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Flamencos, refajos y otras historias

Jesús Muñoz
Escritor

Termina la feria y con ella el verano almeriense. Año tras año surgen muchos temas al respecto de ella. Uno de los cuales suele ser muy recurrente y se repite con cada convocatoria, por lo que me gustaría centrarme en él. No es otro sino el uso o no de traje de flamenca o gitana en nuestra fiesta grande.

Refajonas en Lucainena de las Torres
Para este tema hay de todos los gustos, desde políticos que se apenan de que no seamos más folclóricos como nuestros vecinos andaluces, asociaciones de empresarios que realizan concursos al traje más bonito e incluso he leído articulistas que entienden su falta de uso. Dos realidades son claras: primero, en Almería tiene un uso minoritario (por ponerme de ejemplo, sólo conozco dos personas que lo tengan, una es de Ávila y la otra de Sevilla), y segundo, el traje tradicional almeriense es otro, el de refajona.

Me gustaría analizar un poco la historia de estas costumbres para tratar de ahondar en una polémica que no debería de existir si nuestra mente colectiva tuviese las ideas claras.

Los trajes regionales surgen en el siglo XVIII y XIX y no son otra cosa que los atuendos propios de la población (eminentemente agrícola) de cada lugar. Es por ello por lo que el clima o la orografía influían más que las fronteras políticas. La industrialización provoca la producción en cadena y la mejora de los medios de transporte lo que empieza a imponer la uniformidad en la vestimenta que hoy en día continuamos manteniendo. Así que a finales del siglo XIX y principios del XX empiezan a recogerse todas estas tradiciones en un intento de no perder la identidad y como símbolo de orgullo territorial.

El traje almeriense data del siglo XVIII y es el siguiente: para la mujer, traje de refajona, consistente en una falda llamada refajo que es de lana en las zonas frías o de algodón en las más cálidas. Encima de éste, un delantal de encaje blanco y bordado, para las piernas medias blancas y para el busto una blusa negra con un pañuelo o mantón sobre los hombros. El tocado del pelo incluiría uno o dos moños llamados rodetes adornados con flores. En cuanto al del hombre es más sencillo, un calzón hasta la rodilla negro o blanco conocido como zaragüel (usado ampliamente en todo el Mediterráneo) sujeto por un fajín, una camisa blanca y una chaquetilla negra. Por supuesto ambos pueden diferir en los detalles y la decoración dependiendo según el municipio, la comarca y el poder adquisitivo de los propietarios.

El traje de gitana, flamenca o sevillana tiene un origen similar. Surgen de las antiguas ferias de ganado de Andalucía occidental. En ellas, las clases humildes de la época, campesinos y gitanos (por ello la denominación traje de gitana), acudían a estas ferias ataviadas con batas de percal adornadas con dos o tres volantes. Las ferias perdieron su origen ganadero y mantuvieron su uso festivo por lo que este vestido se asoció a las celebraciones populares. Pero no sería hasta 1929, en la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla, cuando se consagró y aceptó por parte de las clases adineradas para acudir a su feria y, ayudado por la gran difusión del flamenco en esta época que utilizaba similar estética, consiguió dar el salto de sus fronteras locales.

Después de todo este discurso histórico ¿qué tiene que ver con el traje de flamenca y su uso en Almería? La respuesta es sencilla: analizar porque se llegó a usar en nuestra tierra. Estamos a principios del siglo XX y su uso se empieza a expandir y asimilarse fuera de nuestras fronteras como el traje folclórico español en detrimento de cualquier otro traje regional. Tras la Guerra Civil, el régimen franquista intentó crear una uniformidad nacional borrando cualquier diferencia regional y tomando como modelo muchos tópicos españoles de la época y de los viajeros románticos del siglo anterior.

Cuando un turista extranjero venia a la España de los años sesenta y setenta veía mujeres bailando con trajes de flamenca ya fuera en un tablao madrileño o en una playa alicantina. Tras este periodo histórico llegamos a la Transición y la reafirmación regional a través de la creación de las autonomías. Por toda la geografía española las comunidades tratan de alejarse de este tópico nacional por considerarlo rancio y anticuado. Dándole un mayor impulso a sus peculiaridades regionales y locales y quedándose su uso restringido a un ámbito andaluz. Sin embargo en Almería esto no ocurrió. Como todos sabemos Almería sufrió distintos vaivenes y fiascos en el proceso autonómico andaluz. La realidad fue que Almería se introdujo en Andalucía a pesar de que las fronteras políticas difieren de las lingüísticas, culturales, climáticas, históricas o económicas. Es por ello por lo que Almería pertenece actualmente al ámbito cultural de lo andaluz y puesto que en Andalucía los trajes más extendidos son las distintas variaciones del de flamenca (aunque en otras provincias o zonas tampoco sea así), Almería también debe asimilar dicha prenda típica como propia y lucirla en los respectivos eventos que así lo requieran. Existen ciudadanos que en el intento de asimilación incorporan a lo andaluz elementos no exclusivos de esta cultura para justificar nexos comunes, como puedan ser desde las flores engarzadas en el pelo, mantones sobre los hombros, la tauromaquia hasta los farolillos chinos de cualquier pueblo. O incluso reniegan de lo propio, haciendo afirmaciones (verídicas) tales como “da mucho calor” o “el de sevillana hace mejor figura” aunque en estos casos ni siquiera podían describir el de refajona.

En Almería capital, y en otros municipios grandes, la globalización y el desarraigo junto con una absorbente política educacional y cultural, impone unos modelos estandarizados para todo el ámbito de las ocho provincias. Solamente hay que ver en nuestra geografía para confirmar que muchas festividades son calcos descafeinados de otras celebraciones occidentales.

Así es como poco a poco el traje de refajona y otras enseñas folclóricas tan almerienses como por ejemplo el Fandanguillo de Almería han caído prácticamente en el olvido. Siendo desconocidas por la mayoría de la población almeriense. Únicamente en algunos pueblos se está tratando de recuperar estás tradiciones almerienses. Es encomiable el trabajo de asociaciones de Níjar, Lucainena de las Torres, Serón los Vélez, la Alpujarra y otros grupos folclóricos de distintos municipios que tratan de recuperar su folclore y simbología local. Sin embargo los políticos de nuestra capital no lo ven así y continúan tratando de imponer modas regionales que resultan forzadas en la colectividad social y que no terminan de ser asimiladas y cuajar en el conjunto de los ciudadanos. Por supuesto hay mucha gente que las tiene como propias y las disfruta como el que más. Obviamente cada uno puede vestir e ir como quiera (que suele ser gorro de paja, pantalón corto, camiseta y porrón hasta que lo prohibieron) pero apena comprobar como feria tras feria, en nuestra tierra, no se intenta promover la cultura almeriense mientras que las autoridades se rasgan las vestiduras y aúnan esfuerzos para exportar e imponer modelos foráneos. Tan solo espero que con el paso de los años haya un cambio de rumbo y nos demos cuenta que Almería necesita recuperar su propia identidad si quiere mirarse orgullosa de si mismo al futuro.

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