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Mujeres y tecnologías de la información en la sociedad del empleo

Baltasar Parra Vilar
Licenciado en Ciencias del Trabajo

El presente mercado laboral está monótonamente en movimiento, inducido fundamentalmente por los progresivos y constantes cambios tecnológicos y su respectiva  incorporación a los sistemas productivos. Hecho que está provocando la grave consecuencia de la destrucción sistemática de cuantiosos puestos de trabajo tradicionales. Esta  eliminación de mano de obra  no afecta equitativamente entre hombres y mujeres.

Hasta hace escaso tiempo, se había pensado de la presencia de desigualdades  distributivas de empleo por razones de sexo, en contra de la mujer (fuerza física, disposición al trabajo, inteligencia y limitación al acceso al ámbito educativo, etc.), sobre todo a lo consecuente en la distribución de profesiones por ramas o subsectores, o por ocupaciones cualificadas  o no cualificadas.

Estas ideas anteriores parece ser que están desapareciendo, ya que existen diferentes tendenciales que van ocasionar una metamorfosis socio-laboral en un futuro más o menos cercano, orientándose al fenómeno de las tecnologías de la información, que se agruparán en determinadas actividades, suponiendo el desarrollo y el origen de empleos con mayor nivel de profesionalidad. Las nuevas tendencias evolutivas de empleo  se  pueden constituir en las siguientes  ideas básicas:

Un sector industrial con la gradual integración de avances tecnológicos en sus medios productivos origina un efecto rebote sobre el empleo, disminuyéndolo y dando  lugar a la paulatina crecida de ocupaciones con un mayor rango de cualificación.

El incremento de los empleos temporales, sobre todo aquellos empleos realizados con contrato a tiempo parcial, y la promoción del autoempleo, a través de la puesta en marcha de iniciativas empresariales.

Todo esto nos hace pensar que las diferencias entre hombres y mujeres no se deben sólo a  dimensiones  de tipo ocupacional, salarial y educativo, sino que también existe un elevado elemento tecnológico.

Dichas desigualdades podemos sacarlas a la luz siguiendo las restricciones que se les imponían a las mujeres en su incorporación al mercado laboral en el modelo Fordista. Las prohibiciones se basaban en la creencia de que las mujeres no reunían los requisitos físicos necesarios para poder trabajar con garantías en una producción de cadena de montaje, señalándolas como meras intrusas y desestabilizadoras del proceso, con insuficiente experiencia laboral y la incomodidad desmotivadora para la mayoría de los hombres, al pensar que las mujeres pudiesen desarrollar un ámbito laboral competitivo.

En modo síntesis el modelo Fordista era un modelo compuesto solamente por hombres, que ostentaban una baja cualificación, donde las mujeres no eran valoradas en la incorporación de mano de obra en los procesos de producción. Al contrario que ocurre en la actualidad con las nuevas ocupaciones fundadas en las tecnologías de la información, que parece ser el camino de acceso de las mujeres al mercado laboral. Esta vía de acceso se identifica básicamente por el crecimiento de los empleos en actividades basadas en los servicios como la educación, sanidad y la atención de personas, donde los empleos de cierto esfuerzo físico desaparecen.

Pese el gran acontecimiento que supone la participación de las mujer el mercado laboral, aún presenta una elevada tasa de desempleo, una débil presencia en los altos puestos directivos y mayoritariamente una sujeción a los contratos temporales y precarios caracterizados por sus bajos salarios y su escasa protección social en comparación a los contratos que ostentan los hombres.

No obstante, la impulsión de las nuevas tecnologías de la información  ha llevado consigo la fuerte necesidad de un mayor  grado de cualificación, que se ha visto aprovechado por las mujeres, provocando una aproximación a los empleos directos, que son aquellos trabajos realizados por los hombres.

Asimismo, las nuevas tecnologías de la información ofrecen nuevas formas de empleo, desarrollando lo que se conoce como teletrabajo, que está suponiendo que  las mujeres puedan desempeñar un trabajo mediante horarios flexibles sin descuidar sus responsabilidades familiares.

Esta dinámica está originando que las mujeres supongan un fuerte cambio en el mercado laboral, no solo incrementando su participación en ramas tradicionalmente vinculadas a dicha colectividad, sino que están incorporándose en aquellas ramas que por antonomasia venían desarrollando los hombres, siendo más proclives a la adaptación ante cambios estructurales. Esto está vinculado al alto nivel educativo que tienen las mujeres al cursar estudios universitarios más que los hombres, dando lugar a un crecimiento notable en el empleo e incrementando su presencia  en  ciertos sectores económicos en conjunción al grado de tecnologización  del trabajo. A un mayor grado de tecnología de la información y cualificación mayor será la presencia de las mujeres (sector servicios). Inversamente habrá menos cantidad de mujeres en aquellas actividades menos avanzadas tecnológicamente (industria).

Estamos  inmersos en una creciente  polarización y segmentación  por género. La clara segmentación que ostentan las actividades desarrolladas por las mujeres son todas aquellas relacionadas con la administración, educación,  cualificados  de servicios y no cualificados. Además del incremento de su participación en trabajos de dirección, pero aún en una tasa reducida, debido al grado de interrupción de las mujeres en el trabajo  por razones familiares y de embarazo. Por lo tanto, las mujeres se sitúan en aquellas actividades donde se desarrollan mayor número de empleos indirectos, que es donde tienen cabida las nuevas tecnologías de la información.

En definitiva, hoy en día podemos decir que cada vez más las mujeres tienen acceso a un segmento primario caracterizado como cualificado, con una gran protección social y promoción, pero infortunadamente también tienen acceso a un segmento secundario, que se caracteriza por ser precario y no cualificado. Para romper esta precariedad es vital la necesidad del desarrollo de una elevada educación social como medio para combatir las desigualdades, dándose una conjunción entre el conocimiento y las tecnologías de la información como medio potenciador de creación de empleo estable.

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