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El gen de la larga vida

Javier Ricou
Periodista

¿Por qué hay tomates que se pudren a los cuatro días de comprarlos y otros se conservan más de dos semanas en la nevera? Es una pregunta que se hacen muchos consumidores y vale para todo tipo de frutas, verduras y hortalizas.

Miguel Urrestarazu, profesor de la Escuela Superior de Ingeniería de la Universidad de Almería, tiene la respuesta. "La razón de que una fruta o una hortaliza se conserve más o menos días hay que buscarla en varios factores, pero hay uno determinante: el gen de la larga vida".

La manipulación genética de las semillas ha conseguido alargar la vida de esos alimentos. Y lo usan, asegura este profesor, la mayoría de productores. Pero larga vida y sabor son incompatibles, revela. Y eso explica que las piezas que más duran son las que menos gusto tienen. La vida media de un tomate, una ensalada o una pieza de fruta –siempre que se conserven en un lugar adecuado– no pasa de la semana. En cambio una hortaliza tocada por el gen de la larga vida puede conservarse en perfecto estado hasta veintiún días, añade este experto en producción vegetal de la Universidad de Almería.

Otros factores inciden en la conservación de verduras y hortalizas. "Su duración varía también dependiendo de cómo se ha hecho el cultivo; si se acelera se estropea antes, o del momento elegido para la recolección", explica. Está comprobado que un tomate arrancado de la planta cuando aún está verde "va a durar más, pero nunca alcanzará el sabor deseado". Si se recoge, en cambio, en el momento bueno de la maduración, "su sabor mejora mucho, pero se acorta su conservación", añade este profesor. Esa pérdida de sabor es la que ha empujado al consumidor a buscar alternativas.

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