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Fracasados, anónimos y tartufos

Celso Ortiz
Profesor de la UAL

Los de mi quinta, empiezo con esta frase que cayó en desuso con la desaparición del servicio militar obligatorio, los de mi quinta, digo, cuando poníamos los pies en el campamento militar de la IPS, el primer consejo que recibíamos era que hiciéramos todo lo posible para pasar desapercibidos en aquel mundo de galones y estrellas y, sobre todo, que no osáramos demostrar mérito alguno que menoscabara las dotes de un superior. Y aquel que no tenía capacidad para adaptarse a la situación, ya fuera por rebeldía o porque le resultara imposible disimular su valía, las pasaba canutas. Por el contrario, cuanto más anodino se mostraba uno, se corría mejor suerte, fuera aparte de los tartufos que alimentaban el ego insaciable de los jefes, que esos eran premiados con los mayores parabienes.

Si le damos un repaso a la historia más reciente del PSOE en nuestra provincia, que es lo que conocemos de cerca, apreciamos un funcionamiento similar. Cualquiera que despuntara en algo y que, a la sazón, pudiera ser un buen fichaje para los intereses del partido, era percibido por Soler y compañía como un peligro para sus propios intereses, y han cultivado una arrebatada caza de brujas, arremetiendo contra cualquier militante con ideas que pudiera hacerles sombra. Por el contrario los más idóneos para colocarlos en un buen cargo, eran aquellos que previamente habían fracasado en su pueblo, ya que contaban con las credenciales de su probada incompetencia. De otra manera no se explica que el secretario de la agrupación de El Ejido, por poner un ejemplo, donde el PSOE no tiene nada que rascar desde hace décadas, nos represente en el Parlamento Andaluz. O que un señor que obtuvo la mayor derrota que se conoce en Adra en unas municipales fuera elevado a la categoría de Vicepresidente de la Diputación.

A falta de militantes destronados, se buscan personajes anónimos, a ser posible sin oficio ni beneficio, cuyo primer mérito para el currículo personal es la foto de la toma de posesión del cargo. A los cuatro días entran a formar parte de la clientela que sostiene a sus benefactores y, si son buenos, nunca les faltará una asesoría.
Recuerdo que en una ocasión le pregunté a un reconocido veterano socialista, hoy fallecido, que conocía el partido como la palma de su mano, si sabía quién era un fulano recién nombrado delegado de la Junta, a lo que mi amigo me contestó: "No sé quien será. De dónde lo habrán sacado para que yo no lo conozca". El fulano en cuestión engrosó las filas de paniaguados y creo que ahora lo mantienen asesorando a no sé quién, de no sé qué cosa.

Y luego están los tartufos, pero esos merecen un capítulo aparte.

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