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Sacyr, historia de una ambición

Emilio Ruiz
www.emilioruiz.es

En medio de noticias de tanta trascendencia como el cese de la violencia de ETA, el macabro asesinato del dictador libio Muamar el Gadafi o las frecuentes reuniones del tándem Merkel-Sarkozy en busca de una salida para la crisis económica que asola a media Europa, se ha colado en los noticiarios españoles una cuestión que parece de interés menor, cual es la crisis de la constructora Sacyr. ¿Y por qué se le da a Sacyr este aparentemente exacerbado protagonismo siendo, como es, una empresa privada? Tiene su explicación. Veámosla.

Para entender la génesis del asunto tenemos que remontarnos al acto de fundación de la propia Sacyr. En 1986, cuatro ingenieros de caminos de Ferrovial deciden emprender su propia aventura empresarial constituyendo la constructora Sociedad Anónima de Caminos y Regadíos, que después reduciría su denominación al acrónimo Sacyr. Sus nombres: Luis del Rivero, Félix Riezu (éste se descolgó pronto del proyecto), Manuel Manrique y José Manuel Loureda. En pocos años, Sacyr se convirtió en uno de los mayores grupos empresariales españoles, extendiendo su actividad no sólo al campo de la construcción, sino también al de las concesiones y servicios, y con pretensiones de crear un grupo multisectorial de carácter internacional. Sacyr es hoy la cuarta constructora española. Factura cerca de 5.000 millones de euros. Una prueba de su capacidad es que construye la mayor obra pública internacional de todos los tiempos, el tercer juego de esclusas del Canal de Panamá, que tiene un presupuesto de 3.210 millones de dólares. En el sector se tienen dudas de la rentabilidad de este proyecto. El endeudamiento de Sacyr ronda en estos momentos los 11.000 millones de euros.

La política empresarial de Sacyr se ha desarrollado entre una época de gran expansión y fuertes beneficios, coincidente con los momentos en los que se centró su actividad en el negocio constructor y de servicios, y una época de incursión en negocios que le eran ajenos, con resultado dispar. Su desembarco en el mundo inmobiliario lo hizo comprando Vallehermoso. Por la operación arrastra aún una deuda cercana a los 1.500 millones de euros. En 2004 quiso hacerse con el control del BBVA tras comprar el 3 % del banco. La  operación se fue al traste por la oposición del presidente del banco, Francisco González, a pesar de que en los círculos políticos se aseguraba que llevaba las bendiciones del gobierno de Zapatero. También fracasó Sacyr en la toma de la constructora francesa Eiffage, de la que llegó a hacerse con el 33 % del capital, que tuvo después que malvender por la oposición que encontró en el gobierno galo y resto de accionistas.

Fracaso tras fracaso, Sacyr sorprende en 2006 anunciando la adquisición del 20 % de la petrolera Repsol. Si las otras compras le habían ocasionado problemas esporádicos, ésta iba a ser la fuente de sus grandes dolores de cabeza. La compra se realiza por 6.200 millones de euros, de los que 5.175 son préstamos bancarios. Hoy, esta deuda arroja un saldo de 4.900 millones de euros que vence el próximo 21 de diciembre. Algunas de las entidades que forman el “pool” bancario ya han adelantado que no están por la renovación. Los bancos mayoritarios –encabezados por el Santander- presionan a Sacyr que realice una desinversión de activos como única forma de rebajar la deuda. Esa desinversión pasa inexcusablemente por la venta de parte de la propia Repsol, ya que el resto de activos (entre los que destaca la patrimonial de edificios, Testa) están en garantía del préstamo sindicado para la compra de Repsol. Pero Sacyr, si vende, tiene un problema: las acciones que compró a 26,50 euros cotizan hoy a 21-22. La venta le supondría, pues,  una cuantiosa minusvalía que lastraría las cuentas del grupo de forma alarmante.

Los gestores de Repsol nunca han recibido con agrado la presencia de Sacyr en el accionariado y en el consejo de administración por considerarla ajena al negocio energético. Y Sacyr, por su parte, desde hace mucho tiempo, tiene el ojo puesto en Repsol. Considera que tiene que ser la petrolera quien le resuelva una buena parte de sus problemas económicos vía dividendos. Cada junta general se vivía como un momento de tensión entre el presidente de Sacyr, Luis del Rivero, y el presidente de Repsol, Antonio Brufau.

El pasado 29 de agosto Sacyr da un golpe de efecto. Anuncia un pacto de sindicación de sus acciones de Repsol con la petrolera estatal mexicana Pemex, titular de otro 5 % y en proceso de llegar al 10. El objetivo es claro: hacerse con el control de la petrolera, una empresa que en España es considerada de alto valor estratégico. Muchos analistas ven el riesgo de que Repsol sea controlada por una empresa extranjera, mexicana, y además, estatal. “Vamos a meter a la zorra en el gallinero”. Las alarmas se disparan. El propio gobierno empieza a preocuparse, si bien Miguel Sebastián, ministro de Industria, se apresura a transmitir serenidad, y en un alarde de ingenuidad política se atreve incluso a descalificar los temores de quien sigue siendo el mayor referente político de los socialistas, el expresidente Felipe González.

El pasado jueves Sacyr celebraba Consejo de Administración. Luis del Rivero entró al mismo siendo presidente y salió destituido como tal. Fue una reunión desagradable, dicen. Un viejo aliado de del Rivero, el jiennense Manuel Manrique, es elegido nuevo presidente. La palabra “traidor” es la más agradable que se cruzan. Entre los demás consejeros, el viraje de Manrique se interpreta se interpreta como un acto de responsabilidad ante un problema que no hallaba vías de solución. El nuevo presidente, nada más tomar posesión de su cargo, lo primero que hizo fue visitar a Antonio Brufau para informarle de que la constructora ha constituido un comité independiente para negociar la paz con Repsol.

Pero nadie cree que “el murciano de dinamita”, como conocen sus amigos a Luis del Rivero, a pesar de sus cinco bypass y de sus problemas de corazón, dé la batalla por perdida. El día 26 de este mes habrá Consejo de Repsol. Del Rivero y Loureda siguen siendo consejeros en nombre de Sacyr. El desenlace de la reunión es imprevisible, dicen los analistas. El culebrón continúa.

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