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La ministra

Juan A. Segura Vizcaíno
Diputado andaluz por el PSOE
 
La agricultura almeriense ha vivido en las pasadas semanas uno de los finales de campaña más convulsos de los últimos tiempos. Los ataques interesados que nuestros productos llevaban sufriendo varios años se quedaron en agua de borrajas en comparación con la traca de fin de fiesta de la mal llamada crisis del pepino. Las irresponsable actuación de Alemania, al acusar a nuestra agricultura de haber incubado la bacteria E. coli, fue lo nunca visto en la historia de los agravios que han tenido que padecer nuestros productos, por el simple hecho de ser competitivos y saludables. Ahora que las aguas comienzan a volver a su cauce, es un buen momento para reflexionar sobre la actuación del Gobierno de España en la pasada crisis alimentaria.

Pocos dudarán de que a la ministra Rosa Aguilar le ha tocado una tarea desagradable. La impecable gestión que venía realizando en el Ministerio de Agricultura desde que se hizo cargo de la cartera se vio alterada súbitamente por una crisis de dimensiones internacionales y mal aspecto. En lugar de coger el teléfono, la ministra de Agricultura cogió el avión. Aunque hacía menos de un mes que había estado en Almería con motivo de nuestra gran feria, la Expo Agro, no vaciló en plantarse de nuevo aquí para defender sobre el terreno el valor de lo nuestro. La ministra vino en junio y ha repetido visita hace sólo unos días. Ha estado donde había que estar, con nuestro campo, y entre una visita y otra ha viajado hasta Europa para reclamar lo que era de justicia: compensaciones para nuestra tierra. Lo suyo no son las visitas de cortesía, sino las de trabajo.

Durante la pasada crisis alimentaria, Rosa Aguilar ha mostrado las dos características que mejor la definen: su capacidad de pelear por lo que cree y su cercanía.

Me consta que la ministra se ha dedicado en cuerpo y alma a solucionar lo que era urgente: obtener todas las ayudas posibles para reparar el daño inmediato. Y enseguida se ha puesto con lo difícil: conseguir que, lo antes posible, la agricultura almeriense recupere su buen nombre y sus mercados. La tarea ya ha empezado. Esta misma semana, por dar sólo un ejemplo, el Ministerio ha puesto en marcha una campaña de promoción de la fruta y la verdura española en aeropuertos, dirigida a los turistas extranjeros. La ministra de Agricultura se está ganando a pulso un lugar de honor en el podium de los mejores ministros del ramo de la historia democrática española. A su impecable gestión de la última crisis alimentaria, hay que sumarle el trabajo callado que está realizando por la conservación de los grandes tesoros que posee este país: su agricultura, su pesca y su medio ambiente.

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