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Rosita Sáez de Campoy

Antonio Llaguno
Exalcalde de Cuevas del Almanzora
 
El pasado 12 de septiembre, el Museo Antonio Manuel Campoy se ha quedado un tanto huérfano tras la muerte de su gran benefactora, Rosa María Sáez Prol, viuda de quien da nombre a la primera pinacoteca de la provincia. Rosita, como a ella le gustaba que la llamasen, nació hace setenta y siete años en París, aunque pronto trasladó su residencia a Madrid, gustando también de pasar temporadas, sobre todo en verano en Torrevieja (Alicante), habiéndose dedicado profesionalmente a tareas de gestión y dirección de prensa en el antiguo Ministerio de Información y Turismo, y de protocolo en el Ministerio de Cultura.

Su vinculación a Cuevas del Almanzora vino dada por su matrimonio con Antonio Manuel Campoy, prestigioso crítico de arte y autor de multitud de artículos sobre el tema, así como de reconocidas monografías sobre diversos pintores contemporáneos, al tiempo que un importante coleccionista de arte. Y ha muerto este 12 de Septiembre en Madrid a causa de una enfermedad que tenía callada, discreta como era, sin querer hacer ruido. Discreta, recta, honesta, buena, generosa, esa era la hija adoptiva de Cuevas Rosita Sáez de Campoy, que ese sí que era el nombre completo con el que gustaba que se le identificara.
Y evoco ahora cuando la conocí en 1993, siendo yo alcalde de Cuevas del Almanzora, con motivo de la intención del equipo de gobierno municipal de aquella legislatura 1991-95, de construir un museo de arte contemporáneo en la parte más noble del Castillo del Marqués de los Vélez, de Cuevas, que estaba rehabilitando la Escuela Taller. Teniendo conocimiento del fallecimiento reciente de Antonio Manuel Campoy (10 de enero de 1993), localicé a su único hermano, Anastasio Campoy, actor de reparto de cine, gran recitador y hombre de teatro, para contarle nuestro proyecto y para que me pusiera en contacto con su cuñada.
 
Como escribí entonces, el encuentro con Rosita fue proverbial para el cumplimiento de nuestro objetivo cultural y de recuperación del patrimonio cuevano, como había sido la adquisición y restauración del Castillo.
 
Era la viuda de Campoy una mujer delicada y sensible, enamorada todavía, y yo diría que con una intensidad ferviente, de su fallecido esposo y de su memoria, y, aunque relativamente joven, había decidido orientar el resto de su vida hacia el mantenimiento del recuerdo de Antonio Manuel. La invité a visitar el Palacio de los Marqueses en obras, y le ofrecí dedicarlo enteramente a esa memoria anhelada de su marido, de su obra literaria y de su colección artística. Entre los dos imaginamos un sueño, que de pronto iluminó en nuestras mentes aquellas paredes de oleos y acuarelas.
 
El 3 de noviembre de 1994 se inauguró el Museo con la primera donación de la familia Campoy, con 179 cuadros de pintores contemporáneos de tanta significación como Picasso, Solana, Miró, Tapies, Vela Zaneti, Álvaro Delgado, Barceló, Benjamín Palencia, Lapayese, Clave, Redondela, Cristobal Toral, Revello de Toro, Cantón Checa, Cesar Manrique o Matías Quetglas; y 22 esculturas en bronce de artistas tan importantes como Pablo Serrano, Carrilero, Venancio Blanco o Santiago de Santiago.
 
Además de la obra gráfica, se recreó el despacho de Antonio Manuel, con su mobiliario, objetos de escritorio y colecciones diversas, como todas sus críticas de arte y 1392 libros de gran valor bibliográfico. Estas primeras donaciones se fueron incrementando periódicamente, hasta la actualidad, en que alrededor de cuatrocientos cuadros y treinta y seis esculturas ennoblecen con su valor artístico el Museo Antonio Manuel Campoy.

La generosidad y desprendimiento de Rosita Sáez de Campoy nunca la valoraremos los vecinos de Cuevas en su justa medida, acostumbrados ya a la cotidianidad del Museo, pero indudablemente las donaciones que ha ido haciendo, a lo largo del tiempo, al Ayuntamiento han sido de un valor incalculable, que para siempre asociará Cuevas al mundo del arte y de la cultura. Igualmente, el papel de Anastasio Campoy fue muy importante, colaborador desde el principio de los deseos de su cuñada, animador de de la recuperación de la memoria de su hermano, y garante como nadie de la conservación y mantenimiento del legado artístico familiar.
Descanse en paz esta ilustre cuevana, que, sin haber nacido en Cuevas del Almanzora, sí que pasará a la historia local como una de sus vecinas más queridas.

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