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Almería emigra

Javier Menezo
Letrado del Inem

En Almería hemos sido tierra de emigración, primero, de inmigración después, y ahora, como en el juego de la oca, parece que regresáramos a la casilla de salida. En diez años la población de la provincia creció en más de un un 34%, y en alguno, como 2005 y 2006, ese aumento superaba el 5% anual de la mano de la regularización de inmigrantes. Además, la gran mayoría de esos nuevos habitantes estaban en edad laboral, de forma que la población activa subió en 164.000. Este crecimiento contribuyó al rápido despegue de nuestra provincia en lo que ha sido sin duda su década dorada: sectores tradicionales como agricultura y turismo, y sobre todo la construcción, fueron absorbiendo esa mano de obra en lo que parecía no tener fin, en un crecimiento constante que hemos vivido hasta hace bien poco tiempo.

Han pasado dos años y todo eso parece ya muy lejano. En 2011, la población aumentó en 181 personas, apenas un 0,03%, lejos ya de esos 27.000 que crecía en los años felices de la pasada década. Ese ritmo es inferior al crecimiento vegetativo, es decir a la diferencia entre nacimientos y defunciones, y demuestra que entre las exportaciones de Almería se incluye ya la de personas.

Antes emigraban almerienses no cualificados y
ahora emigran almerienses universitarios

Pero como todo es según se mire, habrá un aspecto positivo: la tasa de paro. El último trimestre del año es siempre el mejor en nuestra provincia por el reinicio de las actividades de campaña, lo que, unido a esa parada en el aumento de las personas en edad de trabajar, permitirá que nuestra tasa se reducirá desde ese 35% del tercer trimestre que atrae reportajes de la BBC. De esta forma, con personas emigrando y una población activa en retroceso, el previsible aumento del paro a lo largo del próximo ejercicio se moderará, y así, sin creación de empleo alguna, llevará a algunos a concluir que la situación mejora cuando la realidad es más tozuda.

La parte mala es: ¿quién se está marchando? Por un lado se están produciendo salidas de personas que regresan a sus países, pero no parece ser el colectivo más importante a tenor que los datos de extranjeros afiliados a la Seguridad Social, que recogen un aumento de 707 personas en 2011. Así que lo más seguro es que esos emigrantes sean personas con mayor formación y no porque los demás no quieran irse sino porque son los que más fácil encuentran empleo en otros lugares. De esta forma nuestra provincia suma una pérdida más: la del capital humano, aquellos que deberían protagonizar el crecimiento económico de la próxima década y que ya no lo harán en nuestra provincia.

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