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Aprovechar el cambio, también en Andalucía

Javier Salvador
Director de Teleprensa

Si reflexionan un poco, verán que en esta situación que se ha generado desde el 22-M hay algo que no cuadra. Lo esencial es que en vez de vivir una semana de descontrolada euforia del PP, de hacerles el pasillo allí por donde pasan, toda la atención se ha centrado en qué iba a suceder en el PSOE. De hecho todos los titulares han sido para Chacón, Zapatero, Rubalcaba, Patxi López y otros muchos, pero de alguna manera la aplastante victoria de la derecha ha quedado silenciada por el clamor hacia un cambio en las filas de la izquierda. Estrategia o casualidad, lo cierto es que si los medios que navegan escorados a estribor no le hubiesen cedido sus portadas a Mariano Rajoy en el día de ayer para que el pobre dijese algo, hubiese sido la victoria menos impactante mediáticamente de la última década. Y no, no creo que sea justo, pero sí sintomático.

El PSOE se ha rehecho en una semana, a partir de la que viene empieza un proceso de primarias que no será más que una precampaña de Rubalcaba para empezar a recuperar esos dos millones de votos perdidos y puede que, aunque con un panorama muy difícil, consiga darle la vuelta a la tortilla. Pero eso es España y el candidato para todos los españoles. ¿Pero en Andalucía qué?

Un cambio de tendencia pasa por un cambio tan brusco en Andalucía como el de Madrid. Aquí, en el sur, en ese territorio que pilla desde Ayamonte hasta San Juan de Los Terreros, el PP ha ganado la mitad de los votos que ha subido en toda España. Ese es un dato incuestionable que convierte en cuestionable el liderazgo de Griñán. La situación es complicada, porque quitarle de en medio puede parecer una venganza por su declarado apoyo a Chacón, pero no es momento de guerras y hay que tener altura de miras.

El primero que debe demostrar esa capacidad es el propio secretario general de los socialistas andaluces y también presidente de todos ellos en la comunidad, y de él debe salir el ofrecimiento de copiar el sistema de Madrid. Es decir, como mínimo un proceso de primarias que ponga a todos en su lugar y en Andalucía un candidato con opciones.

Javier Arenas, presidente de los populares andaluces y hoy más que nunca incuestionable candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía, le ha tomado la medida a Pepe Griñán, a quien ya no llama José Antonio ni presidente desde hace mucho tiempo. Le da para chistes fáciles que hasta, hay que reconocerlo, tienen su gracia, y esa ventaja electoral y psicológica ya no la va a soltar a no ser que aparezca una nueva cara capaz de bajarle un poco el ego al de Olvera. Por cierto, el pueblo de la infancia de Arenas sigue igual de izquierdas que siempre, con seis concejales de IU, cinco del PSOE y dos del PP, así que no creo que dejase muy buenas sensaciones entre sus vecinos durante sus años más tiernos.

Pero volviendo a los cambios, Andalucía necesita uno. En primera fila se sitúa en estos momentos el ex consejero de innovación Francisco Vallejo, un tipo mediático, que dejó buenas sensaciones y con cierta química para atraer a la gente. Hay otros, pero dicen que él cuenta con más papeletas que nadie, y una fórmula a lo madrileño, en la que cambias el candidato pero dejas al mismo secretario general hasta después de las elecciones, no es una mala solución para intentar remontar el terreno perdido. Lo que está claro es que, aún con la paliza recibida por PSOE e IU, la mayoría de votantes andaluces siguen siendo de izquierdas.

Nadie conoce la hoja de ruta de Griñán, pero igual uno de sus primeros pasos debería ser precisamente hacia atrás. Enterrar el hacha de guerra, soportar la vuelta de algunos consejeros cuya salida sonó a vendetta, dejar que el partido lo organicen quienes tienen alguna oportunidad, tragar sapos y convertirse en el paradigma de la generosidad. O eso o enfrentarse a un choque total que ya ha perdido sin necesidad de que empiece, porque nadie gana en las guerras civiles internas de un partido.

A Griñán le hacen falta hoy menos gráficos y más filosofía, tirar de los clásicos y recordar aquello de Cicerón y sus Filípicas cuando decía que “cualquier género de paz entre los ciudadanos me parecería preferible a una guerra civil”. Pero es su elección, única y exclusivamente suya. Al menos por ahora, durante esta semana, de la que viene ya no sabemos nada.

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