del mercado laboral desde el punto de vista de estar dentro (con trabajo) o estar fuera (desempleado), lo hemos visto desde estar dentro fijo y estar dentro temporal, que es lo mismo que con un pie en la calle. Ahora surge otra: los in-work poverty, pobreza con trabajo.

¿Es suficiente tener trabajo para evitar la pobreza? Si hacemos caso al reciente informe de la Unión Europea sobre desarrollo social y empleo, todos los factores que influyen en el concepto de pobreza con trabajo se dan en nuestro país: hogares con hijos, en los que falta empleo suficiente, y el que existe es con bajos salarios. Almería podría ser el ejemplo de ese empobrecimiento con trabajo. Durante la crisis se han destruido masivamente empleos con salarios medios y altos en la construcción y después, en sucesivas olas, en las industrias auxiliares, o el comercio. Para compensar esa pérdida, otros miembros de la familia, cónyuges, han salido al mercado laboral y han encontrado empleos, pero más precarios y con sueldos más bajos. Nos encontramos, pues, con hogares endeudados por hipotecas cuyo importe es ya superior al precio de la vivienda, hijos, prestaciones por desempleo que se agotan y cónyuges trabajando doce horas en actividades temporales y de campaña. Ese sueldo sería inferior, probablemente muy inferior, al que ese hogar ingresaba antes y que fue el que determinó su nivel de gasto.

No parece que las últimas medidas económicas vayan a mejorar esta situación: la congelación del salario mínimo interprofesional, por primera vez desde su creación en 1966, incide directamente en ese in-work poverty. Tampoco contribuirá a la mejora la subida del IRPF, y no porque el Estado no necesite fondos para reducir el déficit, sino porque es un impuesto que, contrariamente a lo que se afirma, no pagan los más pudientes. Estos pagan en muchos casos a través del impuesto de sociedades, mucho más económico.

Los guiños a miniempleos y contratos a tiempo parcial son otro clavo en el ataúd. Es cierto que el empleo a tiempo parcial es poco usado en nuestro país en relación con otros como Holanda, pero no es menos cierto que aquellos que aceptan un contrato a tiempo parcial lo hacen porque no pueden encontrar uno a  tiempo completo y que en muchos casos las horas trabajadas no son exactamente, por decirlo amablemente, las mismas que figuran en el contrato. El sueldo además va con el tiempo que figura en el contrato. Unamos a ello el abuso de la figura del autónomo como sustituto de lo que en realidad es trabajo por cuenta ajena. Estos falsos autónomos contribuyen a que en el último año el empleo autónomo creciera un 0,14% en nuestra provincia.

Para finalizar, según la Unión Europea, nuestro país tiene una tasa de pobreza con empleo del 11,4%, la tercera más alta después de Grecia y Rumania, y nos recuerda que esta tasa entre los trabajadores temporales es el doble que entre los fijos, lo que es especialmente preocupante cuando el 25% de las personas con empleo en España son temporales y en Almería sólo 6 de cada 100 contratos que se firman son indefinidos. Una vez más -¿y cuántos años llevamos ya con ello?- todo nos dice que resolver la alta temporalidad es uno de los grandes pasos para la recuperación.

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